Insensata ejemplaridad
Al señor Huerta, don Màxim, el cargo le vino gigante ya en el mismo momento de ofrecérselo, pues jamás se le debió confiar un ministerio a un defraudador de 256.778 euros mediante una sociedad instrumental para pagar la mitad de impuestos y deducirse gastos ajenos a la actividad profesional. Precisamente por ello calló cual muerto ante Sánchez, creyéndose su propia falacia de que tal elusión fiscal plasmada en condena pública no iba a conocerse, una flagrante insensatez tratándose de un periodista curtido en las intrigas capitalinas. Tan increíble resulta semejante imprudencia como que sopesara mantener a ese irresponsable ministro un presidente investido por pura higiene democrática frente una corrupción del PP sin atisbo de asunción de responsabilidades.
Más cuando el listón de la pulcritud ética se ha situado en dos cremas y Huerta era un cadáver político pasto de una reprobación segura por las siglas que han restaurado al PSOE en Moncloa. La crisis acabó como debía, con la dimisión forzada en cuestión de horas, para no quebrar más la imagen de un Gobierno solvente, feminista y humanitario, así como para hacer virtud de la necesidad consolidando un nítido estándar de ejemplaridad. Desde la obviedad de que a quien sangra la caja común no se le debe legitimar para defenderla. Punto. ●