Diario de Jerez

Maneras de verlo y leerlo

● Representa­ciones olvidadas de nuestros vinos ● Del catavino a los cañeros

- José Luis Jiménez García

LOS vinos del Marco de Jerez son, como dijo la bodeguera e historiado­ra Carmen Borrego, hacedores de cultura. Con esta idea vamos a dedicar nuestro Rebusco de hoy con un variado de historias donde estos vinos se unen de manera singular con el arte, la tradición, la historia o personajes relevantes.

El paso del tiempo, al que hay que sumar el desinterés por elaborar una historia cultural - siempre reclamada en estas páginas de nuestros vinos, ha provocado que muchas de estas representa­ciones hayan quedado relegadas al olvido. Es mi propósito rescatarla­s y reivindica­rlas.

El reciente anuncio, por parte del presidente de la OIV (Organizaci­ón Internacio­nal del Vino), de declarar el 2024 como el año internacio­nal de la viña y el vino es una oportunida­d para alentar nuevas investigac­iones sobre este aspecto poco estudiado de los vinos de la zona.

JÁNDALO EN JEREZ

El diccionari­o de la Real Academia Española recoge que el jándalo es todo aquel que emigra a Andalucía desde otras regiones y vuelve a su tierra con la pronunciac­ión y los hábitos de los andaluces. Por extensión designa a los cántabros que marcharon a Cádiz, o Sevilla, a buscarse un futuro mejor.

Sobre uno estos, y la saga familiar vinculada con la industria vitiviníco­la de Jerez, un descendien­te de Iñigo Ruiz de Villegas y Tagle (1796-1866), contaría su historia en el libro Montañeses de Jerez (Eje, 2000). Una inmigració­n que transformó el sector del vino y la realidad social de la ciudad.

Nos referimos a Ignacio Ruiz de Villegas Herrera, nacido en Jerez en 1956.

Iñigo Ruiz de Villegas y Tagle, del que se conserva su retrato pintado por Luis Sevil, es el padre de Rodrigo Ruiz Pomar (18141899).

De su matrimonio con Benita Pérez y Pérez nacieron sus hijos: Antonio Rodrigo, Guillermo, Cristeta, Rodrigo, Ernesto (bisabuelo del autor del libro), Gerardo y Heriberto.

Rodrigo continuó y amplió el negocio creado por su padre. Una parte de él fue el embrión de la bodega de exportació­n, a nombre de sus hijos, A. R. Ruiz y Hnos., fundada en 1880. La otra parte siguió funcionand­o bajo la razón social de Ruiz Pomar Hnos., siendo su hermano Iñigo quien la llevaba más directamen­te.

DEL ORIGINAL A LA ETIQUETA

Una reciente visita al Centro de Documentac­ión del Flamenco, y gracias a la responsabl­e de sus fondos, Ana Tenorio, hemos podido localizar este dibujo pintado por el famoso ilustrador francés Georges Scott (1873-1943).

Colaborado­r habitual de la revista francesa L´Illustrati­on, Scott pintó este bello rostro de joven andaluza en el entorno de un exuberante jardín sevillano con naranjos.

El siguiente paso fue datarlo, averiguand­o que fue publicado en el número de diciembre de 1905, con el tituló de Gitane de Seville.

Esta imagen me recordó una vistosa etiqueta que disponía en mi colección, la que anunciaba el aperitivo de las bodegas sanluqueña de Enrique Moreno, Auranquina.

Hasta la fecha nadie había relacionad­o que el anónimo creativo gráfico de la Litografía Jerezana se había inspirado en el de Scott.

DE BRITÁNICOS

El 21 de marzo de 1920 el periódico madrileño El Fígaro publicaba las manifestac­iones del magnate de la prensa británica, Lord Northcliff­e, recogidas por el redactor

Eugenio Xammar.

Alfred Charles William Harmsworth, lord Northcliff­e, escritor y periodista irlandés, era el dueño de varios periódicos, entre ellos el Daily Mail y The Times.

Por aquellas fechas se había trasladado a España en un viaje en automóvil que le llevaría desde el País Vasco hasta Tanger, pasando por Madrid, Córdoba y Algeciras.

Entre los temas tratados comenta el de las relaciones comerciale­s entre España y Gran Bretaña, centrándos­e el caso del jerez y sus posibilida­des de reconquist­ar tan importante mercado después de finalizada la guerra: ‘Nuestros fabricante­s de whisky, gracias a una hábil propaganda, consiguier­on desacredit­ar en Inglaterra el vino de Jerez’, que el mismo estima ‘muy superior a los whiskys escoceses e irlandeses’.

Se preguntaba si los cosecheros y exportador­es jerezanos sabrían aprovechar esta nueva oportunida­d que se lea presentaba, como si hicieron los franceses con el coñac.

Otro inglés vendría a España, pero una década posterior y por más tiempo. Nos referimos al escritor y poeta Laurie Lee (19141997). De sus estancias en nuestro país dejó recuerdo en algunos de sus libros autobiográ­ficos, como en algún que otro de sus poemas.

En uno de ellos dejó escrito: ‘Pero creo que mi impresión más perdurable fue el sosegado señorío con que el español sabía beber’.

Tal vez lo dijera después de que pasara por Jerez y degustara los vinos en alguna bodega, que suponemos podría ser las de Williams&Humbert, o Sandeman.

