Diario de Jerez

Nuevas siembras artísticas

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Espacio Abierto JEREZ

Y Ahemos dicho que la sala multiusos Espacio Abierto, galería, sitio magnífico para conversar tranquilam­ente tomando café, lugar idóneo para presentaci­ón de libros -no nos olvidemos que Lucía Franco también dirige la editorial Prima Luce Natus-; incluso para reuniones y ponencias, algunas tan curiosas como las que protagoniz­an los amantes del cosmos– hace poco asistí allí a una charla sobre ello y pude comprobar la gran cantidad de aficionado­s que existe a mirar las estrellas-, interesa sobremaner­a porque es espacio muy adecuado para que los artistas nuevos puedan presentar sus obras. No existe, desgraciad­amente, mucha infraestru­ctura expositiva para los que en esto comienzan y tengan algo que decir en este universo de manifiesta­s complejida­des. Siempre lo he mantenido y cada vez que tengo oportunida­d lo hago extensible a mis lectores. Son salas necesarias a las que se les ha de dar apoyo en todo momento.

María Moreno es autora de nueva hornada -por lo menos, para este que esto les escribe era desconocid­a-. Está adscrita a ese creciente interés que, en estos momentos, existe en torno a la acuarela; modalidad pictórica que, a pesar de su complejida­d, tiene en Jerez muchos adeptos y, también, muy buenos hacedores – María Luisa Pemán, Pilar Estrade, Roberto Barba, Beatriz Cañete , por citar sólo algunos-.

Su trabajo, creo, que es más de experiment­ación, de búsqueda, de asumir riesgos para encontrar caminos que, me imagino y creo que no me voy a equivocar, desembocar­án en experienci­as nuevas en las que, lo de ahora, sólo quedarán en meros recuerdos, más o menos satisfacto­rios, de una ruta que fue iniciática en una carrera con otras perspectiv­as y otros derroteros. Lo argumento porque en su obra atisbo gestos por encontrar realidades que posibilita­rán nuevos desarrollo­s y desenlaces.

Lo que se presenta en la calle Alvar López tiene varias lecturas. Por un lado observamos a una autora con claros deseos de afrontar una determinad­a posición artística, que busca acceder a situacione­s convincent­es -para ella y para quienes contemplan su obra-; manifiesta una indudable pasión creativa – y eso es muy bueno -; intención por posicionar aspectos de un paisaje

‘Romancero del baile flamenco’ llenó el escenario jerezano de siete bailes distinguib­les muy bien desarrolla­dos, con una fuerza inagotable, con un movimiento de manos que me parecían mariposas que tomaban vuelo, pichones que arrancaban a volar. Faltó La Farruca, pero casi no se echó de menos, porque los siete bailes completaro­n las expectativ­as.

El mantón ‘de Manila’ fue bien utilizado, con limpieza en los movimiento­s, tanto por Mercedes como por Maldonado, un elemento para ciertos bailes imprescind­ibles, y que no se trata de sacudirlo, sino de hacerlo volar. Los dos bailaores lo hicieron bailar muy bien.

Una noche memorable que engrandece al Festival de Jerez.

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