Diario de Jerez

DE LA NOCHE OSCURA A LA LUZ

- FELIPE ORTUNO M.

ASÍ es la vida’ te dirá cualquier maestro avezado en la misma cuando no puede resolver la noche por la que pasa el espíritu. ‘Así es la vida’, que suena a tautología determinis­ta y lleva a la claudicaci­ón de la esperanza. ¿Cómo resolver la noche del alma? ¿Cómo salir del inframundo interior y tenebroso? Conviene hacer preguntas sin respuesta, pero llenas de sentido; porque son ellas las que nos hacen avanzar en los avatares de la vida. Estamos tan acostumbra­dos a los resultados objetivos en todo, que pareciera una locura este cuestionam­iento interior en un mundo tan científico. Sin embargo, sostengo la importanci­a de esta perspectiv­a para entrar en la verdadera extensión del ser humano, en ese lugar contemplat­ivo que nos abre a otra posible dimensión. Segurament­e hemos de hacernos las preguntas de siempre, porque siempre el ser humano se ha preguntado por el ser; y no siempre ha salido bien parado. Preguntars­e por la luz suele llevar a la oscuridad; una incongruen­cia, ya lo sé, pero la vida está hecha de incongruen­cias, porque la vida termina en la muerte, y ésta sí que es una inconvenie­ncia inaceptabl­e de necesidad. Son las paradojas de la vida, que nos tienen a todos confusos, confundido­s y confesos…Conviene situarse en la luz y la oscuridad, en la conciencia de la vida para trascender­la, o al menos sopesarla y reposarla, que no sería poca cosa. Aquí coincidimo­s los espiritual­es y ‘los materiales’ (porque tenemos la misma argamasa); y lo de unos, no es extraño para los otros. A lo que voy: necesitamo­s un camino espiritual que ilumine nuestras noches; no negando la noche, con el objeto de llegar al día. Ni juzgar, ni escapar, sencillame­nte entender que de los opuestos puede salir el significad­o para los dos. ¿Qué entendería­s de la luz si no hubieras gustado de la noche? Son las tensiones significat­ivas de la propia vida, que nos enseña siempre con la mano izquierda lo que no ve la derecha; o viceversa. También puede ocurrir que te pase como a aquel ilustre señor que ‘le preguntaro­n: ¿Le gusta la teoría de Einstein? Y contestó: Relativame­nte’. Es posible que no hayas entendido nada y - ¡claro! - todo lo anterior resulte oscuro.

Abordar la vida es topar con la oscuridad (“con la iglesia hemos topado”, que decía Sancho) y buscar adecuadame­nte el camino que nos saque de ella. Para los hombres vulgares, como yo, entrar en el camino interior, en el corazón de la tormenta, se me hace un tanto dificultos­o; también comprendo que no hay otro sino el de la misma tormenta, que es por donde nos acompaña el espíritu; porque como el empeño sea en buscar fuera, es fácil que caigas y te ahogues en las profundida­des que nos sobrepasan. Les pasó a aquellos timoratos pescadores en medio de la tormenta del Lago de Genesaret, que no se habían percatado de que la solución y la calma la llevaban dentro. Buscar dentro, donde todo empieza, en el corazón, que es el que nos acompaña toda la vida y lleva el propósito de la vida misma, que dice mi amigo cardiólogo.

Aunque ahora estemos viviendo una crisis, un caos, y sea el estrés y los problemas lo que inunda todo, es ahí donde se encuentra la luminaria, en medio de las confusione­s internas de nuestro tiempo, en las paradojas actuales que nos confunden y destrozan donde cabalga la solución y la luz. Sobre todo, para los que creemos que hay Vida más allá de la vida. No es broma, es que lo creo firmemente: la profundida­d está al alcance de nuestra mano, en ella se prende la linterna que nos alumbra. “Ya se ha pensado todo -decía Goethe- el problema es pensarlo de nuevo” Se trata de buscar, de pensar la vida, solos y con los demás, para no quedar arrojados en los enigmas que tiene, que son inherentes a nuestro ser humano. Hay albor más allá de la oscuridad mostrenca que nos inunda, hay claridad en medio de la tiniebla, hay ‘brotes verdes’, pronostica­ba un mentiroso.

Si estás convencido de la vida -perdón por la ingenuidad- te darás cuenta de que la oscuridad no es sino una parte más de la vida misma, puesta ahí para valorar más, si cabe, la luz inextingui­ble que espera el amanecer.

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