La impresión de ese recuerdo se plasmó en su poema ‘Stork in Jerez’ (Cigueña en Jerez), donde expresa el sentimient­o que le produce ver esta ave paseando entre las botas de vino en un patio de bodega.

Su primera estrofa dice así: ‘White arched loops of silence, / the winery Lies asleep in spices, where the ancient woods, / Piled in solera, dripping with years of flavor, / distil their golden smoke in the shadows’.

Su biógrafa, Valerie Grove, recoge este detalle de su paso por nuestra ciudad: ‘...and knew exactly where to get the best sherry in Jerez’. Todo un buen conocedor de los vinos de Jerez’.

DE CATAVINOS Y CAÑEROS

‘Tu sandunga y un cigarro / Y una caña de Jerez, / Mi jamelgo y un trabuco, / Que más gloria puede haber?’.

Esta estrofa forma parte de una canción popular andaluza que Julio Verne reproduce en su libro Héctor Servadac, escrito en 1877.

La misma que el flamencólo­go Augusto Butler selecciona para su libro Jerez en la canción popular andaluza (1962).

Como escribe Julio Caro Baroja: “El andalucism­o es un género literario, musical y pictórico, muy en boga de 1830 a 1860”.

Una opinión que el especialis­ta en arte, Luis Quesada, recogía en el catálogo editado por el Banco Bilbao en 1987 La vida cotidiana en la pintura andaluza del XIX.

Y con el título La vida cotidiana en la pintura andaluza, el mismo Quesada ampliaba esta visión con un documentad­o trabajo.

De algunos de los pintores más representa­tivos de la pintura española de la segunda mitad del XIX y primera década del XX hemos elegido alguna de sus obras donde el vino, como la forma en el éste se sirve, ya en catavino o en vaso de caña, nos proporcion­a una informació­n

El pintor sevillano, Gonzalo Bilbao (1860-1936), es considerad­o como el más caracteriz­ado renovador del costumbris­mo romántico en el primer regionalis­mo sevillano de entresiglo­s.

En su cuadro fechado en 1897, Tablao flamenco, presenta una imagen romántica renovada que correspond­e al conocido local El Burrero, de Sevilla. Realmente se trata de un café-cantante en el que aparecen, entre otras, las hermanas calés Juana y Concha, esta última llamada La Carbonera, acompañada­s del cantaor Chacón y del guitarrist­a Antonio Pérez.

No falta, para completar una escenifica­ción al uso, entre otros elementos, ‘los catavinos con los caldos de la alegría sobre la silla de enea’.

Esta pintura se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, legado de Juan Ángel Larrea en 1975.

Un recipiente para cañas, muy similar, es el que también vemos en la decoración de un gran abanico que se conserva en el Centro de Documentac­ión del f lamemco, de Jerez. Una escena costumbris­ta en una venta cercana a Sevilla.

Pieza más sofisticad­a de cañero, con botella incluida, lo tenemos en la escena de una fiesta f lamenca privada, ya dando las claras del día, del cuadro La canción, de Eugenio Vivó Tarín.

Y la típica caña es la que se observa en el mostrador, junto a un barril de Palo Cortado. El primer plano un elegante majo compone la ilustració­n de Ángel Díaz Huertas. Portada de la revista Blanco y Negro del 18 de septiembre de 1921.

En cambio, en el bodegón con frutas y botella de vino que se expone en el Museo de Carmona, cuya autora es Carmen Vega Ledesma, una elegante copa es la que sirve para el vino de Jerez que se indica en la etiqueta de la botella. Pintura datada en 1900.

Un catavino clásico es el usado por la joven andaluza, con elegante mantón, en la postal promociona­l de principios del siglo XX. En la otra mano lleva una botella de manzanilla Pastora.

Otra pista de todo lo expuesto es el cuadro Andaluces en la venta, (circa 1898) de José Rico Cejudo, que se puede ver en el Museo Carmen Thyssen, de Málaga.

El experto Esteban Casado comenta así este cuadro: ‘Y es que la acusación a su maestro José García Ramos –que es casi por antonomasi­a el maestro del cuadro de costumbres andaluzas y que igualmente parecería extensible al discípulo Rico Cejudo– de crear una Andalucía falsa en correspond­encia con la literatura de los Álvarez Quintero, se deshace cuando tenemos presente que aunque hubo ciertament­e una Andalucía trágica y de conflictos sociales, también existió la de las cruces de mayo, las tertulias de patio, los curas de misa, olla y chocolate o copita de fino; en suma, la de una cotidianid­ad amable que fue la que se llevó a los lienzos.

Rico Cejudo se asemeja a García Ramos en el carácter alegre y en su amor a Sevilla. O como escribiera el también pintor Virgilio Mattoni del propio Rico tras describirl­o como chispeante y decidor, ‘recuerdo’ de García Ramos, y pintor de la alegría y del movimiento, sus cuadros huelen a ‘manzanilla fina’.

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 ?? ?? 7.- Tablao flamenco, de Gonzalo Bilbao.
7.- Tablao flamenco, de Gonzalo Bilbao.
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8.- Escena de una venta en un abanico de finales del XIX.
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9.- Portada de la revista Blanco y Negro, por Ángel Díaz Huertas.
 ?? ?? 10.- El bodeguero Iñigo Ruiz de Villegas Tagle pintado por Luis Sevil.
10.- El bodeguero Iñigo Ruiz de Villegas Tagle pintado por Luis Sevil.
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11.Lord Northcliff­e y el jerez, 1920.

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