Pablo Sarasate, patrimonio de Pamplona y Navarra
Hoy se cumplen ciento diez años de la muerte de nuestro artista más universal, Pablo Sarasate. Como es bien sabido, Sarasate fue uno de los grandes violinistas del siglo XIX y uno de los personajes más admirados en su época: era llamado el mago del violín o el moderno Paganini, el público acudía en masa a escucharle y las entradas de sus conciertos se revendían, algo similar a lo que ocurre con las estrellas actuales del pop; escritores célebres como Arthur Conan Doyle o Herman Hesse lo introdujeron en sus novelas o poemas, y pintores de la talla de Whistler le retrataron. Su secreto radicaba en su perfecta técnica y su maravilloso sonido. Pero, además, hoy en día sigue siendo uno de los compositores españoles más conocidos e interpretados internacionalmente, y continúa siendo un referente en el ámbito del violín.
A pesar de que Sarasate fijó su residencia en París desde que marchó a estudiar en el Conservatorio de la capital francesa con once años, siempre mantuvo una vinculación especial con Pamplona, su ciudad natal. No faltaba a su cita anual en San Fermín, organizando y subvencionando los famosos Conciertos Matinales de las fiestas con la Orquesta Santa Cecilia –actual Sinfónica de Navarra–, auténtica atracción de los sanfermines de esa época junto con los toros. Legó además al Ayuntamiento de Pamplona todas sus joyas, regalos, condecoraciones, cuadros, diplomas, bustos y recuerdos, además de los muebles y objetos de su casa de París y sus violines y arcos (exceptuando los Stradivarius), con la condición de que “habrán de instalarse en una sala especial, bien accesible al público, que llevará mi nombre”. Donó también a la ciudad su biblioteca musical completa, que se custodia en el Archivo Municipal y constituye una de las mejores colecciones del mundo en literatura violinística. Y dispuso en su testamento generosas cantidades de dinero destinadas a la Casa de Misericordia, a los pobres de la ciudad y a la Escuela de Música Municipal, actual Conservatorio.
El afecto de Sarasate por Pamplona fue recíproco. Además de los calurosos recibimientos y agasajos que recibía en cada estancia, durante su vida tuvo varios reconocimientos importantes por parte de sus paisanos: en 1893 se descubrió una lápida conmemorativa en el lugar que ocupaba su casa natal en la calle de San Nicolás (actualmente nº 19-21); en 1898 se le entregó un libro de firmas de los habitantes de Pamplona; en 1900 se le nombró Hijo Predilecto de la ciudad; y en 1908 las autoridades pamplonesas gestionaron la concesión de la Gran Cruz de Alfonso XII.
Sarasate sigue presente en la memoria colectiva de los navarros, pero no sólo porque da nombre a uno de los principales paseos de Pamplona o porque varias esculturas con su figura adornan la ciudad, sino sobre todo porque su música sigue sonando, porque hemos podido disfrutar hasta hace pocos años del prestigioso Concurso Internacional de Violín (la última edición, en 2015, en el contexto de Sarasate Live!, ¿volverá a convocarlo el Gobierno de Navarra?) y porque, en una acertada actuación con motivo del centenario de su fallecimiento en 2008, la antigua Sala-museo ubicada en el Archivo Municipal se amplió y se instaló en el recién inaugurado Palacio del Condestable. Sin embargo, la Sala-museo pasa desapercibida para paseantes, turistas y peregrinos: sería deseable que el Ayuntamiento colocara algún cartel o identificación en la puerta del Condestable que les advirtiera de que ahí pueden encontrar una de las muestras más interesantes y valiosas de la ciudad. De esta manera se contribuiría a situar a Pamplona en el mapa turístico internacional no sólo por sus fiestas, sino por alojar el legado de nuestro músico más universal.
Afortunadamente, en el Archivo Municipal se está finalizando el proceso de catalogación del valioso fondo documental y de partituras de Sarasate. Fernando Pérez Ollo escribía, en un artículo publicado el 9 de abril de 2008, que “con Sarasate sucede que aquí todo el mundo parece estar al cabo de la calle, pero habremos de confesar que muy pocos de los pamploneses y navarros tienen idea correcta de quién fue don Pablo [...] y de su talla como virtuoso y músico”. Y más adelante: “Cualquier ciudad que contara entre sus hijos con una gloria de esa magnitud la mimaría y la explotaría”. Ojalá que Sarasate pueda seguir siendo una de las cartas de visita de Pamplona y Navarra. ● La autora es profesora titular de Musicología de la Universidad Complutense de Madrid