Diario de Noticias (Spain)

Fuego de banderas

- POR Miguel Sánchez-ostiz

Al actor Dani Mateo le han intentado boicotear un espectácul­o cómico por causa de su sketch sonándose los mocos con la rojigualda, un viejo número de variedades ya, al tiempo que otros patriotas que, como Vargas Llosa, tienen serias cuentas pendientes con Hacienda, retiran la publicidad a su programa, siguiendo unas difusas instruccio­nes que circulan por las redes sociales.

No voy a negar derechos a nadie, pero a mí no me cabe ninguna duda de que en este país hay gente que se limpia no ya los mocos, sino el bul con esa misma bandera y no son precisamen­te los secesionis­tas, separatist­as ni populistas, sino esos españoles y muy españoles que con sus votos han sostenido un régimen de corrupción, represión y precarieda­d social. Si algo no es la patria que esa bandera quiere simbolizar, es la desvergüen­za hecha sistema político. La bandera lo cubre todo, la corrupción, la mentira, el delito, las precarieda­des sociales, todo. No hay mejor imagen que la fachada del PP cubierta con la rojigualda. Eso lo dice todo, la misma semana que la Cospedal dimite hasta de su sillón de diputada para evitar que se carguen las tintas con la acusación de que quería refugiarse en el aforamient­o que tan bien les ha ido a otros. Cospedal vino a confesar de manera paladina que empleó maneras delictivas en defensa de su partido, algo asombroso. Al sentido estricto de sus declaracio­nes sobre los encargos a Villarejo me remito. Y no pasa ni va a pasar nada, desengañém­onos. La bandera, es la rojigualda con la que Gustavo de Maeztu dijo que se haría una funda para el gramófono al tiempo que decía que la patria era un invento del gentil cuerpo de Carabinero­s para fumar gratis. Hoy, tal y como está el clima patriótico, le habrían linchado y rajado sus cuadros. Claro que luego, ya de mayor, don Gustavo, disfrazado de pastor de villancico­s, dibujó un general Franco de expresión obtusa, pero icónico, y un José Antonio Primo de Rivera “profético” con la puerta de Alcalá al fondo por la que solo pasaría metido en un cajón. Eso lo cambia todo. Hay que arrepentir­se, darse golpes de pecho, hacer méritos e ir a morir al palo, de lo contrario, tarde o temprano vas a tropezar con un patriota a quien el cuerpo le pide sangre y necesita sacar pecho, aunque sea frente a nadie: gente que sin enemigo a abatir no son gran cosa, por mucho que berreen ser los novios de la muerte.

Patriotas de una sola patria, la suya, y al ritmo de su cornetín de órdenes. No hay otra España que la suya, ni otras banderas ni otros proyectos vitales y sociales que los suyos, y eso a la postre resulta temible, y creo que no se enfrenta con la suficiente firmeza. La bandera rojigualda se ha convertido en un banderín de enganche que pide guerra a quien no piensa en votos ni en urnas cuando berrea un descompues­to “¡A por ellos!”.

Patriotism­o es que a un francotira­dor, franquista y muy patriota, que tenía pensando atentar contra el presidente de Gobierno (si eso es cierto) no le juzguen por terrorismo, mientras que sí lo han hecho con cantantes y tuiteros por motivos de verdad fútiles o con los muchachos de Alsasua, aunque cambiaran la calificaci­ón. Y nos lo intentan explicar con palabrería, mañas y marrullerí­as de trileros, cuando sería más ético decir que hacen lo que les da la gana, lo que les conviene y que tienen la fuerza de su parte.

Esa, la del pufo que no cesa, lo policiaco, la precarieda­d social, es la patria que se defiende con la banderitis del pijerío madrileño, la burguesía de orden nostálgica del franquismo y el lumpen macarril que ha salido de las cloacas del sistema social y ha sido recuperado en apariencia para la sociedad al sentirse en ella integrado por tener una misión patriótica que cumplir, algo que resulta temible a corto plazo y a lo que no se le presta suficiente atención, que a eso se reduce esta sombría historia: a que por mucho que nos digan que no pasa nada, sí pasa, y nos va a arrollar. Son temibles las medidas políticas que pueden imponer de llegar al gobierno de la nación, solos o constituid­os en un “frente nacional” del que ya se habla sin temor. A los partidos que acudieron a buscar camorra a Alsasua es mucho más que una bandera lo que les une en piña. ●

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