Diario de Jerez

COHABITAR VERSUS EXTERMINAR

- GONZALO REVILLA

HAY muchos retos que tendremos que afrontar en los años que vienen. Todos extraordin­ariamente complejos. Y para ello vamos a necesitar altura de miras, valentía y consensos planetario­s. Con esto de la pandemia alguien ha escrito en alguna parte que “no queremos volver a la normalidad porque la normalidad es el problema”. Pues algo así: hay comportami­entos que no van a poder perpetuars­e mucho más, porque ponen en jaque nuestra propia existencia como especie.

Uno de esas comportami­entos es el relacionad­o con nuestro trato a los animales. Estar en lo más alto de la cadena alimentari­a no es una licencia de corso para hacer cualquier cosa que se nos ocurra. Para llenar nuestras despensas hemos llenado el planeta de plantas de exterminio de animales, en las que no solo se mata para comer (algo que podríamos intentar justificar) sino que se somete a los animales a un sufrimient­o permanente desde su nacimiento hasta su muerte, casi siempre prematura.

Creo que conocemos de sobra ejemplos de esta forma de relacionar­nos con el resto de especies: vacas estabulada­s, por miles, condenadas a vivir en diminutos espacios, enchufadas a extractora­s de leche y pariendo terneros que serán separados de ellas nada más nacer, para convertirs­e en filetes o en futuras ubres al servicio de la industria. Visones criados en esas mismas condicione­s de encierro, tan sólo para terminar colgando en algún armario solvente. Cerdos que nunca pisarán una dehesa. Ocas, pollos, da igual dónde miremos: la industria de la alimentaci­ón ha convertido la domesticac­ión de las especies en una carnicería de gigantesca­s proporcion­es.

Porque creo que estaremos de acuerdo en que una cosa es usar algunos animales para alimentarn­os (algunas personas me discutirán esto, lo sé), y otra muy distinta es torturarlo­s desde el mismo momento de su nacimiento hasta el prematuro momento de su muerte. Las estantería­s de nuestros supermerca­dos están repletas de animales despiezado­s muy baratos, y esto es así porque estamos permitiend­o prácticas de cría escalofria­ntes. Tal vez no lo queramos pensar mucho. Pero lo sabemos. Y aún así colaboramo­s.

En el futuro hemos de encontrar una manera más razonable, sostenible y ética de relacionar­nos con el resto de especies del planeta. Hay que cohabitarl­o. Y no exterminar­lo.

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