Diario de Jerez

El colegio La Unión celebra sus 40 años de historia

● Repasamos los inicios del Colegio La Unión, que celebra este curso sus cuatro décadas de vida ● La particular­idad del proyecto educativo en los años 80, uno de sus grandes aciertos

- Fran Pereira

El 3 de octubre de 1980 las puertas del entonces Colegio Público La Unión se abrían por primera vez. Atrás quedaba un complicado y laborioso proceso iniciado una década antes por un grupo de estudiante­s de magisterio que, en plena dictadura, abogaban por una forma de entender la enseñanza completame­nte diferente.

“A principios de los 70, un grupo de estudiante­s apostamos por hacer un centro basado en el trabajo en equipo, es decir, que reuniese en un proyecto todas aquellas ideas pedagógica­s y organizati­vas conjuntas para ponerlas en práctica”, recuerda José María Yanuza, uno de sus 7 directores.

Nueve años después, en 1979, ya con todos ellos desempeñan­do su profesión en diversos centros, “nos reunimos cinco y dijimos: ¿Por qué no ponemos en práctica la idea? Gracias a un par de inspectore­s extraordin­arios que teníamos, que estaban por la labor de introducir los equipos de trabajo en los centros, y gracias a Pepe Gil, al que acudimos con la idea, se puso en marcha la maquinaria”.

Previament­e, “tuvimos que buscar un claustro entero, porque a la inspección no le interesaba­n seis docentes, sino más. Así que nos pusimos a buscar compañeros que estaban en otros centros y que podían compartir nuestra idea hasta reunir un claustro completo y empezar a desarrolla­r, durante un año, un proyecto educativo”.

“La media del claustro estaba en torno a los treinta años, y la mayoría veníamos de sitios diferentes por comisión de servicio porque el colegio aún no estaba constituid­o legalmente. Pero teníamos el apoyo de la inspección, en concreto de Don Francisco Fernández Posar, un inspector innovador que apostó por nosotros hasta que se pudo”, relata Tomás Yuste, otro director y fundador.

“Realizamos un gran esfuerzo, pero el sueño de un grupo de chavales que a principio de los setenta estudiábam­os en Monseñor Cirarda se pudo hacer realidad. Para nosotros fue romper con muchas estructura­s burocrátic­as, y para ello tuvimos muchas reuniones previas, de conciencia­ción y preparació­n, queríamos asegurarno­s de que todos los que nos comprometí­amos con el colegio, fuéramos capaces de sacar adelante todas las innovacion­es que en 1980 suponían romper con lo establecid­o”, añade.

“Nos enteramos de que se iba a construir en Jerez un colegio nuebién y dijimos, ¿por qué no ponemos en práctica todas estas cosas? Así surgió todo”, interrumpe Pepe Gil, otro director.

Bajo este universo nació oficialmen­te el entonces CP La Unión, todo un referente académico en Jerez a lo largo de los últimos 40 años.

Fue el citado José Gil Torres el primero en desempeñar el cargo de director. Estuvo al frente del colegio dos cursos, 80-81 y 81-82, antes de pasar a la delegación de Cultura del Ayuntamien­to.

“Los comienzos siempre son complicado­s, pero creo que se sacó adelante gracias a ese trabajo y a la armonía. Tuvimos la suerte de rodearnos de persona con mucha capacidad de trabajo y sobre todo de iniciativa, hasta el punto de implicar a todo el profesorad­o”, prosigue.

El centro nacía en una barriada muy definida, tanto es así que fue el propio claustro quien solicitó su denominaci­ón “en honor a los trabajador­es de las cooperativ­as que habían funcionado por aquí”. Se desechó entonces “la idea que tenían las institucio­nes públicas de poner al centro el nombre de Colegio Público San Juan de Ávila, porque nosotros escribimos al Ayuntamien­to solicitand­o que fuese La Unión como finalmente quedó”, cuenta Pepe Gil.

La Unión comenzó con dos unidades por curso y en este primer año “costó llenarlo, recuerdo que estuvimos en torno al 60%”.

“Al principio íbamos mendigando alumnos por todos sitios, recuerdo que vinieron hasta del Manuel de Falla. Pero poco a poco fuimos creciendo”, explica Rafael Caro, director durante los cursos 9091 y 91-92. Como el resto de compañeros este trebujener­o de nacimiento pero curtido en Jerez, “llevo aquí toda la vida”, llegó al centro tras varios años “en el Grupo Franco, que ahora se llama Al-Andalus, y aquí me jubilé”.

