La viuda y los saltamontes: espléndida fábula de terror
la explotación de su granja hasta extremos insospechados. Al menos al principio. No quiero adelantar mucho –y tal vez lo haya hecho ya– porque esta inteligente y original ópera prima de Just Philippot está llena de sorpresas.
¿Es cine de terror? Sí y no, más bien de escalofrío, de incomodidad, de angustia, de malestar. ¿Es cine fantástico? Desde luego, pero lo suficientemente próximo a la realidad como para ser considerado una fábula distópica. ¿Es cine de autor? Indudablemente: hay personalidad tras la cámara, intención, proyecto, uso inteligente de la imagen, dominio de los tiempos, capacidad para hundirnos junto a la protagonista en una terrible espiral obsesiva, talento para convertir en un discurso visual personal muy sobrio, con estilo a veces casi documental, el excelente guión de Jérôme Genevray y Franck Victor. ¿Es cine de género y comercial? También, y su éxito lo demuestra.
Desde Los pájaros a Take Shelter pasando por La mosca se pueden citar muchos precedentes. Incluso La pequeña tienda de los horrores, dado el curioso apetito de la planta conocida como Audrey Junior. Pero La nube es y no es una película de bichos comilones y/o mutantes. Los hay, desde luego, y después de ver esta película miraremos a los saltamontes más con ojos de faraón tras la plaga de que de Pinocho (si, lo sé, eran langostas y un grillo, pero al fin y al cabo son primos ortópteros). Pero, como sucede con la película de Hitchcock (aunque sin alcanzarla: ¿quién puede hacerlo?), es mucho más. El retrato de una obsesión llevada al límite de la posesión, extraordinariamente representada por la apabullante interpretación de Souliane Brahim, formada -y se nota- en la Comedie Française donde ha interpretado a Ibsen, Molière, Hugo o Racine. El estudio del desconcierto, primero, y el miedo, después, de los hijos. Y, si se quiere, una reflexión sobre la capacidad destructora, no de los saltamontes u otros bichos, sino del ser humano al manipular la naturaleza.
Esta muy apreciable obra de tensión psicológica y horror orgánico da una vuelta de tuerca a un tema que parecía agotado. Es de justicia que esto suceda en el país de La Fontaine, quien tanta fama dio a la fábula de la cigarra (otro ortóptero) y la hormiga.
Toda fábula tiene su moraleja. Esta, si se quiere, también. Aunque no sea lo más importante de esta película, sino el terror que logra crear con un mínimo de efectos especiales y un máximo de buen cine.