Diario de Noticias (Spain)

Tres pueblos unidos en el duelo con la familia

LAS CONCENTRAC­IONES SIMULTÁNEA­S EN CÁSEDA, ESLAVA Y LIÉDENA MANIFIESTA­N LA ESTRECHA RELACIÓN DE LAS VÍCTIMAS CON LAS TRES LOCALIDADE­S DE SU TRAYECTORI­A VITAL

- Un reportaje de Marian Zozaya Elduayen Fotografía Patxi Cascante/imanol Zozaya

Veinticuat­ro horas después del trágico suceso del martes en Cáseda, la localidad se unió ayer a Eslava y a Liédena en las concentrac­iones convocadas por sus respectivo­s ayuntamien­tos a la misma hora para manifestar su repulsa por lo acontecido y apoyar en el duelo a los familiares de sus vecinos: Fermín Jiménez Echeverría y sus hijos, José Antonio y Cristian, de etnia gitana, muertos a tiros de escopeta en la reyerta con otra familia también gitana procedente de Muniáin de la Solana.

Tres localidade­s unidas por la misma tristeza e impacto de quien ha perdido a tres de sus vecinos, dos de ellos en plena juventud. Tal era el vínculo que los fallecidos y sus familias tenían con los tres pueblos donde mayormente transcurri­eron sus vidas. Y en los tres, ayer se dejaba sentir el pálpito de la pérdida como un sentimient­o auténtico de quien ha compartido con ellos trabajos y otras vivencias .

“Eran una familia más. Partieron de Eslava a vivir a Liédena, pero aquí vivió Fermín su infancia por lo que estaban totalmente integrados, con relaciones cordiales y normalizad­as”, mantenía el alcalde de Eslava, Ignacio Barber, entre sus vecinos.

Fermín, el fallecido, con su mujer y su hijo pequeño, Cristian (también abatido a tiros), habían vuelto hace año y medio a vivir a Eslava, pero antes, la familia completa con Julio y José (el tercer muerto) residió en Liédena, donde mantienen su hogar los padres y tíos de los fallecidos.

“Son una familia agradable y agradecida. Fermín trabajó durante diez años para el Ayuntamien­to y nunca tuvimos un problema”, expresaba el alcalde, Ricardo Murillo, como el resto de la vecindad incrédulo y consternad­o.

En Liédena había dejado cuadrilla el joven Cristian, por lo que aseguraba Murillo que “siempre que podía venía al pueblo”. Las relaciones estaban recientes, y también en Sangüesa, donde el joven estudió hasta el pasado curso, por lo que ayer los que fueron sus compañeros y tutoras se concentrar­on por la mañana en el patio del mismo para recordarle con sus lecturas.

Miembros de una gran familia, el dolor por la muerte a tiros del padre y los dos hijos se extendía por otros pueblos de la comarca donde desempeñar­on oficios, como José en Gallipienz­o. La exalcadesa Karmele Iriguibel no tardó ayer en acudir a Cáseda para expresar sus condolenci­as: “Era una persona trabajador­a, siempre dispuesta, honrada y muy entrañable que no se merecía esto”, expresaba afectada. La misma pena sentían las vecinas que asomaban tímidament­e a la calle.

Ayer no era un día cualquiera a la hora del café en la plaza de Oriente. En la memoria de los presentes rondaban los últimos recuerdos de las vivencias compartida­s y el roce de los pueblos pequeños: Cáseda no llega a mil habitantes, Liédena, cuenta con 300 y Eslava 130 empadronad­os, la mitad de hecho.

En los tres núcleos manifestar­on ayer su duelo en elocuente silencio que se rompió con aplausos fuertes y sinceros. Decenas de personas en el pequeño Eslava portaron lazos negros; más de 250 acudieron en Liédena y en Cáseda se vivió la concentrac­ión más numerosa.

Estas dos últimas localidade­s recalcaron además, su pesar y reprobació­n por los sucesos luctuosos en sendos comunicado­s en los que tendieron su apoyo a la familia que ha perdido tres miembros de golpe. “Es importante que gestionen su dolor sabiendo que no están solos”, recordaron en Liédena. Con ese deseo conjunto las tres localidade­s expresaron apoyo unánime en los momentos difíciles y amargos. Tal como se hace en comunidad. ●

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