La locura humana
Las tribus de la tierra, nuestros antepasados durante cientos de miles de años, siempre respetaron el orden y la armonía natural, respetaron los bosques, los ríos, los mares, los animales, obtenían de la naturaleza estrictamente aquello que necesitaban para sobrevivir. Todo era sagrado para ellos. Al vivir en profundo contacto con la naturaleza, penetraban de forma natural en muchos de sus misterios que les eran desvelados, no necesitaban psicólogos, ni psiquiatras, vivían en el presente y en el ahora, el mejor antídoto contra las neurosis y las enfermedades mentales, y todos los vicios que asolan a la sociedad actual. La ambición y la avaricia no habían corrompido sus corazones, ni sus cerebros, adoraban al sol, a la tierra y a todo el universo, a diferencia del homo actual que adora el consumo excesivo y el humo de sus coches, pero, eso sí, con el alma siempre rota y vacía, sin conocerse para nada a sí mismo, sin saber quiénes somos en el fondo y sin criterios propios: manipulados y manipuladores.
El mal llamado orden económico mundial es el desorden más gigantesco que la tierra haya jamás conocido. Estamos destruyendo la belleza de un paraíso que no nos pertenece. El llamado progreso es la mayor maldición del mundo, como dijo un indio: un poco más de progreso y estaremos todos perdidos. El universo está regido por fuerzas infinitas extremadamente poderosas y no nos va a permitir que destruyamos uno de sus paraísos. Nosotros, al ponernos al margen de esas fuerzas, somos una nota musical carente de armonía, fuera del concierto universal donde estamos dejando de tener cada día menos cabida. ¡Un triste y patético estorbo!
La pandemia universal desatada en el mundo no es algo casual. En el universo no existe nada casual y eso lo supo siempre la sabiduría perenne desde Hermes Trimejisto pasando por Giordano Bruno, Fulcanelli y otros muchos grandes sabios, reafirmando más recientemente la Física Cuántica. Insisto, todo está regido por fuerzas ocultas de naturaleza cósmica y universal como dirían los chamanes de las tribus. El ojo profundo que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo puede, todo lo que existe y lo que no existe, está envuelto y alentado por estas fuerzas y nos está avisando. O cambiamos el chip mental o el invento humano puede dejar de ser viable en la tierra. Los necios del mundo se niegan a ver esta demoledora realidad, viven obcecados en un círculo mental oscuro del que se niegan a salirse de la jaula forjada por ellos mismos. Pero la tierra va a ser purificada y no habrá fuerza humana que lo pueda evitar.