La ciudad como ecosistema
Para Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, las urbes son “las causantes principales” de haber superado todas las líneas rojas de la sostenibilidad, de ahí que deban transformarse
PAMPLONA – La 5ª edición del Congreso Internacional de Arquitectura y Sociedad finalizó ayer con opiniones contundentes entre las que destacó las de Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, para quien las ciudades “son las grandes causantes” de que la humanidad haya rebasado todas “las líneas rojas” del desarrollo sostenible, por lo que “tenemos que pensar cómo las cambiamos”, porque si seguimos así, derrochando y consumiendo recursos de manera masiva, “no tenemos para más de 70 años”. El experto compartió sesión con Deyan Sudjic, director del Design Museum de Londres, que defendió las urbes como lugares de tolerancia “donde pueden coexistir varias culturas”. Antes intervinieron las arquitectas Belinda Tato y Farshid Moussavi, que coincidieron en señalar la importancia de los espacios públicos como “generadores de ciudadanía”.
Salvador Rueda, que el 22 de mayo presentó la Carta de Barcelona para la planificación ecosistémica de las ciudades y las metrópolis, que ya recoge adhesiones (cartaurbanismoecosistemico.com/), se declaró un “pesimista activo” ante el futuro. Tal y como subrayó, la mayoría de la población mundial ya vive en ciudades, “con 800 millones de personas que viven en la más absoluta miseria y marginalinalidad”, y a mediados de este siglo esa cifra se elevará hasta el 70%. “El desarrollo urbano en los últimos tiempos ha tomado como ejemplo el funcionalismo y el resultado es devastador”, provocando que tres importantes variables hayan superado los límites. Es el caso de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, así como del nitrógeno y del fósforo; del problema de la biodiversidad, con más de cien extinciones al año, y de la acidez del agua. Asimismo, las cifras estimadas hasta ahora de incremento de las temperaturas “se están poniendo en cuestión” y seguramente serán mucho mayores, y las generación de metano alcanza “cantidades industriales”. Estos y otros parámetros provocarán “un movimiento brutal de masas” y “las principales causantes” de ellos son las ciudades, así que “lo primero que tenemos que pensar es ver cómo las cambiamos”, es decir, cómo “regeneramos las que ya tenemos”. “No podemos esconder la cabeza bajo el ala” ni acudir a soluciones parciales; “hay que transformarlas; todo depende de cómo las organizamos a partir de hoy”, destacó Rueda, convencido de que “tenemos una oportunidad a nivel de acción” que tiene mucho que ver con el cambio de paradigma. “Estamos pasando de la era industrial a la era de la información y del conocimiento; un cambio que nos puede permitir acomodarnos a las leyes de la naturaleza”. Y es que, hasta ahora el que consumía más era el líder de la economía; más suelo, más energía, más materiales, “a costa de un desarrollo insostenible”. Y lo que es peor, “ya hay voces que dicen que estamos saliendo de la crisis”, y se están repitiendo los comportamientos relacionados con la construcción de vivienda, la fabricación de coches, etcétera. “Así no tenemos para más de 70 años; de lo que se trata es de desmaterializar la economía, de cambiar el metabolismo” y de pasar de las lógicas lineales practicadas hasta ahora, con todos los sectores actuando por separado, a “lógicas sistémicas donde permanezca la transdisciplinariedad”. “Empecemos a definir la ciudad como un ecosistema, el más complejo que ha creado la especie humana; fuera de esa definición no hay nada”, subrayó.
“La ciudad versa sobre la tolerancia; es un lugar donde pueden coexistir distintas culturas”
DEYAN SUDJIC LAS SUPERMANZANAS Salvador Rueda lleva 30 años defendiendo “un modelo urbano más ecológico” que se pueda repetir y “aplicar rápidamente”, porque no queda tiempo. Un modelo con indicadores “para determinar el equilibrio ecosistémico” que posibiliten “saber en qué medida hemos cambiado lo que teníamos”. Algo así como un análisis de sangre de la ciudad, que no deja de ser “un sistema de proporciones”. A su juicio, las supermanzanas son ese modelo. Se trata de células urbanas de 400 por 400 metros donde el tráfico motorizado se disminuye al máximo y los espacios públicos para los peatones ganan valor. Este tipo de organización se rige por principios como la compacidad, esto es, donde todo está más cerca y “podemos movernos a pie o en transporte público”; la accesibilidad; las zonas peatonales; el control del ruido, la contaminación, la seguridad; la complejidad –“una ciudad comienza cuando hay tolerancia, intercambio de opiniones, resolución de conflictos”–; y la hiperconectividad, que permite el flujo del conocimiento. La cohesión social es otro de los efectos de esta estructura, y de ella se derivan los procesos de participación tan importantes para el cambio, según Salvador Rueda, que dijo no entender cómo es posible que si las ciudades son las responsables de lo que sucede, “a qué viene que solo se les dedique el 15% de los Presupuestos Generales del Estado”, cuando en países como Dinamarca se les destina el más del 60%.
Director del Design Museum de Londres
“El desarrollo urbano ha tomado como ejemplo el funcionalismo y el resultado es devastador”
SALVADOR RUEDA Dtor Agencia de Ecología Urbana de BCN
EL CIGARRO DEL FUTURO La última mesa del congreso tuvo lugar por la tarde y estuvo protagonizada por Jan Gehl y Jaime Lerner, a quien el moderador, José María Ezquiaga, calificó de “maestros de maestros, auténticas leyendas vivas del urbanismo mundial”. Gehl, que ha trabajado los centros urbanos de Sidney, Nueva York, Moscú o Conpenhague, incidió en su idea de “la ciudad de las personas”. Una ciudad “en la que puedan pasear, sentarse, hacer deporte o ir en bicicleta al trabajo”. “Hemos estado muy obsesionados con la movilidad y hemos perdido la capacidad de hacer barrios donde sea un placer crecer y envejecer”, aseguró el danés.
En su caso, el exalcalde de Curitiba Jaime Lerner, consideró el coche “como el cigarro del futuro para las ciudades y las personas”. “No es que no vayamos a fabricar o tener más coches, sino que surgirá una manera diferente de utilizar el coche, para viajes largos o para el ocio, pero cambiará su uso en la ciudad” afirmó. “El camino hacia el futuro es el transporte público”, sostuvo. El también Premio Máximo de Medio Ambiente (1990), otorgado por las Naciones Unidas, indicó que en las ciudades actuales el primer problema es la movilidad, seguido de la sostenibilidad y de la convivencia. ●