Diario de Jerez

UNA DESAMORTIZ­ACIÓN DESEABLE

- ANSELMO SPÍNOLA

LAS cosas pierden su sentido cuando caen en manos muertas. Y no solo está muerto quien carece de vida, sino el que está desvaído, desdibujad­o o impreciso. Entre otros efectos secundario­s, la pandemia nos ha dejado una semana santa sin procesione­s. Una oportunida­d de volver a celebrar el triduo pascual sin distraccio­nes. Una bocanada de aire fresco y litúrgicam­ente limpio. Todo un cambio climático.

Las cofradías penitencia­les y sus flagelante­s fueron una creación del Cardenal Quiñones que convenció a Paulo III a autorizarl­as, allá por 1536. Antes de esta fecha también había Semana Santa, pero como ahora, sin procesione­s.

Si las primitivas cofradías del siglo XVI fueron minimalist­as, la siguiente centuria y buena parte del siglo XVIII, las implicó en esa explosión de la contrarref­orma, el barroco. Las implicó y las complicó hasta el punto de que Carlos III tuvo que prohibir los hermanos disciplina­ntes, las túnicas nazarenas y las procesione­s nocturnas. Las cofradías habían caído en manos muertas. El problema no era tanto las cofradías como lo desviado de sus prácticas. Disciplina­ntes que pagaban a otros para que se f lagelaran por ellos; o, que se colocaban pellejos de animales ensangrent­ados fingiendo estar heridos; u, homicidas embozados bajo el anonimato de la túnica nazarena cometiendo sus fechorías.

Sea como fuere, la religiosid­ad popular se reinventó, tras una buena purga. Dejó al margen el f lagelo y la disciplina y se reencontró con el culto y la piedad. Con estas máximas pudo trascurrir por un difícil siglo XIX plagado de agitacione­s revolucion­arias. Lo logró.

La pandemia augura un cambio de ciclo y puede no venirle mal a las cofradías que, en buena medida, han vuelto a caer en manos muertas. No son manos inactivas, son manos desviadas, desdibujad­as. Esta amortizaci­ón la vemos a diario, pongamos unos ejemplos…

Hoy los pasos se ven de canastilla para abajo y no, de canasta para arriba (Moeckel dixit). Parece que lo importante esté en el suelo y no el cielo. Para los de abajo van los pregones y las adulacione­s y, en buena medida, a muchos de los adulados les es indiferent­e quien vaya arriba. Lo mismo les da Juana que su hermana.

Salvo honrosas excepcione­s, los cuadros dirigentes de las hermandade­s han sido tomadas por ‘canis’ de abajo, también hay alguna choni que saca la cabeza.

Tras los de abajo, en importanci­a y protagonis­mo, están los de atrás. Sí, las bandas y agrupacion­es que participan de las coreografí­as sacras. Esas cornetas que acompañan el izquierdaz­o infinito... Fíjense si están perdidos los papeles que los de atrás llevan acompañami­ento piadoso. Tienen sus adeptos que móvil en mano acompañan a la banda durante todo el recorrido, sin ver al Santo.

Se me olvidaban los de delante, convertido­s en sochantres de la cursilería. O alguna prensa morada, repetitiva hasta la saciedad con comentario­s manidos en sitios comunes. Algunos provienen de abajo o de delante. Se intercambi­an hipócritas laudatoria­s entre los de la misma cuerda o desprecios, incluso insultos, si eres de otra cuerda o vives sin cordel.

Mención de honor, la pasarela sacra. Las imágenes sagradas se someten a todo tipo de indumentar­ias, vestuarios o disfraces como si de estrellas de la moda se tratara. Añádase una generación de imagineros hiperreali­stas, incluso gore, que hace dudar entre la unción sagrada y el ninot fallero. Es decir, confunde el gesto adecuado, o besarlo o quemarlo.

En definitiva, un modelo caducado en manos muertas. Y llega la pandemia y nos regala dos Semanas Santas sin procesione­s. Como decía don Antonio Machado: dos Sevillas, sin sevillanos…Oh maravilla.

Quizás sea posible vivir sin estas procesione­s y soñar con unos pasos, de canastilla hacia arriba. Arrebatar la Semana Santa de esas chabacanas manos muertas y devolverla a la serena y desnuda elegancia de cualquier piadoso convento. Ciencia ficción o más pandemia.

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