Respuestas hirientes
Desde pequeñito me ha gustado el fútbol: verlo y jugarlo, aunque esto último nunca se me dio muy bien. Siempre me ponía de defensa derecho y mi única misión era achicar balones: “boleón y tente tieso”.
De mis tiempos de colegial recuerdo muchas cosas agradables y algunas no tanto. Una de las que no se me olvida fue algo que puede parecer insignificante, pero yo lo tengo grabado a fuego en mi mente, o quizás esté esculpido en mi corazón.
Estábamos en el recreo de un día cualquiera; jugábamos al fútbol. Aquél día lo hacía como defensa central. Me encontraba en la zona imaginaria del área grande. Venía un balón hacia mi demarcación, perfecto para darle una buena patada y alejarlo del peligro. Me dispuse a ello. Pero por la derecha apareció un compañero que estaba en mucha peor posición que la mía, pero quiso despejar él. En vez de hacerlo, le dio mal y el balón entró en nuestra portería. Yo sólo le dije: “quillo, ¿qué haces?, ¡estaba yo aquí!”, para hacerle ver que debía de habérmela dejado a mí.
El compañero de equipo y de curso, me miró y me contestó una frase que fue la que hizo que aquél acontecimiento tan nimio y de tan poca importancia, lo tenga aún en mi memoria. Podía haber dicho: “uy, no te había visto”, o “lo siento, creí que podía despejarla yo” o simplemente “perdona”. Pero no, su respuesta fue: “para que tú la falles, la fallo yo”.
Él no sabe bien lo mal que me sentó su réplica. Me hundió. Me dejó, como se dice: “la moral por los suelos”. ¡Cuántas veces nuestras respuestas pueden herir a los demás! Estoy seguro que el que metió el gol en propia meta ni pensaría que me pudiera haber hecho daño, y se le olvidaría en el momento. Pero a mí me dejó “hecho polvo”. Seguro que fue para excusarse de su horrible despeje, que ocasionó un gol en propia meta, pero aquello me hirió sensiblemente.
“Si alguien esté limpio de pecado, que tire la primera piedra”. Por eso, hoy deseo entonar un “mea culpa” a todos cuántos he podido perjudicar por mis posibles faltas de finura en mis contestaciones. Espero ser perdonado, como yo también, hice ya tiempo a mi compañero. Eso decimos en el “Padrenuestro”: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, así que, por parte de todos, que no se quede en una mera oración repetitiva, sino que sea cumplida.