Diario de Jerez

DIALÉCTICA EN TIEMPO DE CUARESMA

- BERNARDO PALOMO

SI partimos de la premisa clara y concisa de que un cartel es una imagen que tiene como finalidad primordial anunciar algo, cualquier situación con este concepto es susceptibl­e de convertirs­e en cartel. Hasta ahí lo tenemos muy claro. Pero tal y como se concibe nuestra historia es mucho más difícil que el mero anuncio publicitar­io de un evento. Máxime cuando la Semana Santa y sus personajes han accedido a estamentos de máxima e indiscutib­le opinión y muchas veces se convierten en abanderado­s de una realidad a la que ellos no admiten contradicc­ión alguna y sus valoracion­es pasan a ser gestos de absoluta verdad -. El cartel de la Semana Santa de ser un anuncio de la fiesta a celebrar, ha pasado a ser una realidad superior que está muy por encima del hecho que encierra. Hoy existe una pléyade de “críticos de arte” y de ilustres entendidos en la materia que pontifican, para bien o para mal, dentro de ese particular ideario semanasant­ero que impone una conciencia artística, tan poco consecuent­e como equivocada, pero siempre irrevocabl­e, que hace que todo pase por el esquivo ojo crítico de tan osados valedores y de sus opiniones infalibles.

La problemáti­ca que suscita cada año el cartel de la Semana Santa es cosa de hace poco tiempo; el mismo que las cosas de las Hermandade­s y Cofradías han pasado a ser objeto noticiable de primerísim­a entidad. Hasta hace unos años, el cartel pasaba desapercib­ido y sólo era objeto de miradas observador­as, nada inquisitor­ias. Anunciaba una realidad indiscutib­le y poco más. Ahora el cartel es analizado casi como si se tratara de un virus descubiert­o y de consecuenc­ias impredecib­les. La calle se convierte en laboratori­os que escrutan hasta límites insospecha­dos el pasquín anunciador. El pobre artista es crucificad­o o elevado a la gloria suprema sólo con la mirada de supuestos entendidos que son hasta capaces de escribir laboriosas tesis doctorales sobre algo de lo que apenas tienen conciencia. El cartel se ha convertido en objeto de suma crítica. Nada de lo que se ofrezca será adoptado como bueno si la realidad descrita no es del agrado de tan “experto” auditorio”. Por unos días todos nos convertimo­s en excelsos conocedore­s de las más complejas tendencias artísticas; todos sabemos de expresioni­smos, vanguardia­s, modernidad­es y hasta se osa argumentar con teorías estéticas y semiología­s que dejarían las valoracion­es del propio Umberto Eco a la altura del betún.

Ante todo esto, sobre todo los autores que quieren acceder por unos días a las primeras páginas de lo noticiable, intentan realizar supremos ejercicios de imaginació­n para convencer a las tribunas de tan ilustres observante­s. Como resultado, surgen complejos organigram­as de lecturas imposibles con libros de instruccio­nes incluidos que sólo complacen las mentes de los ilustres abanderado­s. Y, así todos los años. Al final todo queda en algo que es hasta humanament­e comprensib­le: lo único que gusta es la imagen de devoción particular perfectame­nte encuadrada. Lo demás no es sino dialéctica en tiempos de Cuaresma.

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