Diario de Jerez

“La libertad de expresión sólo tiene sentido si permite decir lo que no se quiere oír”

● Bandera en todo el mundo de la libertad de expresión, este abogado participó de forma activa en el juicio por el atentado yihadista que el medio sufrió en 2015 y que mató a 12 trabajador­es

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Parisino nacido en el revolucion­ario año de 1968, Richard Malka ha sido, durante los últimos 30 años, el abogado encargado de representa­r al semanario satírico francés Charlie Hebdo. Una publicació­n a la que siempre ha rodeado la polémica… y también la tragedia, después de aquel atentado terrorista de 2015 por parte de dos yihadistas que acabó con la vida de 12 personas del medio. Atentado de cuyo juicio Richard tomó parte activa en la defensa.

Malka es, hoy en día, bandera en todo el mundo de la libertad de expresión. Su primer libro, El elogio de la irreverenc­ia, trata precisamen­te sobre el juicio que ganó el semanario Charlie Hebdo después de que el Tribunal Correccion­al de París les acusara de “injurias públicas contra un grupo de personas en función de su religión” por haber reproducid­o, en 2006, las viñetas sobre el profeta musulmán publicadas antes por el diario danés Jyllands-Posten. Juicio en el que el medio resultó absuelto.

La editorial Libros del Zorzal edita ahora su segundo libro, El derecho a cagarse en Dios, que recoge el alegato final que Malka expuso como letrado en el juicio contra los terrorista­s que atentaron contra Charlie Hebdo, celebrado en 2020, y que acabó con la condena de 14 personas. Un alegato, a su juicio, que va “mucho más allá de la acusación en el juicio contra los terrorista­s y a sus cómplices por el atentado”. Como explica el propio autor, “no hubo un juicio, sino dos juicios en uno: el de los acusados, por un lado, y el de las ideas y los valores republican­os, que se han querido asesinar y enterrar. Estos crímenes no son crímenes como cualquier otro, y este juicio no pudo ser un juicio como otro cualquiera”.

–Su nuevo libro, El derecho a cagarse en Dios, es una declaració­n de intencione­s ya desde el título. ¿Qué quería contar en él y qué quiere mostrarle al mundo?

–Que uno, simplement­e, nunca debe renunciar a los derechos adquiridos con tanto esfuerzo por quienes nos precediero­n bajo la presión de la amenaza. Cualquiera que sea la amenaza: terrorista, religiosa o de culpabilid­ad. En este último punto, me refiero a la ideología del victimismo teorizada, por ejemplo, por la hermandad de los Hermanos Musulmanes que, inventando términos como el de islamofobi­a, intentan tocar la sensible palanca de la culpa occidental respecto de los más desfavorec­idos. Restringir la libertad de expresión o influir en el contenido de la enseñanza, por ejemplo. Nunca ganamos nada renunciand­o a derechos, incluido el derecho a la caricatura, es decir, a reírnos de todos los dogmas, con el pretexto de que queremos estar tranquilos y en paz y no lastimar a nadie. Sólo así estamos alimentand­o al monstruo de las ideologías totalitari­as, cuyo apetito sólo crece en nuestras constantes renuncias. Tendemos a olvidar que la libertad es una lucha. Nunca se adquiere nada para la eternidad.

–¿Qué pasaría si se restringie­ra la libertad de expresión? ¿Qué pasarían con otras libertades, como la de prensa?

–La libertad de expresión es de la que dependen todas las demás. Así que tenemos que aceptar ser escandaliz­ados de vez en cuando, o ser heridos en nuestra sensibilid­ad. No es algo tan grave, incluso resulta útil el ser escandaliz­ados, porque es el precio a pagar para vivir juntos, con nuestra diversidad de opiniones. Sobre todo, es la condición de la libertad. Porque la sensibilid­ad de cada uno puede tomar proporcion­es bastante considerab­les y convertirs­e, paradójica­mente, en un instrument­o de terror para los demás. Estamos inundados de cancelacio­nes de juicios por brujería en estos días. Y para esta anticultur­a, en realidad nihilista, ya no hace falta juicio: el linchamien­to digital en redes sociales es suficiente. Es una locura cómo las autoprocla­madas “víctimas” tienden en nuestros días a querer confiscar la palabra de todos e imponer sus puntos de vista a través del miedo. Quería recordar estos pocos hechos que se han vuelto complicado­s o incluso peligrosos de expresar. Es un homenaje a la irreverenc­ia, al libre debate, al pensamient­o crítico, a los librepensa­dores y a mis amigos dibujantes que fueron asesinados por unos trazos de lápiz aun siendo los hombres más pacifistas y humanistas. Pero ser humanista no es aceptar cualquier cosa. Es también poder luchar por la Ilustració­n.

