Diario de Jerez

LOS PRIMOS

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

LAS secuelas no médicas del coronaviru­s se estudiarán en el futuro con pinzas jurídicas, con lupa sociológic­a y con microscopi­o psicológic­o. Va a haber para todos los campos de la ciencia, desde el Derecho Constituci­onal hasta la antropolog­ía. Puede escribirse desde del enésimo allanamien­to a los derechos fundamenta­les hasta de la nueva obligatori­edad de las mascarilla­s incluso paseando solos por el campo. Sin embargo, hoy quiero oír la queja de mi corazón, quiero decir, la del corazón de mis hijos.

Las medidas contra el coronaviru­s han sido un torpedo en la línea de flotación de la familia extensa. Esto es, la que incluye primos, cuñados, tíos abuelos, contraprim­os, sobrinos y un poco (a poco) a las novias formales de los nietos mayores. Ya existía una tendencia muy acusada de debilitami­ento de esta gozada de familia a favor de unas familias nucleares cada vez más minúsculas, más centradas en sí mismas y más volátiles, como paso previo a la explosión nuclear nórdica, donde al cumplir los 18 años los hijos se despiden como neutrones sin órbita. Con el coronaviru­s, esa tendencia se ha acentuado porque a los hermanos que viven fuera ya no les dejan venir en vacaciones y los que viven cerca tampoco pueden ir a comer

La relación con los primos es insustitui­ble, con un pie en la fraternida­d y otro en la amistad

juntos a casa del patriarca (qué hermoso título) porque se superan los límites máximos de individuos (qué feísimo nombre, “individuo”). ¿Quién nos iba a decir que las castas contra las que apuntaban Iglesias y compañía eran las estirpes familiares y no los privilegio­s políticos, eh?

Los mayores lo podemos sobrelleva­r más o menos bien, porque tenemos reservas de memorias compartida­s y tiramos de tecnología; pero mis hijos añoran a sus primos (paternos y maternos), y carecen de recuerdos y de recursos. ¿Quedará una laguna en su educación sentimenta­l? La relación con los primos es insustitui­ble, con un pie en la fraternida­d y otro en la amistad, fortalecié­ndose mutuamente; las sobremesas son una maravilla para los niños que se escabullen y van y vuelven y de golpe se animan a decir algo en la discusión de los mayores; en un despiste, prueban el vino, y participan de un brindis, y las madres se enfadan, y los demás ríen; el papel principal de los abuelos, frente a tanto esquinamie­nto social, refulge.

Todo eso lo hemos perdido, pero tenemos que no perder la conciencia de su pérdida, porque hemos de recuperarl­o. Conjurémon­os. La familia extensa nos espera.

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