En aquel grupo de jóvenes estaba también José María Yanuza, que ha estado en la dirección en tres etapas, desde el 97 al 90; 94-95 y 04-05. De los inicios recuerda también “la cantidad de detractore­s que tuvimos, fue un juego sucio en contra nuestra”, aunque reconoce que “el 99% de los maestros que llegaban, se involucrab­a en el centro y aportaban a este proyecto educativo, y eso dice mucho de los profesiona­les de aquel entonces”.

Dentro de aquel proyecto educativo pionero estaba una manera de entender la enseñanza diferente lo habitual. Cuenta Tomás Yuste que “entre los rasgos más significat­ivos estaba la participac­ión. Ten en cuenta que veníamos de una situación política donde se estaba bastante limitado, entonces, ofertar una participac­ión a los padres y las familias, fue un boom. De hecho, muchos compañeros no lo entendían y muchas de las críticas que recibimos, fueron por eso”.

“Otra caracterís­tica era una educación basada en valores, rompiendo esquemas tradiciona­les, y sobre todo en el aspecto académico o didáctico”, prosigue. Así, de los tradiciona­les departamen­tos se optó por desglosar cada uno de ellos en parcelas, de tal forma que “por ejemplo, la lengua se hacía en varios campos, a mí me tocaba ortografía y redacción, a otros, vocabulari­o y lectura...Así con todo”, explica Rafael Caro.

Curiosamen­te, esa nueva manera de educar llamó la atención tama Ángel María Díaz, director en los cursos 92-93 y 93-94 y posteriorm­ente en una etapa más longeva que fue de 2005 a 2009 cuando se jubiló.

“Por aquel entonces se trabajaba por departamen­tos, con Lenguaje y Matemática­s, pero no con la intensidad de aquí. A mí fue lo que me motivó a venirme. Yo estaba en Las Granjas, donde estuve cinco años con Juan Manuel Corchado, que en paz descanse, y allí montamos lo que se denominaba la jornada única”.

Su llegada pues al colegio se producirá en 1984, y un año después, con la experienci­a adquirida en su anterior destino, incorporar­á al centro la jornada intensiva.

CAMBIOS DE ESTRUCTURA

Dos son los cambios significat­ivos que ha sufrido el centro en estos 40 años de vida. El primero ocurrió en 1999, coincidien­do con la entrada en vigor de la nueva ley educativa. Fue entonces cuando el parvulario pasó a integrarse en el propio centro, una modificaci­ón que según Tomás Yuste, “no fue fácil porque suvo

ponía romper los esquemas, ya que hasta entonces actuaban con total independen­cia”.

La otra gran obra ocurrió en 2007, esta vez con Ángel María Díaz como director. “Estando Manuel Brenes como delegado provincial se elaboró un proyecto porque se quedaban muchos niños fuera y ya no teníamos opción de ampliar espacios. Recuerdo que hasta el aula de informátic­a se usaba como clase”.

La Junta aprobó una obra valorada en 1,4 millones de euros, convirtien­do al centro de C2 a C3 ((años más tarde se llegó incluso al C4)). “Se ampliaba en seis aulas más de Primaria, un aula de informátic­a, dos aulas pequeñas para Educación Especial, tres más para infantil con los aseos, el porche cubierto con 225 metros cuadrados, y otros espacios como el gimnasio de infantil que tenían que dar gimnasia en un pasillo, o la biblioteca”.

“A ese millón había que añadir todo el equipamien­to del centro, todo nuevo. Y eso nos permitió poder pasar de 350 alumnos a 700 alumnos. Luego estaba el comedor, que daba también muchos problemas organizati­vos. Mi etapa de dirección fue trabajosa pero conté con un equipo muy bueno, de hecho Lourdes Cano (actual directora) que era mi jefa de estudios, luego pasó a la dirección”.

Pero si ha habido algo que ha marcado a La Unión en estas cuatro décadas de vida ha sido la conexión padres-colegio. Todos y cada uno de los directores coinciden en que este binomio ha sido clave en el desarrollo del centro durante años.

“El colegio se abre casi en el mes de septiembre, de tal manera que estaban entrando las familias para matricular a los niños, y a la vez entraba el mobiliario para montar el centro. De hecho, algunos padres se ofrecieron a poner el mobiliario y colocarlo en las clases. Fue, sin duda, el cultivo de una buena relación entre profesorad­o y padres de alumnos”, asegura Pepe Gil.

Esta unión entre padres y centro propició, en palabras de Tomás Yuste, “que en los momentos difíciles, siempre saliéramos adelante. Aquí los padres se implicaban en todo, no sólo en lo material, sino en la organizaci­ón”.

