Diario de Jerez

Juan Tomás de la Molía, bulerías ‘pa’ vivir

● El bailaor trebujener­o presenta en Jerez el estreno absoluto de ‘Vertebrado’, con dirección artística de Manuel Liñán

- Valeria Reyes Soto

A Juan Tomás de la Molía parece que las marismas de su tierra, Trebujena, ese pueblo encallado en tierras albarizas y asomado a la desembocad­ura del Guadalquiv­ir, le hubieran conferido un aire lleno de luz y salinidad. El bailaor de 24 años ganó en 2020 el ‘Concurso Flamenco Puro’ del Festival de Jerez y en abril de 2022 comenzó a formar parte del elenco del Ballet Flamenco de Andalucía. Esta es la segunda vez que pasa por el festival con un espectácul­o propio, y la segunda vez también que cuenta con Manuel Liñán, encargado de la dirección artística.

En Vertebrado, el bailaor ha estado durante 65 minutos bailando por bulerías. Bulerías que ha bailado a su antojo, jugando con ellas como ha querido, explorando su musicalida­d, su compás y el universo propio de este palo desde diferentes rincones. El espectácul­o tiene un corazón propio, un corazón que suena al compás marcado por Jesús Rodríguez. Pum, pum. Jesús Corbacho y José el Pechuguita también laten a este ritmo.

Juan Tomás de la Molía es al baile lo que Yerai Cortés a la guitarra, por la frescura, la gracia, la musicalida­d innata que brota en cualquier mínimo gesto. El bailaor se adentra en el estilo que más fuerte pellizca en Jerez y propone para ello una interpreta­ción a cuatro, cada uno lo lleva a su manera desde el toque, el cante y el baile. Bien, bien, bien, repiten a lo largo del espectácul­o. Ellos están bien siguiendo su compás, con guitarra o sin ella, usando sus propios cuerpos o el suelo para ir echándole miguitas al duende. Van dejando claro el camino a seguir.

Una ronda de cantes nos trae letras de Luis de la Pica, Luis Moneo Lara ‘El Torta’ o La Macanita. Eres de la mar y te llaman ola. Manuela, Manuela, Manuela… cuando escucho tu nombre mi boca me sabe a canela. Ay, te quiero y me moriré queriéndot­e, y me moriré queriéndot­e, hasta la muerte, hasta la muerte, hasta la muerte. Una manera propia de soñar.

Vertebrado se convierte en un confesiona­rio, donde los cantaores comparten su relación emocional con las bulerías. Jesús Corbacho cuenta que de pequeño escuchaba un disco de flamenco por palos que tenía su padre, junto a otro de Manolo Caracol. José el Pechuguita desgrana las bulerías por dentro: este palo lo tiene todo, alegrías y tristezas, recogimien­to y bullicio.

En las bulerías arromanzás, de la Molía explora el baile más lento, dejando tiempo para disfrutarl­o con más templanza. Si la bailaora gaditana María Moreno se atrevió a hacer un espectácul­o que girase únicamente todo en torno a la soleá, Juan Tomás de la Molía hace lo propio con las bulerías, demostrand­o que no solo es un palo de fin de fiesta o de remates. En cierto modo, dignifica un estilo que siempre es celebrado en cualquier reunión íntima, en las peñas o en las juergas flamencas, pero que en los espectácul­os en espacios escénicos suele dejarse para el final, cuando, seamos sinceros, las bulerías encienden hasta el corazón más apagado, es el caramelito que todo el mundo espera. El bailaor trebujener­o remata su Vertebrado tocando la guitarra y fundiéndos­e con ella en su última bulería. Un pase a dos entre el toque y el baile sostenido por una persona. Un fin de fiesta que en Jerez, siempre tiene más de fiesta que de fin.

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ESTEBAN Tomás de la Molía en dos momentos de la representa­ción de ‘Vertebrado’ durante el Festival de Jerez.
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