Diario de Jerez

XXVIII FESTIVAL DE JEREZ

● La bailaora sevillana ha clausurado el festival con el estreno absoluto de ‘Siempre Manuela’, gira con la que dice adiós a los escenarios tras más de más de 50 años bailando

- Valeria Reyes Soto

Manuela Carrasco ha sido durante toda su carrera guardiana de la pureza, defensora del flamenco más tradiciona­l y la primera mujer gitana en ganar el Premio Nacional de Danza en 2007. Tras 50 años subida a los escenarios, la bailaora ha puesto el punto y aparte a la 28 edición del Festival de Jerez, y el primer punto del punto final a su carrera artística. Desde ahora, la sevillana girará con Siempre Manuela, una despedida que la llevará por escenarios de todo el mundo durante dos años.

Para este espectácul­o, Carrasco ha apostado por el baile flamenco, sin más argumento ni confluenci­a dancística que la de mostrar su baile. Manuela Carrasco siempre ha luchado para que los cánones se mantengan intactos. Flamenco de raíz, flamenco ortodoxo. Eva Yerbabuena la definió como “maestra de maestros, modelo de f lamencura, espejo en el que mirarse para bailar e incluso para vestirse en el escenario”.

La bailaora sevillana ha estado acompañada al baile por su hija Manuela Carrasco, al cante por Enrique El Extremeño, Manuel Tañé y Rubio de Pruna, al toque por Pedro Sierra y Marcos de Silvia, al violín por Samuel Cortés y a la percusión por su hijo José Carrasco.

El artista invitado ha sido Jesús Méndez. Todos ellos compañeros de profesión que le aportan la inspiració­n y la admiración necesarias para su florecimie­nto sobre el escenario.

Siempre Manuela ha comenzado con una proyección evocando recuerdos de su niñez y de cómo empezó a sentir en las venas esto del baile. Y si Farruquito recordó a su abuelo Farruco y trajo a su hijo Juan El Moreno para cederle de alguna manera el testigo, Manuela Carrasco ha hecho lo propio recordando a su padre, José Carrasco ‘El Sordo’, y protagoniz­ando junto a su hija, también Manuela Carrasco, un entrañable momento del espectácul­o.

Sobre el escenario también ha habido lugar para el recuerdo de su marido, recienteme­nte fallecido, Joaquín Amador. Con una guitarra colocada sobre la silla, la trianera ha querido rendir un pequeño homenaje a su compañero y confidente desde los 17 años, “con el que roneaba a escondidas”. Aunque la artista ha reconocido que esta pérdida ha aplacado sus ganas de bailar, Carrasco, gran conocedora del baile jondo y abanderada de la gitanería, ha salido al escenario del Villamarta demostrand­o ser lo que es, una mujer guardiana del flamenco.

Si un color distingue a Manuela Carrasco ese es el rojo, presente en el escenario mediante una franja central a la que la bailaora sevillana se ha dirigido en el último momento, acompañada de Enrique el Extremeño, que le ha dado especial soporte a su maestra. También el rojo estaba presente en uno de los mantones, en la flor de su pelo, en sus zapatos y en sus labios y uñas rojas. El color de la fuerza, la pasión y la seguridad es el color de Manuela Carrasco.

“Sin ningún guión que asfixie su baile puro, la hija del ‘Sordo’ hundirá por última vez sus tacones en las tablas para hacernos sentir toda la fuerza de unas formas casi perdidas hoy en día, pero que siguen presentes en ella, siempre flamenca, siempre Manuela”, reza el programa del espectácul­o. Y si la bailaora ha hundido sus tacones en las tablas, especialme­nte con la soleá final, el público la ha ensalzado con sus aplausos, aplausos de admiración y agradecimi­ento por llevar 50 años siendo seña e identidad del baile flamenco, del baile gitano.

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