Los últimos esparteros
● Los hermanos Becerra continúan con el negocio familiar con 101 años de historia en Jerez
Juan Luis mantienen el negocio artesanal, con piezas que viajan por el mundo con sello jerezano
Antonio Becerra no era consciente cuando comenzó a trabajar con el esparto de la historia que marcarían sus manos. Historia de historias. 101 años dan para mucho y hoy sus hijos, Manuel y Juan Luis siguen transformando los hilos desde su taller de la calle Porvera. Son los últimos esparteros, guerreros de la artesanía que se mantienen en pie frente a la decoración impersonal. La espartería que se cobija en la muralla es alma de la ciudad, oficio señero y señorial, esparto que abrazaba las botas de vino y que ahora viaja por el mundo a través de alfombras y persianas.
“Mi padre comenzó en un taller de la calle Lancería, trabaja allí de lunes a viernes y los fines de semana venía aquí, sólo descansaba los domingos por la tarde. Su jefe se jubiló y él se quedó con el negocio, y después llegamos mi hermano y yo”, relata Manuel.
A los 16 años comenzaron los hermanos y tras un parón para realizar la mili, Manuel y Juan Luis volvieron a la espartería. “Esto es todo para nosotros. Es un trabajo artesanal poco valorado. Llevo 40 años aquí y hemos pasado por muchas rachas, pero ésta nos cogió por sorpresa”, declara Manuel. El artesano hace referencia a la crisis económica provocada por el coronavirus, unos meses que han sido duros para la familia: “Es muy complicado. Leo el periódico por las mañanas y sólo se habla de algunos sectores como los afectados por la crisis del Covid, cuando somos muchos más negocios los que lo hemos pasado muy mal o peor. La crisis nos ha pillado a todos, sin distinción”. “Hemos sobrevivido porque tenemos un negocio muy específico, una cosa muy concreta que no es común y además no tenemos trabajadores”, declara
Manuel. Hay que destacar que ahora se buscan mucho las fibras naturales para la decoración y aquí lo natural rebosa por las esquinas.
Las esteras y las cestas tapan el suelo, figuras de animales cuelgan de las paredes y Manuel se sienta en una pequeña banqueta de madera y esparto para crear cada uno de los pedidos. Muchas veces saca el banco a la calle y cose desde este pequeño rincón de la ciudad.