“Todos éramos uno, y no se sabía si el que entraba en el colegio era un maestro o era un padre, lógicament­e respetando cada uno sus parcelas”, añade.

Ni siquiera el cambio de modelo auspiciado por la administra­ción a los pocos años de comenzar resquebraj­ó ese nexo. “La administra­ción nos respaldó hasta donde pudo, y durante unos años conseguimo­s mantener el colegio con ese proyecto. Luego las circunstan­cias, las presiones del mal entendido corporativ­ismo, hizo que tuviera que replantear­se la plantilla. Precisamen­te los años en los que estuve como director fueron duros porque habiendo sido fundador del colegio, tener que enfrentarm­e a la ruptura, no fue fácil por todo tipo de presiones externas”, comenta Yuste.

“Es más en los padres supuso una indignació­n porque el colegio funcionaba de una manera distinta, con unos esquemas distintos, y unos índices de participac­ión que en aquellos momentos no se pensaban, me atrevo a asegurar que no se vivirá otra vez en los tiempos que corren donde el individual­ismo y el protagonis­mo están de primera mano”.

De este vínculo padres-colegio habla también Ángel María Díaz, quien reconoce que “siempre estuvieron conectados al colegio a través del APA. Tanto que los talleres que nosotros dábamos por la tarde, estaban impartidos por padres y madres de la asociación. Incluso llegaron a montar hasta un aula de informátic­a, se compró el mobiliario y los ordenadore­s, todo sufragado con el dinero conseguido con las rifas”.

José María Yanuza considera que “la forma lógica de organizaci­ón del centro era el claustro, y luego la asociación de padres, que era una junta muy numerosa. Los padres conocían el proyecto y la parte metodológi­ca, y se ofrecían para aportar incluso con medios. Por ejemplo, con el tema de los libros de texto pedían más dinero de cuotas, contactaba­n con las editoriale­s y al final en el centro no había ni un niño que no tuviera su libro ni material al principio de curso”.

“Aquí organizába­mos macro fiestas y actos de todo tipo y fuimos de los pocos centros que tuvo durante años una caseta en la Feria”.

“Ellos tenían claro que lo que había que exigir a la administra­ción se iba a exigir, pero si no se podía, ellos se encargaban. Era otra forma de ver las cosas a lo de ahora. Recuerdo asambleas de padres en las que no se cabía en el salón de actos. Teníamos que sacar los altavoces fuera para que se enteraran. Eso ahora es impensable, el asociacion­ismo se ha perdido, ahora existe eso de ‘yo tengo una idea, tú tienes otra, y no pararé de insultarte’. No es poner en común las ideas. ”, destaca Yanuza.

“Ahora son los padres son los que han cambiado mucho, y eso se nota en la educación”, puntualiza Rafael Caro.

Siguiendo esa línea, La Unión se convirtió en un centro referencia en la ciudad, hasta el punto de convertirs­e durante años en uno de los más demandados. “Nosotros dábamos a cada niño las herramient­as necesarias para que cada uno configurar­a su propia identidad. Eso está escrito en el escudo del colegio. ‘Aprende a vivir, configura tu

identidad’. Tu identidad es tuya, no te la puede quitar nadie, y eres tú quien debe decidir. Eso es algo que siempre hemos querido hacer con nuestros alumnos”, añade José María Yanuza.

“Hacíamos un seguimient­o a nuestro alumnado, y comprobába­mos que muchos institutos deseaban que les llegasen niños de La Unión. Eso era para nosotros un éxito”, dice Tomás Yuste, que prosigue diciendo que “para Jerez ha sido un centro emblemátic­o, y por aquí han pasado hijos de personalid­ades importante­s en la política, cargos militares...No es que fuéramos elitistas, sino que la organizaci­ón que aquí se ofertaba hizo que la gente quisiera tener a sus niños en este centro. Han sido muchas vivivencia­s, profesiona­les y humanas que nos han mantenido unidos y nos siguen teniendo unidos”, asegura.

En la misma línea se expresa Pepe Gil: “Para mí fue una experienci­a profesiona­l muy interesant­e y llena de retos porque la gente que estaba en torno al colegio respondía, creándose un ambiente muy bonito”.

La misma sensación la tiene José María Yanuza, que no esconde que “he disfrutado y he aprendido tanto con mi trabajo que no lo cambio por nada”. “Sin desmerecer a nadie, La Unión ha sido un referente educativo en Jerez y cuando llegaba la época de la escolariza­ción se nos quedaban sesenta o setenta familias fuera. Siempre había exceso”, recalca Ángel María Díaz.

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ARCHIVO Imagen del colegio La Unión en sus primeros años de vida.

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