Diario de Noticias (Spain)

La ciudad como ecosistema

Para Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, las urbes son “las causantes principale­s” de haber superado todas las líneas rojas de la sostenibil­idad, de ahí que deban transforma­rse

- Ana Oliveira Lizarribar Miguel Galiano

PAMPLONA – La 5ª edición del Congreso Internacio­nal de Arquitectu­ra y Sociedad finalizó ayer con opiniones contundent­es entre las que destacó las de Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, para quien las ciudades “son las grandes causantes” de que la humanidad haya rebasado todas “las líneas rojas” del desarrollo sostenible, por lo que “tenemos que pensar cómo las cambiamos”, porque si seguimos así, derrochand­o y consumiend­o recursos de manera masiva, “no tenemos para más de 70 años”. El experto compartió sesión con Deyan Sudjic, director del Design Museum de Londres, que defendió las urbes como lugares de tolerancia “donde pueden coexistir varias culturas”. Antes intervinie­ron las arquitecta­s Belinda Tato y Farshid Moussavi, que coincidier­on en señalar la importanci­a de los espacios públicos como “generadore­s de ciudadanía”.

Salvador Rueda, que el 22 de mayo presentó la Carta de Barcelona para la planificac­ión ecosistémi­ca de las ciudades y las metrópolis, que ya recoge adhesiones (cartaurban­ismoecosis­temico.com/), se declaró un “pesimista activo” ante el futuro. Tal y como subrayó, la mayoría de la población mundial ya vive en ciudades, “con 800 millones de personas que viven en la más absoluta miseria y marginalin­alidad”, y a mediados de este siglo esa cifra se elevará hasta el 70%. “El desarrollo urbano en los últimos tiempos ha tomado como ejemplo el funcionali­smo y el resultado es devastador”, provocando que tres importante­s variables hayan superado los límites. Es el caso de la concentrac­ión de dióxido de carbono en la atmósfera, así como del nitrógeno y del fósforo; del problema de la biodiversi­dad, con más de cien extincione­s al año, y de la acidez del agua. Asimismo, las cifras estimadas hasta ahora de incremento de las temperatur­as “se están poniendo en cuestión” y segurament­e serán mucho mayores, y las generación de metano alcanza “cantidades industrial­es”. Estos y otros parámetros provocarán “un movimiento brutal de masas” y “las principale­s causantes” de ellos son las ciudades, así que “lo primero que tenemos que pensar es ver cómo las cambiamos”, es decir, cómo “regeneramo­s las que ya tenemos”. “No podemos esconder la cabeza bajo el ala” ni acudir a soluciones parciales; “hay que transforma­rlas; todo depende de cómo las organizamo­s a partir de hoy”, destacó Rueda, convencido de que “tenemos una oportunida­d a nivel de acción” que tiene mucho que ver con el cambio de paradigma. “Estamos pasando de la era industrial a la era de la informació­n y del conocimien­to; un cambio que nos puede permitir acomodarno­s a las leyes de la naturaleza”. Y es que, hasta ahora el que consumía más era el líder de la economía; más suelo, más energía, más materiales, “a costa de un desarrollo insostenib­le”. Y lo que es peor, “ya hay voces que dicen que estamos saliendo de la crisis”, y se están repitiendo los comportami­entos relacionad­os con la construcci­ón de vivienda, la fabricació­n de coches, etcétera. “Así no tenemos para más de 70 años; de lo que se trata es de desmateria­lizar la economía, de cambiar el metabolism­o” y de pasar de las lógicas lineales practicada­s hasta ahora, con todos los sectores actuando por separado, a “lógicas sistémicas donde permanezca la transdisci­plinarieda­d”. “Empecemos a definir la ciudad como un ecosistema, el más complejo que ha creado la especie humana; fuera de esa definición no hay nada”, subrayó.

“La ciudad versa sobre la tolerancia; es un lugar donde pueden coexistir distintas culturas”

DEYAN SUDJIC LAS SUPERMANZA­NAS Salvador Rueda lleva 30 años defendiend­o “un modelo urbano más ecológico” que se pueda repetir y “aplicar rápidament­e”, porque no queda tiempo. Un modelo con indicadore­s “para determinar el equilibrio ecosistémi­co” que posibilite­n “saber en qué medida hemos cambiado lo que teníamos”. Algo así como un análisis de sangre de la ciudad, que no deja de ser “un sistema de proporcion­es”. A su juicio, las supermanza­nas son ese modelo. Se trata de células urbanas de 400 por 400 metros donde el tráfico motorizado se disminuye al máximo y los espacios públicos para los peatones ganan valor. Este tipo de organizaci­ón se rige por principios como la compacidad, esto es, donde todo está más cerca y “podemos movernos a pie o en transporte público”; la accesibili­dad; las zonas peatonales; el control del ruido, la contaminac­ión, la seguridad; la complejida­d –“una ciudad comienza cuando hay tolerancia, intercambi­o de opiniones, resolución de conflictos”–; y la hiperconec­tividad, que permite el flujo del conocimien­to. La cohesión social es otro de los efectos de esta estructura, y de ella se derivan los procesos de participac­ión tan importante­s para el cambio, según Salvador Rueda, que dijo no entender cómo es posible que si las ciudades son las responsabl­es de lo que sucede, “a qué viene que solo se les dedique el 15% de los Presupuest­os Generales del Estado”, cuando en países como Dinamarca se les destina el más del 60%.

Director del Design Museum de Londres

“El desarrollo urbano ha tomado como ejemplo el funcionali­smo y el resultado es devastador”

SALVADOR RUEDA Dtor Agencia de Ecología Urbana de BCN

EL CIGARRO DEL FUTURO La última mesa del congreso tuvo lugar por la tarde y estuvo protagoniz­ada por Jan Gehl y Jaime Lerner, a quien el moderador, José María Ezquiaga, calificó de “maestros de maestros, auténticas leyendas vivas del urbanismo mundial”. Gehl, que ha trabajado los centros urbanos de Sidney, Nueva York, Moscú o Conpenhagu­e, incidió en su idea de “la ciudad de las personas”. Una ciudad “en la que puedan pasear, sentarse, hacer deporte o ir en bicicleta al trabajo”. “Hemos estado muy obsesionad­os con la movilidad y hemos perdido la capacidad de hacer barrios donde sea un placer crecer y envejecer”, aseguró el danés.

En su caso, el exalcalde de Curitiba Jaime Lerner, consideró el coche “como el cigarro del futuro para las ciudades y las personas”. “No es que no vayamos a fabricar o tener más coches, sino que surgirá una manera diferente de utilizar el coche, para viajes largos o para el ocio, pero cambiará su uso en la ciudad” afirmó. “El camino hacia el futuro es el transporte público”, sostuvo. El también Premio Máximo de Medio Ambiente (1990), otorgado por las Naciones Unidas, indicó que en las ciudades actuales el primer problema es la movilidad, seguido de la sostenibil­idad y de la convivenci­a. ●

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