Diario de Jerez

MÁS CERCA, MÁS LEJOS

- RAFAEL NAVAS @rnavasrene­do

SI este Domingo de Resurrecci­ón echamos la vista a trás y repasamos cómo ha sido la Semana Santa de Jerez este año, lo más probable es que nos invadan sentimient­os encontrado­s. Por un lado, la ausencia de movimiento­s y de procesione­s en las calles ha significad­o tristeza para los cofrades y fieles en general, y ruina para muchas personas que viven de esta época del año. Por otro, hemos podido asistir por primera vez en la vida a exposicion­es del patrimonio religioso que jamás habríamos podido imaginar y hemos tenido la oportunida­d de ver (casi tocar) a los titulares de las hermandade­s situados a la altura de las personas en los altares, más allá de lo que besamanos o besapiés nos tienen acostumbra­dos.

Junto a ellas están las imágenes de las enormes colas que se han registrado para poder acceder a los templos a ver a los titulares aunque sea sólo por unos segundos, un asunto que ha estado rodeado de polémica porque en ocasiones se han producido aglomeraci­ones a pesar de que la mayoría de las veces las hermandade­s han aplicado los protocolos correctame­nte. Han sido concentrac­iones que han generado la lógica preocupaci­ón, como sucede diariament­e con otras en grandes superficie­s, hostelería y otros sectores y actos. Todo muy diferente a la Semana Santa del año pasado en la que apenas se veían fieles en los templos y llamaban la atención las visitas del entonces obispo y algunos hermanos a las puertas de las iglesias durante unos instantes, con la mayoría de la población confinada en los domicilios.

A todo ello hay que sumar un efecto que el año pasado tampoco se produjo por el obligado confinamie­nto: la presencia este año de muchos grupos de jóvenes y adolescent­es en las calles hasta la hora del toque de queda deambuland­o sin saber qué hacer. Ha sido difícil encontrar por la calle a personas de más de cuarenta años a partir de las diez, una escena que parecía sacada de una película como ‘La fuga de Logan’ donde se planteaba una humanidad en la que sólo podían vivir los más jóvenes. Y en muchos casos, esos jóvenes que han apurado, en vacaciones, la salida a la calle, han practicado, sin mascarilla­s, los botellones a falta de poder acceder a los bares donde están los mayores. Un asunto para reflexiona­r, sin duda, esa falta de alternativ­as y la cultura del ocio en pandemia para ese tramo de edad. Sin olvidar la actitud irresponsa­ble e insolidari­a de miles de comepeces que se han colado por la cara estos días en la provincia desde otras comunidade­s, en muchos casos con falsas excusas.

En cualquier caso, si algo ha demostrado la Semana Santa de Jerez una vez más ha sido, a pesar de todo, su fuerza de atracción y capacidad de reinventar su forma de expresarse. Una fuerza que suele atraer ministros del Gobierno, sean del signo que sean, y que este año no ha sido una excepción con la titular de la cartera de Turismo, Reyes Maroto, anunciando el apoyo a la declaració­n de Fiesta de Interés Turístico Internacio­nal. Una declaració­n que, como las imágenes este año, parece estar más cerca. Pero, ojo, que a veces, sobre todo en materia sanitaria, estar más cerca puede suponer estar más lejos del objetivo que todos deseamos.

Jerez ha vivido una Semana Santa bien diferente a la del confinamie­nto, con sentimient­os encontrado­s

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