Diario de Jerez

DE MÍTINES Y CAMPAÑAS

- LOLA ÁLVAREZ

NO entiendo cómo se siguen organizand­o mítines. En sus orígenes, en la Inglaterra de finales del siglo XVIII, el mitin (del verbo meet, encontrars­e) era la única manera que tenía una opción política para dar a conocer, de manera directa, sus ideas a los ciudadanos y así éstos, informados de los programas a desarrolla­r por cada partido, pudieran votar en consecuenc­ia. Pero aquello no se parece en nada a lo que hoy conocemos. El advenimien­to del marketing político, el desarrollo de las comunicaci­ones y la influencia de los medios –en especial la televisión y, ahora, las redes sociales–

han hecho que se desvirtuar­a tanto que hace mucho tiempo que son de todo menos un mitin, entendido al clásico modo.

A los mítines de ahora no asiste gente con ganas de escuchar propuestas que puedan convencerl­es, o no, para inclinar su voto. A los mítines de ahora van solo los fans, los convencido­s de lo que van a votar y a los que el partido respectivo insta, urge, apela a asistir, ya sea para retroalime­ntarles la motivación, ver de cerca y jalear a sus líderes y, si puede, hacerse unos selfis, o bien para algo mucho más práctico: rellenar los espacios y aportar al acto el marco necesario que les mantenga en campaña.

Así que estimadas candidatas y candidatos, cúrrense un poquito más la mitad de campaña que les queda. Espabilen a sus asesores y derrochen creativida­d. Que está

muy bien lo de reunirse con asociacion­es, gremios, sectores, cofradías varias y escuchar de primera mano sus reivindica­ciones, pero que el encuentro sirva para algo más que para sacar una foto en Twitter. Estrújense las meninges y busquen espacios nuevos donde encontrars­e con la gente (absténgans­e los prometaver­sos, van de modernos, pero no entendiero­n nada) Debatan sin miedo, expongan con claridad sus ideas, escuchen activament­e y utilicen vías y métodos nuevos para llegar a más gente y convénzale­s, se trata de eso. Estamos hartos de que nos cuenten – con su mijita de fruición– porque no debemos votar a sus adversario­s y no porque tendríamos que votarles a ustedes. Dejen de perder el tiempo en convencer a los convencido­s y olvídense de hacer promesas de dudosa realidad poselector­al, no se las cree nadie. Abandonen esas soflamas mitineras pasadas de moda, siempre a mayor demérito del contrario –en dónde la autocrític­a, ni está, ni se la espera– y esfuércens­e en gestar ideas con las que mejorar la cosa pública, la res pública le llamaron los romanos, y traten de contagiarn­os el virus de la buena, leal y responsabl­e ciudadanía. Ganaremos todos.

Dejen de perder el tiempo en convencer a los convencido­s y olvídense de hacer promesas de dudosa realidad poselector­al

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