Comodidad y alivio en el pabellón
● El Enrique Márquez se convierte en un nuevo punto de vacunación para San Fernando ● Unas 450 personas mayores de 70 años estaban citados para la primera o segunda dosis de Pfizer
Alfonso, Josefa, Manuel, Francisca y Concepción eranlos encargados de inaugurar el nuevo espacio de vacunación de San Fernando del pabellón Enrique Márquez de la barriada Andalucía en San Fernando. No eran nuevos en esto, pues todos recibían la segunda dosis y podían hablar en primera persona de la diferencia entre Tomás del Valle y estas instalaciones. Unas 450 personas, de más de 70 años, estaban convocadas para recibir la primera o la segunda vacuna de Pfizer durante la jornada.
Alfonso Mosquera fue el primero en pasar a una de las dos líneas de vacunación habilitadas. Sus datos eran comprobados en el ordenador previamente –en uno de los dos disponibles mientras que una incidencia técnica se solventaba para estar a pleno rendimiento–. “Aquí mejor que en el otro sitio quizás por la distancia, que se puede guardar bien, pero a nosotros nos da igual”, decía sentado en las sillas habilitadas a un lado de las carpas para esperar los 15 minutos posteriores ante una posible reacción. Tiene 81 años y recibía la segunda dosis de la vacuna.
Josefa Torrejón tiene un años más, y para ella también era la segunda dosis. En su caso reconocía la comodidad que el nuevo espacio de vacunación le suponía. “Me tocó un día de viento, no sé cómo no volamos, y pasamos frío”, recordaba sobre la espera en el entorno de Tomás del Valle –que sigue activo para la inyección de Moderna– para que le pusieran la primera vacuna. En su familia comienzan a estar todos protegidos contra el covid-19: sus hijos por su trabajo ya están inoculados, su hermana también la ha recibido.
De lejos, entre quienes se colocaban haciendo cola ante los dos ordenadores, se escuchaba una pregunta: “¿Cuál es la que están poniendo?”. Será una cuestión que se repita a lo largo del día, pero muchos ciudadanos ni se preocuparon por saberlo. “Mi hija me preguntó si era la buena y a mí me da igual”, comentaba Josefa.
Algunos de los convocados acudieron solos. Incluso si llegaban con un familiar o acompañante y no tenían problemas de movilidad o de otro tipo que les permitiera valerse por sí mismos entraban solos para ocupar los asientos que se colocaron en la mitad de la pista deportiva. Así esperaban su turno más cómodos. En la puerta personal de Protección Civil les informaban, les daban paso –incluso acompañándolos previo uso del gel hidroalcohólico dispuesto por la Administración local– o les pedían que volvieran más tarde si era demasiado pronto para su cita.
Durante unos minutos la dificultad para escuchar la llamada desde las mesas hizo que se formaran dos colas. La reacción del Ayuntamiento permitió que se instalara un aparato de megafonía para que un miembro de Protección Civil procediera a avisar por orden. Todos volvían entonces a las sillas y a medida que escuchaban su nombre se acercaban a las mesas para responder a las preguntas del personal sanitario del Servicio Andaluz de Salud (SAS) que realizaba el registro antes de que otros compañeros procedieran a vacunar.
“Uy, este pinchazo me ha dolido”,
Los vacunados admiten las mejores condiciones de este espacio frente al Tomás del Valle
apuntaba Francisca López, contenta porque ya tenía la segunda dosis y la situación para ella mejora. “Son muchos meses sin salir, en casa todo el tiempo, sin arrimarme a mis hijos o mis nietos. ¡Con las ganas que tengo de achucharlos!”. Josefa Reyes, sin embargo, no sintió el pinchazo, cumplía en su silla de ruedas el tiempo de espera posterior a la vacunación, y admitían que había sido más fácil el proceso en el pabellón de la barriada Andalucía, en que “¡el día de Tomás del Valle fue un día de levante!”. Su hija Aurora se reconocía ya más tranquila por la vacunación de su madre.
Es la sensación que imperaba en el pabellón Enrique Márquez Muñoz: el alivio por que la ansiada vacuna les ha llegado.