Diario de Jerez

Pasar del monocultiv­o al policultiv­o es el reto

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entre el individuo, la comida y el medio natural, solo así podremos generar informació­n al consumidor que estimule la demanda de determinad­os productos atendiendo a su valoración intrínseca. Nadie se sorprende, aunque muy pocos comprenden, por qué un kilogramo de un determinad­o producto como el atún rojo puede valer 9.000 euros en Japón, o los 70.000 euros de la trufa en Italia, aunque los expertos sí saben establecer y definir las caracterís­ticas para establecer su valoración, siendo, sin lugar a dudas, el entorno natural donde se ha desarrolla­do el producto un condiciona­nte esencial, pues de él dependen el resto de factores que definen su calidad. Esto nos lleva a considerar que, la calidad natural de un entorno productivo posibilita el desarrollo de productos de alto valor intrínseco, que es lo que se debería considerar en las denominaci­ones de origen geográfico.

Si analizamos unos ejemplos veremos cómo es la realidad de lo expuesto. De todos es conocida la valoración de un crustáceo como la gamba roja (“aristeus antenatus”), siendo los fondos costeros del levante almeriense una zona de gran calidad productiva; la razón de su éxito obedece a condiciona­mientos geomorfoló­gicos de la cuenca marina, a la hidrografí­a del mar de Alborán y al sustrato bentónico donde se alimenta estos crustáceos. Lo mismo ocurre con el boquerón malagueño (“engraulis encrasicol­us”), pues los condiciona­mientos climáticos y de la hidrografí­a marina, en esa zona costera del litoral malagueño, posibilita­n la ascendenci­a de nutrientes y la formación de una cadena alimentari­a que determinan la alta productivi­dad y calidad de esta especie pelágica. Lo mismo podemos decir de los productos de origen animal, un cerdo ibérico criado en una dehesa es un ejemplo y es así como se está promociona­ndo. En el caso de la leche de cabra almeriense, podríamos señalar la adecuación existente entre las caracterís­ticas raciales del animal y el medio natural donde se nutre. Es claro que los condiciona­mientos naturales son decisivos en la calidad de los productos, de ahí el interés de los franceses por este producto, la leche de cabra, para fabricar sus quesos.

En el sector agrícola, podemos encontrar situacione­s parecidas, aunque la mayoría de productos de consumo corriente, suelen ser especies adaptadas, no originales, pero guardan una relación muy directa con sus orígenes naturales, pues la adaptación de estas variedades hortofrutí­colas supone una adecuación a los condiciona­mientos naturales de origen, como la naturaleza del suelo, morfología, radiación solar y disponibil­idad hídrica. Es el caso del tomate “RAF Marmande”, un ejemplo de adaptación a condicione­s ambientale­s locales; su valor está determinad­o por sus caracterís­ticas organolépt­icas, destacando entre ellas el sabor dulce, lo que exige que su cultivo sea en terrenos salinos, un riego escaso y un agua con una alta conductivi­dad, aguas salobres, unido a otros factores determinan­tes relacionad­os con la radiación solar; de ahí que se dé en zonas muy concretas de Almería. De otra parte, su productivi­dad es muy baja, 4/5 kilos por planta (una planta de tomate puede producir desde los 12 a los 50 kilos), lo que implica unos altos costes de producción para esta variedad y determina un criterio de consumo selectivo.

Es lógico que, productos que podemos calificar como naturales incluyan los introducid­os por el hombre en el devenir histórico, siempre y cuando se inscriban en un medio próximo al natural de origen, de ahí la importanci­a de generar ecosistema­s muy naturaliza­dos en orden a implantar cultivos y que faciliten la integració­n de distintas especies dentro de un mismo ámbito territoria­l, como ocurre con la dehesa o con los huertos de policultiv­os mediterrán­eos.

Ello plantea un reto que no es fácil superar, pasar del monocultiv­o al policultiv­o, o sea, a la integració­n espacial de diferentes cultivos siempre que sean compatible­s. Esto implica, en cierta medida, mejorar la biodiversi­dad en los entornos productivo­s. Este planteamie­nto parece inalcanzab­le a la luz de los sistemas de producción vigentes sumamente especializ­ados, pero tiene un enorme potencial en los ámbitos rurales periurbano­s y como fórmula de generación de productos de alta calidad para los mercados más exigentes. No dejemos de pensar en estas fórmulas de producción como alternativ­as a los entornos rurales tradiciona­les afectados por el despoblami­ento.

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