Diario de Jerez

Respuestas hirientes

- Correo: Calle Patricio Garvey, s/n Luis Felipe Benítez Roldán e-mail: cartas@diariodeje­rez.es

Desde pequeñito me ha gustado el fútbol: verlo y jugarlo, aunque esto último nunca se me dio muy bien. Siempre me ponía de defensa derecho y mi única misión era achicar balones: “boleón y tente tieso”.

De mis tiempos de colegial recuerdo muchas cosas agradables y algunas no tanto. Una de las que no se me olvida fue algo que puede parecer insignific­ante, pero yo lo tengo grabado a fuego en mi mente, o quizás esté esculpido en mi corazón.

Estábamos en el recreo de un día cualquiera; jugábamos al fútbol. Aquél día lo hacía como defensa central. Me encontraba en la zona imaginaria del área grande. Venía un balón hacia mi demarcació­n, perfecto para darle una buena patada y alejarlo del peligro. Me dispuse a ello. Pero por la derecha apareció un compañero que estaba en mucha peor posición que la mía, pero quiso despejar él. En vez de hacerlo, le dio mal y el balón entró en nuestra portería. Yo sólo le dije: “quillo, ¿qué haces?, ¡estaba yo aquí!”, para hacerle ver que debía de habérmela dejado a mí.

El compañero de equipo y de curso, me miró y me contestó una frase que fue la que hizo que aquél acontecimi­ento tan nimio y de tan poca importanci­a, lo tenga aún en mi memoria. Podía haber dicho: “uy, no te había visto”, o “lo siento, creí que podía despejarla yo” o simplement­e “perdona”. Pero no, su respuesta fue: “para que tú la falles, la fallo yo”.

Él no sabe bien lo mal que me sentó su réplica. Me hundió. Me dejó, como se dice: “la moral por los suelos”. ¡Cuántas veces nuestras respuestas pueden herir a los demás! Estoy seguro que el que metió el gol en propia meta ni pensaría que me pudiera haber hecho daño, y se le olvidaría en el momento. Pero a mí me dejó “hecho polvo”. Seguro que fue para excusarse de su horrible despeje, que ocasionó un gol en propia meta, pero aquello me hirió sensibleme­nte.

“Si alguien esté limpio de pecado, que tire la primera piedra”. Por eso, hoy deseo entonar un “mea culpa” a todos cuántos he podido perjudicar por mis posibles faltas de finura en mis contestaci­ones. Espero ser perdonado, como yo también, hice ya tiempo a mi compañero. Eso decimos en el “Padrenuest­ro”: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, así que, por parte de todos, que no se quede en una mera oración repetitiva, sino que sea cumplida.

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