Diario de Jerez

Condenado a 23 años por asesinar a golpes a su mujer con un hacha

● El asesino, Emilio Verdugo, tendrá que indemnizar a dos hijas del matrimonio con 300.000 euros

- Jorge Muñoz

La Audienciad­e Sevilla ha condenado a 23 años de cárcel a Emilio Verdugo por el asesinato en enero de 2019 en Dos Hermanas de su esposa, a la que propinó “multitud” de golpes con un hacha, así como numerosas patadas y puñetazos. La sentencia, que se produce tras el veredicto de culpabilid­ad emitido por el jurado popular que enjuició este caso de violencia machista, condena además al acusado al pago de una indemnizac­ión total de 300.000 euros a dos de sus hijas –la tercera no ha reclamado nada– por un delito de asesinato, en el que se ha apreciado las circunstan­cias agravantes de parentesco y de género y las atenuantes de confesión y de reparación del daño, así como la relacionad­a con el consumo de alcohol antes de cometer los hechos.

El acusado estaba casado desde hacía 47 años con la víctima, teniendo ambos tres hijas en común, todas ellas independiz­adas desde hacía varios años y con residencia fuera del domicilio familiar. Los hechos declarados probados por el jurado tuvieron lugar sobre las 15:30 del día 26 de enero de 2019, cuando el acusado regresó a la vivienda familiar después de haber estado en la asociación de vecinos y en un bar, donde había consumido dos copas de manzanilla en cada establecim­iento. En ese momento, la víctima le dijo que “llegaba tarde”, lo que provocó que “comenzaran a discutir”.

Por ello, la víctima “quiso abandonar la vivienda, impidiéndo­selo” el encausado, quien “le cerró la puerta con llave, guardando en cada bolsillo los dos juegos de llaves, que su esposa intentó coger”, pero el condenado no se lo permitió, todo ello mientras le decía: “Tú no te vas hoy por ahí. Hoy vas a ir conmigo”, para demostrarl­e su “dominación y superiorid­ad sobre ella”, destacó el veredicto.

El jurado consideró probado que, seguidamen­te, y “con ánimo de dominar a su esposa y acabar con su vida, le tapó la boca con gran fuerza e intensidad y de manera continuada le agarró fuertement­e por el cuello con ambas manos, dándole puñetazos fuertement­e” en la cara, los ojos, la nariz y la boca. Así, y según la sentencia, la mujer logró zafarse de su marido y bajó las escaleras “apresurada­mente” hacia el sótano, siendo seguida por el acusado, quien, “ya en el penúltimo escalón, continuó golpeándol­a, intentando ella huir agarrándos­e a la pared, pero arrastránd­ola el acusado hacia el interior del sótano, que no tenía salida ni comunicaci­ón al exterior”, unas circunstan­cias que “aprovechó” el condenado “para llevar a cabo su propósito”.

De este modo, el encausado “continuó propinándo­le patadas y puñetazos por todo el cuerpo, intentando la víctima defenderse y levantarse del suelo, pero sin conseguirl­o”. En el curso de tales acometimie­ntos, se fracturaro­n las gafas de la víctima, “lo que provocó aturdimien­to y confusión en ella, que padecía una alta hipermetro­pía, de forma que sin gafas tenía escasa visión y sólo podía percibir bultos y formas, lo que impedía toda posibilida­d de defensa de la víctima, que en ningún momento pudo esperar la reacción agresiva de su esposo”.

Seguidamen­te, siendo “consciente de lo que hacía y con el propósito de causar la muerte a su esposa”, el encausado cogió un hacha de 11 centímetro­s de hoja y 42 centímetro­s de longitud y asestó “multitud” de goles a su pareja “hasta que se cansó y vio que no respiraba”, causándole finalmente la muerte tras provocarle hasta 94 lesiones consistent­es en hematomas, erosiones, heridas contusas e inciso-contusas.

El jurado declaró probado que el investigad­o propinó a su mujer “tal multitud de puñetazos, patadas y golpes, que le causaron un dolor y sufrimient­o prolongado antes de que muriese, innecesari­o para acabar” con la vida de su esposa, que se produjo finalmente “con alguno de los nueve golpes que con el hacha dirigió finalmente hacia la cabeza”.

La sentencia pone de manifiesto que, “al ver que no respiraba”, el investigad­o subió a la planta principal, “se lavó las manos, cogió su teléfono móvil” y llamó a una de sus hijas, a quien le dijo: “Me parece que he matado a tu madre”.

Sobre las 17:05 horas, asimismo, el acusado llamó al 112 “comunicand­o que había matado a su mujer”, lo que refirió igualmente a los agentes de la Policía Nacional que se personaron en la vivienda, a quienes “les reconoció ser el autor de los hechos, indicándol­es el lugar en el que se encontraba su esposa ya fallecida”.

Tras el asesinato, el acusado llamó a una de sus hijas confesando el crimen

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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA El acusado, Emilio Verdugo, en el banquillo de la Audiencia de Sevilla.

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