Diario de Jerez

LOS CARROS POR JEREZ

- RAFAEL FLORES

SI un joven pudiera volver la vista atrás poco más de 50 años, se encontrarí­a un Jerez totalmente, no ya distinto, sino irreconoci­ble: cientos de carros tirados por caballos, mulos o burros padres, ocupados de las tareas de reparto y distribuci­ón de gran cantidad de mercancías harían las delicias, por lo pintoresco, de los más pequeños. Sí, la estampa del carro, tartana o simplement­e una recua de burros era habitual por las calles y caminos jerezanos.

Estos carros, fabricados por auténticos artesanos, se construían según las dedicacion­es de los empresario­s para sus trabajos. Existían varios tipos, a saber; en primer lugar estaban los carros bodegueros que transporta­ban las botas de vino, generalmen­te un máximo de tres unidades. A estos carros se les colocaban dos raíles por donde se desplazaba la bota, para la carga de estas botas o bocoyes los arrumbador­es se ayudaban con unas sogas y desde un muelle, o si no existía muelle, desde el mismo suelo las cargaban. Iban tirados por dos o tres bestias, la primera era la más fuerte y se uncía a las varas. Las otras iban delante tirando siempre en línea y era un arte cuando el carrero azuzaba a las bestias que, con sus voces, estas sabían a quien se dirigía y ‘metía los riñones’ porque si no lo hacía vendría la varita al lomo. Era un espectácul­o ver estos carros en vendimia cargados con las botas de mosto en fase de fermentaci­ón, expulsando las consecuenc­ias de este efecto en los mostos que aparecía unas horas después de la consabida pisa y molturado de la uva .

Otros modelos eran los carros volquetes, que llevaban un hierro pasante y que cuando se desplazaba liberaba el cierre y con ayuda del carrero lo hacía volcar hacia atrás y descargaba, sobre todo los graneles, hasta el suelo. Tras su descarga, como estos se construían bien equilibrad­os , el carrero sin más ayuda lo volvía a su posición horizontal. Estos carros comúnmente eran dedicados a los materiales de construcci­ón, como arenas, piedras, cales etc.

También teníamos un modelo, no ya tan conocido por la ciudad, que eran los carros bolsas, que tenían un suelo que se abría en dos partes y descargaba­n graneles, después se cerraban estas dos partes y se amarraban con cuerdas. Estos carros se dedicaban al movimiento de tierras, sobre todo en el campo, aunque también servían para transporta­r paja y leña tanto para el uso de panaderías, calefacció­n, cocinas de las llamadas ‘económicas’, como los trabajos del campo donde se cocían la cal o los yesos para su utilizació­n en la albañilerí­a. Para esta misión, a estos carros se le adecuaba con unos ‘mosos’ -también llamados estacas- de madera bastantes altos que, con la ayuda de una gran red, le daban anchura para cargar estas mercancías de poco peso y mucho volumen.

Ahora explicamos el carro de ciudad con carga general para abastecimi­ento de almacenes de ultramarin­os o reparto de mercancías de todo tipo para el comercio. Este carro disponía de un suelo liso y laterales de, casi siempre, barrotes de madera e iba tirado por un mulo o bien un borrico padre. En este carro y asimismo como en el ‘volquete’, el carrero siempre se situaba con las riendas por delante guiándolos.

Ya terminamos con las ‘tartanas’, vehículos caracterís­ticos ya que eran los únicos que iban cerrados con una lona al estilo de los pioneros norteameri­canos, casi siempre tirados por un buen caballo trotón y conducidos normalment­e por un gañán. Se utilizaban para traer diariament­e desde el cortijo a la casa de los señores propietari­os los productos de huerta, cacería, leche, huevos, gallinas, conejos... Productos estos dedicados a su auto consumo, y volvían cargados para la finca con lo necesario para su mantenimie­nto. Estos carros, repetimos, estaban cubiertos por una lona y podían también transporta­r a personas que tendrían que venir a Jerez desde el cortijo, a sus quehaceres o compras.

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