Diario de Jerez

“Muchos piensan que los chinos sabemos sólo kung-fu y trabajar”

- María José Guzmán

–¿Es usted el primer guitarrist­a flamenco profesiona­l chino?

–De momento. Estoy trabajando en mi primer disco y en unos días saldrá a la luz el primer single. Vengo de Pekín se llama.

–Cuéntenos cómo vino.

–Hace siete años. Yo estaba estudiando Ecología y cuando me aburría en el laboratori­o y con las lecturas que tenía que hacer, me descargaba música por internet y ahí encontré el disco Cositas buenas del gran maestro Paco de Lucía.

–O sea, fue por casualidad.

–Así es. Y luego me fui enganchand­o al flamenco. Empecé a investigar ese género y fui conociendo a otros maestros como Manolo Sanlúcar, Serranito, Antonio Rey, Vicente Amigo, Diego y Dani de Morón... Cuando en 2013 terminé mis estudios en China tuve la posibilida­d de ir a Estados Unidos a trabajar y seguir estudiando, pero mi pasión era ya la guitarra flamenca.

–Cambió de planes.

–Totalmente. En Pekín encontré a un maestro de guitarra de Granada, Alberto Cuéllar, que me enseñó un poco de técnica y compás.

Sólo me dio dos clases y fue suficiente para enamorarme ya por completo de esta música. Fue una gran experienci­a y tuve la ocasión de trabajar con una compañía de danza, Dong Fang, un ballet muy importante que había entonces e China. Empecé a trabajar con ellos, sólo tenía que hacer unos acordes y algo de rasgueado. Pero descubrí lo que era subir al escenario y disfrutar mostrando tus sentimient­os...

–Le picó el gusanillo.

–Sí. Y ya quise seguir profundiza­ndo en la técnica, el compás, conociendo a fondo el flamenco. Y en abril de 2014 decidí venirme a España. En dos meses aprendí el idioma con un curso intensivo y logré que me dieran el visado. En septiembre llegué a Sevilla. Mi primera escuela fue la Fundación Cristina Heeren. Ahí estuve un año, conocí a muchos compañeros y amigos ya para toda la vida. Luego fui a otra escuela privada, la del maestro Eduardo Rebollar, donde aprendí acompañami­ento al cante y al baile. Y después de dos años en Andalucía me preocupé mucho por la enseñanza del f lamenco en China.

–¿Decidió volver?

–Pensaba que no me iba a quedar tanto tiempo, la verdad. Pero tenía la necesidad de exportar todos los conocimien­tos que ya tenía a mi país. Entonces pensé escribir un libro para aficionado­s chinos, en mi idioma: La guitarra flamenca. Técnica, lo hice con el guitarrist­a Blas Martínez. Estuvimos un año traduciend­o ejercicios, fue un proceso creativo que me ayudó. Y al año siguiente escribimos otro: La guitarra flamenca. Palos y compás. Un trabajo muy intenso, pero merecía la pena.

La palabra flamenco está muy mal entendida en China, falta informació­n y difundir esta cultura”

–Uno de sus grandes maestros ha sido Manolo Sanlúcar, ¿cuándo se cruzó con él?

–Mientras escribía los libros me preocupé también por mi técnica. Fui a master class con distintos maestros y a un curso de verano en Córdoba donde lo conocí. Él vio a un asiático allí, le llamaría la atención y me dio su teléfono para que lo llamase. Cuando volví de mis vacaciones en 2017 lo llamé y fui a su casa cada fin de semana para aprender con él. Me dio todos los ejercicios de técnica y muchos consejos, me enseñó también cómo funciona el mundo, a ver de lejos, no sólo de cerca.

–Qué generosida­d.

–Mucha, no me cobró nada, comía en su casa, sólo me pedía que hiciera todos los ejercicios bien y para eso tenía que estudiar muchísimo. Si no, se enfadaba. Ahora me preocupa su salud.

–¿Su familia entendía esta vocación?

–Mi padre se disgustó mucho y estuvo un largo periodo sin hablarme. Pensaba que estaba loco por haber dejado ofertas en Estados Unidos para venir aquí a tocar la guitarra. Pero en 2018 hice la prueba para entrar en el Conservato­rio Superior de Córdoba y acabé número 1. Me entrevista­ron en periódicos y television­es y poco a poco mi padre ya entendió que había luz, que estaba haciéndolo bien y retomamos la relación.

–¿Cuál es la idea que en China hay de España y de Andalucía?

–Falta mucha informació­n y personas que difundan realmente esta cultura. Los españoles piensan que todos los chinos sabemos kung-fu y que sólo vivimos para trabajar, como los dueños de las tiendas de chinos. Pero en China hay otras maneras de vivir. Y lo mismo les pasa a los chinos con España. Para ellos es sinónimo de fútbol, flamenco y toros. El concepto flamenco está muy equivocado allí. Ven un vestido rojo y piensan que es flamenco y lo mismo es un tango argentino. La palabra flamenco está muy mal entendida en China. De Andalucía piensan que es un sitio donde se vive bien, y ahí no se equivocan (risas).

–¿Es fácil transmitir el sentío flamenco?

–Los idiomas son distintos, pero el sentimient­o es universal. Un japonés escucha una seguiriya y hasta llora y un chino es capaz de decir: “¿Esto qué es? Quítamelo”. No somos tan serios como los japoneses, pero sí capaces de distinguir ese sentimient­o trágico que expresa. A los chinos lo que nos falla es la expresión, nos cuesta. Pero yo creo que el flamenco tiene muchas posibilida­des en China.

–¿Quiere ir de gira allí?

–A ver cómo va la cosa. Nunca me imaginé que llegaría a este nivel. Hay muchos guitarrist­as profesiona­les, pero la mayoría acompañan. Dar un concierto en solitario y directo es difícil. Pero yo quiero hacerlo. Cuando me canse de este mundo y tenga más de 50 años me dedicaré a enseñar. Ya lo hago cuando viajo en vacaciones a Pekín. Y pienso que mis estudios y títulos que estoy sacando me servirán para ser docente en un centro en China y abrir una especialid­ad de guitarra flamenca.

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