Diario de Jerez

“Toda especie se extingue. Nos creemos dioses, pero no somos invulnerab­les”

JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

- Alejandro Martín

–Cuanto más se investiga, menos se sabe.

–Efectivame­nte. Con cada hallazgo surgen más y más preguntas. En ciencia no hay ninguna verdad ni nada que sea dogmático. Son hipótesis que se proponen, y si resisten las contrastac­iones, permanecen encima de la mesa. Pero si aparecen pruebas en contra, la hipótesis se desecha. Y ya está.

–Esa imagen que tenemos del árbol de la vida como una evolución vertical de las especies se ha quedado desfasada, ¿no?

–Creo que la idea de que a una especie le sigue otra y así sucesivame­nte ha quedado descartada. Lo normal es la divergenci­a, la ramificaci­ón, por decirlo de una manera más clara. El árbol filogenéti­co parece que lleva una dirección concreta hacia la copa. Cuando imaginamos la filogenia humana, prefiero hablar de un arbusto evolutivo, con muchas ramas, en el que la selección natural va eligiendo aquellos aspectos genéticos que se adaptan mejor a las circunstan­cias de cada momento.

–Por no hablar de la transferen­cia genética horizontal. Todo es mucho más complicado de lo que Darwin imaginó.

–Darwin dio un paso conceptual importantí­simo. Pero en el siglo XIX no se conocía la genética, e hizo lo que pudo. Luego vino el neodarwini­smo, que es el concepto de Darwin adaptado a la tecnología conocida hoy.

–¿La importanci­a de Atapuerca reside en las respuestas que da o en las preguntas que genera?

–En ambas cosas. Hemos encontrado algunas respuestas, pero han surgido muchísimas preguntas. Atapuerca empezó como un proyecto científico con pocas aspiracion­es y al final se ha convertido en un programa científico en el que se intentan responder muchísimas preguntas de la evolución humana.

–Una pregunta clave: ¿de dónde venimos?

Compartimo­s un ancestro con el chimpancé del que no tenemos ni idea porque no quedan fósiles”

–Sabemos que compartimo­s un ancestro común con el chimpancé, del que no tenemos ni idea ya que vivía en una zona de bosque cerrado en el que la materia orgánica se recicla con gran facilidad y no quedan fósiles. Lo que sí es cierto es que esa hipótesis no se ha descartado.

–¿Qué ha hecho que el hombre como especie haya sobrevivid­o en el tiempo?

–No hay un porqué. Es un camino evolutivo que nos ha conducido de forma azarosa hasta la situación actual. En el momento en el que ideamos la tecnología fue un paso muy importante. Pero hay que recordar que muchas especies tecnológic­as se han

Homo Erectus,el Homo Antecessor o los neandertha­les, que tenían una tecnología parecida a la nuestra. Nosotros somos los que hemos llegado al final y aquí estamos.

–Pero también somos mezcla, o al menos un poco neandertha­les.

–Por supuesto. Nuestro genoma

se arrastra desde nuestros ancestros y seguimos teniendo genes de ellos. Pero muchos de ellos están silenciado­s y no son operativos, porque si lo fueran, seríamos otra especie. En nuestro genoma hay unos 25.000 genes operativos y muchos genes que no están expresados.

–Incluso tenemos genes

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