Calma tensa en Muniáin de la Solana bajo vigilancia policial
Los vecinos de los arrestados afirman estar “afectados, extrañados y asustados” por los hechos
MUNIÁIN DE LA SOLANA – La vivienda en Muniáin de la Solana de los presuntos responsables de la tragedia estaba ayer, un día después de los sucesos, vacía y cerrada a cal y canto, custodiada por sendos coches de la Policía Foral. Todos sus residentes han optado por abandonar la localidad de forma indefinida pero la ropa sigue tendida en el balcón y unas sillas de mimbre están colocadas en la calle, apoyadas en la fachada de la casa junto a una bicicleta, como el tiempo se hubiera congelado.
El ambiente que se respira en las calles del municipio es de tranquilidad, tan solo enrarecido por la presencia de agentes policiales controlando el acceso de entrada a la localidad y, por otro lado, de algunas cámaras de televisiones estatales interesadas en la noticia. Al margen de esto, un grupo de madres juega con sus hijas en el parque y una empleada repasa con pintura blanca el letrero de Se vende en el palacio barroco frente a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Los vecinos de Muniáin aseguran estar “afectados” por lo sucedido y “extrañados”, ya que los acusados, tras al menos veinte años afincados en el municipio, “no generaban problemas ni era gente conflictiva; los chavales estaban muy integrados, salían por ahí a tomar un pincho y cogían el coche para irse al río a bañarse”.
La familia, de etnia gitana, estaba formada por el matrimonio (Juan Carlos Jiménez y su mujer) y sus cinco hijos, una mujer (Amparo) y cuatro varones. El padre y dos de los hijos son los presuntamente implicados en el suceso –Juan Carlos es el mayor y Emilio, el tercero en edad tras Amparo–.
Los vecinos de Muniáin añadieron sobre la hija de la familia que antes de casarse y marcharse a vivir a Cáseda estaba “integrada” en la vida local, aunque puntualizaron que no lo estaba tanto en comparación con sus hermanos, que tenían incluso cuadrilla en el municipio. De su marido Julio –hijo y hermano de las víctimas–, con el que se casó hace dos años, prevalece en el pueblo un recuerdo de ser una persona con un trato “de lo más normal y educado” con los demás.
DENUNCIAS PREVIAS Uno de los vecinos añadió que “la gente está asustada” por las consecuencias que pueda acarrear el suceso en la localidad y que la familia “era pacífica pero marcaba su espacio. Los hijos hicieron migas con la gente pero hubo alguna denuncia contra el padre por algún altercado durante las fiestas patronales. Su mujer era muy brava”, concluyó.
La familia se caracterizaba por su afición al mundo de la caza. En concreto, el padre fue guarda del coto de la localidad hace algunos años. De profesión, se dedicaban al ámbito de la chatarra.