Lecciones de una guerra
Se conmemora hoy el centenario del final de la Primera Guerra Mundial, que sembró Europa de millones de muertos y estableció un nuevo orden en el continente que fue caldo de cultivo para la segunda gran contienda
Alas 11.00 horas de la mañana del día 11 del undécimo mes de 1918 –es decir, hace hoy cien años– entraba en vigor el alto el fuego con el cese de los cruentos combates que ponía fin a la Primera Guerra Mundial tras la capitulación de Alemania que daba paso al armisticio firmado por los países contendientes en la denominada Gran Guerra. El tratado de paz rubricado en un vagón de tren cerca de la localidad francesa de Compiègne daba paso a un periodo de paz tras cuatro años de un conflicto que se extendió a escala mundial y cuyos resultados pueden considerarse una gran catástrofe humanitaria y un estrepitoso fracaso de la política. La primera de las contiendas mundiales, un concepto desconocido hasta entonces y que tuvo consecuencias también que resultaban imprevisibles hace más de un siglo, fue la máxima expresión de los intentos de expansión imperialista, de intolerancia y odio hacia el otro, de nacionalismo exacerbado y de lo que hoy llamaríamos directamente populismo. El trágico resultado fue una guerra que llevó el desastre a la vieja Europa, con un balance de pérdida de vidas desconocido hasta el momento –se calcula que murieron cerca de diez millones de soldados, a los que hay que añadir probablemente otros tantos civiles fruto de la contienda, la hambruna, las epidemias y otras enfermedades, entre otras circunstancias– y que a la postre significó también un cambio radical del mapa político y geoestratégico, con la desintegración de cuatro grandes imperios y el surgimiento de nuevas realidades estatales. Todo ello contribuyó al caldo de cultivo para el posterior surgimiento de la segunda guerra mundial. La conmemoración del fin de la contienda hace hoy un siglo coincide con un momento que, salvadas las distancias, contiene características preocupantemente similares a las de entonces y que se perciben cada día en Europa con el aumento del populismo, la desigualdad, la xenofobia, el fanatismo y, en definitiva, el auge de la ultraderecha de corte fascista en el viejo continente. Tras las grandes guerras, la idea de una Europa unida y solidaria que preservara la paz y el bienestar se impuso, dando paso a un periodo de estabilidad y progreso al amparo de la UE. Una idea que a día de hoy está en peligro por las mismas causas que hace un siglo. Es la gran lección que debe extraerse de la conmemoración de hoy, que pasa por la profundización y mejora de la unidad de Europa. ●