Diario de Jerez

UN DESPRECIO QUE PERJUDICA A TODOS

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

NO me gusta un pelo que un portavoz parlamenta­rio mande a la porra a la presidenta de la institució­n. Menos aún que una ministra refiera los delitos cometidos por quien fue ministro para achantar a un sobrino del condenado que hoy es diputado. Que se sepa, ni los hijos ni mucho menos los sobrinos tienen que explicar las conductas criminales de sus parientes. No me gusta nada que esa misma ministra apunte con nombre y apellidos a un periodista desde la bancada azul. ¿Y qué me dicen que un diputado haciendo sornas a costa de los pacientes de salud mental? ¿Y de otra ministra, altiva y soberbia, desprecian­do a un diputado que se interesó por la educación especial, un terreno que conoce bien por las necesidade­s de su hija? Podríamos seguir con la lista de episodios lamentable­s que hemos soportado en los últimos meses tanto en la Cámara andaluza como en el Congreso de los Diputados por representa­ntes de diferentes ideologías. A veces uno piensa si sufrimos una fauna en los parlamento­s más que una clase dirigente. El último hecho lamentable ocurrió ayer en las Cinco Llagas, cuando el diputado Antonio Martín Iglesias le dio clamorosam­ente la espalda a su compañera de partido Virginia Pérez, presidenta del PP sevillano, cuando ésta formulaba una pregunta a la consejera de Medio Ambiente. La actitud de Martín Iglesias, que conoce sobradamen­te el alcance de su gesto, puede ser calificada de muy diversas formas, ninguna de ellas positiva. La Cámara no está para expresar disconform­idades surgidas de luchas internas de partido, en las que Pérez ganó el congreso provincial. El Parlamento merece más respeto. Martín Iglesias, un veterano del PP que ha sido protagonis­ta de noticias positivas hasta por motivos extrapolít­icos, se equivocó ayer. Y él lo sabe, porque no es ningún loco. Ni un extremista, ni un desarraiga­do. Tiene muchísimos cauces para expresar sus críticas a la presidenta provincial, pero erró en las formas (groseras, infantiles e impropias de su trayectori­a) y en el sitio (el Parlamento, santuario de todo sistema democrátic­o). Puede discrepar con la presidenta, faltaría más; criticarla con argumentos, poner una denuncia en los juzgados si cree que hubo pucherazo en el congreso provincial, hacer presión para crear una corriente crítica, etcétera. Pero darle la espalda a una compañera de escaño y encima del partido, sabiendo que el tiro de la cámara de televisión es perfecto para la difusión del desprecio, lo deja a él, a sus superiores y a las siglas de la formación en muy mal lugar. Martín Iglesias sabe que tras el desprecio siempre viene la amargura. No se ha respetado ni a sí mismo. Así no se comporta un representa­nte público.

El diputado Martín Iglesias, un veterano del PP, sabe en su fuero interno que se ha equivocado con su grosería en el Parlamento

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