Diario de Noticias (Spain)

El escritor que no inventó el final

- POR Alicia Ezker

El escritor tenía en sí mismo al mejor protagonis­ta para su historia, al ministro llegado del mundo del periodismo y la cultura, al que desde el primer momento se criticó y miró con lupa y no se le perdonó ninguna de sus palabras, ni de antes, ni de ahora. Pero él sabía que no estaba en una novela sino protagoniz­ando la vida real, y que en la realidad, cuando alguien adquiere un compromiso público de tan alto nivel y más en un Gobierno que llega a serlo tras una moción de censura que tumba al anterior por la corrupción y la falta de transparen­cia, no sirve ocultar una parte de la verdad. Y tampoco sirve justificar­se después diciendo que lo que él hizo era práctica habitual entre autores, periodista­s de ingresos como los suyos (nada que ver con la profesión), actores, actrices, escritoras, novelistas... Que lo hicieran muchos no lo convierte en bueno. Una cosa es lo legal y otra lo moral. Huerta fue sancionado a pagar 366.000 euros a Hacienda por 218.000 euros que dejó de pagar en sus declaracio­nes de 2006, 2007 y 2008, porque declaraba a través de una sociedad, lo que le permitía tributar menos. Solo por esto Huerta nunca debía haber sido ministro ni de Cultura ni de nada, y menos de Sánchez, que duramente había criticado esta práctica fraudulent­a hasta llegar a decir que echaría de su equipo a quien creara una sociedad para pagar menos impuestos. Huerta no tenía otra salida que irse. Pero en su despedida y en el acto que le convertía ya en personaje no de novela sino de la historia de la política al ser el ministro más breve, con tan solo siete días de mandato, tuvo algunas frases propias de un escritor que merece la pena recoger. Dijo Huerta, y comparto sus palabras, que “vivimos en una sociedad ahogada por el ruido y la informació­n interesada, donde la inocencia no vale nada ante la jauría”. Pero olvidó añadir que programas televisivo­s como el que le encumbraro­n poco aportan a la verdadera informació­n y mucho menos al mundo de la cultura –al que dijo amar y defender con su salida del Gobierno, más bien lo contrario– forman parte del ruido mediático que tantas veces ahoga la verdad. Su llegada al ministerio no ha hecho otra cosa que dañar aquello que dice defender, la cultura, un sector que necesita en su gestión pública profesiona­les capaces de dejar su ego para trabajar por los demás. Se equivocaro­n los dos, Sánchez al proponerle y Huerta al aceptar. Conocían el guión, pero creyeron que podían cambiar la realidad como si fuera una novela más, en la que el autor dirige el final de la historia. Esta vez se lo escribiero­n. ●

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