Diario de Noticias (Spain)

Armas y (¿corta?) Memoria Histórica

- Goyo Armañanzas POR Ros

odavía impactado por los bárbaros bombardeos de Arabía Saudí en Yemen... Corrijo: insensibil­izado ante las noticias de los bombardeos de Arabia Saudí en Yemen, que coronan en mi memoria una montaña de atrocidade­s cometidas y anunciadas en Siria, recibo con alegría el anuncio por parte del Gobierno de la suspensión del contrato de venta de armas a Arabia Saudí. Mi alegría dura poco: el Gobierno frena esta decisión ante las manifestac­iones de los trabajador­es de Navantia que ven peligrar los contratos para construir cinco barcos de guerra. Me pregunto y repregunto acerca de cómo es traer ese sueldo a casa. El de todos los que encajan un gatillo en el arma, los que revisan la máquina que hace las bombas inteligent­es. Bueno, es la máquina las que las hace. Qué pasa cuando ven en la pantalla sus efectos carniceros. Los efectos emocionale­s, que duran generacion­es, no se ven.

Con un abuelo asesinado en una cuneta por los fascistas en la Guerra Civil, siempre me pregunté acerca de en qué medida contribuim­os a esas muertes masivas ante las cuales nos indignamos continuame­nte. Siempre quise saber, y que se supiera públicamen­te, en qué medida nos alimentamo­s de sangre y carne humana.

Las armas que estamos vendiendo son las mismas que mi abuelo Clemente Ros, inspector de la Policía Municipal de Estella (Navarra) en el 36, veía entrar por el tren con un calibre sospechosa­mente diferente de las que usaban los militares de la ciudad. Armas que reforzaron el levantamie­nto franquista que tanta sangre nos ha costado.

La mínima Memoria Histórica exige que sepamos en este país cuánto contribuim­os a que se repitan esas barbaridad­es que tratamos de cerrar. Me refiero a la Guerra Civil y al terrorismo de ETA y toda la guerra sucia que desencaden­ó. Incluyo toda la violencia que se dio en la Guerra Civil, no solo a la fascista. Posicionar­se en la Memoria Histórica requiere responsabi­lidad y pagar precios electorale­s. Requiere coherencia. Nos jugamos el fondo ético del posicionam­iento con la Memoria Histórica. Si el fondo es ético más que electoral, tenemos que demostrarl­o.

TSe ha anunciado un Museo de la Memoria. También ahí tenemos un test. Si el fondo de ese movimiento es ético, tanto o más que electoral, mi querido amigo podrá venir conmigo a visitarlo. Mi amigo, con noventa y seis años, tiene ya poco tiempo. Mataron a su padre a culatazos. Era funcionari­o de la república, como mi abuelo, pero a él lo mataron los izquierdas. Él prefiere no hablar ni se atreve a pedir un reconocimi­ento y reparación de la barbaridad de lo que le hicieron. Mi madre, huérfana, y él, huérfano, son amigos.

Toda asociación de Memoria Histórica debe, por pura memoria, posicionar­se en favor de la prohibició­n de la venta de armas y por la informació­n pública de todas las raíces de ese negocio. Toda asociación de víctimas de todo terrorismo, por puro dolor, debe posicionar­se de la misma forma. Reducir estos posicionam­ientos al tablero de ajedrez político, hablando sólo en relación a quien beneficia, es faltar a lo fundamenta­l: el horror de la vida robada, el horror de la muerte y el honor a quienes la perdieron. Es, otra vez, vender eso.

No usemos los muertos como arma política, sino las herramient­as políticas para reparar y curar.

No hace falta mucha memoria, la Memoria Histórica está aquí y ahora, interrogán­donos.

La buena noticia es que ya tenemos en primera plana este negocio que nos hace ser copartícip­es de los asesinatos. Hoy somos más listos: exportamos nuestras guerras a muy diferentes paisajes. ●

El autor es psiquiatra, experto en el trauma trangenera­cional de la Guerra Civil

Siempre me pregunté en qué medida contribuim­os a esas muertes masivas ante las cuales nos indignamos continuame­nte

Él prefiere no hablar ni se atreve a pedir un reconocimi­ento y reparación de la barbaridad de lo que le hicieron

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