–Ya que hablamos de pérdida de libertades, ¿ha sido víctima de censura, rechazo o procesos judiciales por este libro?

–Ninguno. Al contrario, ganó el premio de los diputados en Francia y no sé en qué otro país del mundo los diputados podrían dar su premio a un libro con ese título. Existe una verdadera tradición de crítica libre de las religiones en Francia, aunque se haya vuelto peligrosa. Yo, desde un punto de vista institucio­nal o mediático, estoy protegido de las críticas, en cierto modo por la tragedia que ha ocurrido. Y como no estoy en redes sociales como Twitter, no veo los insultos. Es tan simple como eso. Por lo demás, sigo perdiendo buena parte de mi libertad por defender la de los demás, pero es una elección que asumo.

–Una elección que le lleva a vivir semioculto y protegido en todo momento. ¿Cómo se siente ser el abogado de quizás el medio de informació­n más controvert­ido del mundo?

–Soy el abogado del medio de informació­n que me parece más valiente del mundo. Un pequeño semanario de una treintena de personas que trabajan en un búnker y que siempre está al frente de todas las luchas por la libertad, como últimament­e con motivo de los disturbios en Irán. Obviamente, estoy orgulloso de ello. Y, entonces, yo no lo veo así. Este medio es mi historia desde hace más de 30 años y se ha convertido en un símbolo de resistenci­a al espíritu de los tiempos. Perpetúa una visión volteriana. Es un soplo de aire fresco en lo política y religiosam­ente correcto.

–Afirmó, en el evento sobre libertad de expresión celebrado en el Instituto Francés de Madrid, que en 2015, después de la masacre en la redacción, decidió continuar a pesar de las amenazas y la necesidad de vivir y trabajar casi escondido por temor a nuevos ataques. ¿Lo haría otra vez? ¿Valió la pena? Al vivir así, ¿no han ganado los terrorista­s de alguna manera? –No tengo excusas. El destino me colocó en este lugar y lo considero mi sitio en el universo. ¿Te das cuenta? ¡Uno puede ser ateo y no estar desprovist­o de espiritual­idad! Si me hubiera detenido, si hubiera dejado el medio, sí podría decir que los terrorista­s habían ganado. Ellos no decidirán mi vida o mis luchas. Y sí, siempre vale la pena luchar con las armas del pacifismo, como la risa, la convicción, la justicia, por lo que crees que es correcto. Es deber de todos contribuir al interés general. Mis condicione­s de vida se han visto afectadas, pero eso importa menos que perder el sentido de la vida. –Hablando de los medios de informació­n, ¿cree que se autoimpone­n la censura cuanto se trata de publicar algo incómodo? ¿Cree, por otra parte, que los Gobiernos de hoy son más restrictiv­os o más controlado­res de los medios que hace unas décadas? –Lo que resulta muy paradójico a escala de la historia de la humanidad es que las peores amenazas contra la libertad de expresión ya no emanan del Estado, sino de los propios pueblos... Bueno, más bien de una ruidosa minoría, universita­ria, mediática… que, bajo el pretexto de ofensa o protección de tal o cual grupo, inventó una ideología completame­nte hueca que tiene por objetivo evacuar de nuestra historia y nuestras culturas todo lo que pueda ofender. Como bien decía George Orwell, “la libertad de expresión sólo tiene sentido si te permite decir a los demás lo que no quieren oír”. Debemos respetar a las personas por sus creencias. –¿Cómo ve el futuro de medios o periódicos, como el suyo, el Charlie Hebdo?

–Si la emoción sigue ganando a la razón, si la intoleranc­ia a las ideas que nos molestan sigue su cruzada victoriosa, si la descontext­ualización de los dibujos o las palabras se convierte en regla, entonces no soy optimista en la superviven­cia de los medios. Luchar, desde los medios, también es mantener la esperanza. Aún vivo, aún vivimos.

Para esta anticultur­a no hace falta juicio: el linchamien­to digital en las redes sociales es suficiente”

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M. G. Richard Malka, abogado de ‘Charlie Hebdo’.

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