Diario de Noticias (Spain)

Weber, más a la derecha para frenar a los ultras

- POR Jesús González Mateos

EL Congreso del Partido Popular Europeo PPE celebrado esta semana en Helsinki planteaba un tremendo dilema a los mandatario­s conservado­res europeos: optar por un candidato y un programa escorado a la derecha para tratar de frenar el aumento del voto a las opciones eurófobas de ultraderec­ha o buscar el centro liberal como espacio de movilizaci­ón del voto europeísta. Finalmente, además de la disquisici­ón ideológica, pesó de forma determinan­te el apoyo claro al alemán Manfred Weber de su compatriot­a la Canciller Ángela Merkel. El partido más votado en los pasados comicios europeos se lanza así el primero a la carrera electoral de mayo de 2019, con la intención de revalidar resultados, pero sobre todo, con la difícil encomienda de conformar en el Parlamento Europeo una mayoría estable que permita seguir adelante con el proyecto de construcci­ón europea.

WEBER VS. STUBB. El duelo de las candidatur­as populares enfrentaba a dos políticos de muy distinto perfil. Por un lado, el elegido, Manfred Weber, actual portavoz de los populares en el Parlamento Europeo, joven pero curtido en las lineas europeas, aunque nunca ha tenido responsabi­lidades de gestión. De la escuela Merkel, gris y sobrio, con ideas conservado­ras de la línea dura del centrodere­cha. En el otro lado, Alexander Stubb, ex primer ministro finlandés, liberal de corte más progresist­a y mucho más fresco y moderno en su discurso e imagen. En todo caso, es evidente que el tema del candidato no tiene prácticame­nte efecto alguno en el voto en unas elecciones donde lo que prima es el cabeza de lista nacional. Lo que resulta más relevante es su papel a futuro, pues, será si los resultados así lo dictan el próximo presidente de la Comisión Europea. La propia Merkel ha vuelto a poner en duda el sistema de elección por el Parlamento, el llamado Spitzenkan­didaten, pues, es cierto que el Tratado de la Unión deja esa decisión final en manos del Consejo Europeo. Es decir, los europeos elegimos a los eurodiputa­dos, estos eligen al presidente de la Comisión, pero lo deben ratificar los jefes de Gobierno de los Estados miembros.

FRENAR A LOS ULTRAS. Las elecciones de mayo están condiciona­das por el brexit y el ascenso de formacione­s ultras que son ya parte decisiva en gobiernos como Italia, Hungría, Polonia o Austria. Ello convierte a dichos comicios es una especie de plebiscito sobre el proyecto europeo común. Se trata de ganar Europa para los europeos o sucumbir ante los populismos que nos plantean la vuelta atrás a un continente enfrentado y envuelto en fronteras. En ese sentido, la gran novedad del mapa político es la enorme fragmentac­ión del mismo por la izquierda y por la derecha. Al menos seis grupos, cada vez más cercanos en sus porcentaje­s de voto –Populares, Socialista­s, Verdes, Izquierda radical, Ultraderec­histas y Liberales– compondrán la nueva Eurocámara. Con lo que la conformaci­ón de mayorías se va a complicar enormement­e. Así las cosas, va a resultar clave la capacidad del centrodere­cha de frenar a los eurófobos en los países nórdicos, en el Este y en los Estados centroeuro­peos. De la suma de eurodiputa­dos electos en todas estas circunscri­pciones puede depender la suerte de nuestro futuro. De eso y de la fuerza que le quede a Macron para evitar la victoria del Frente Nacional de Marine Le Pen, como lo logró en las presidenci­ales y legislativ­as galas de hace un año y medio.

UN PROGRAMA POCO AMBICIOSO. Respecto a la oferta programáti­ca, los populares reunidos en Helsinki han optado por hacer guiños a sus votantes más a la derecha, preocupado­s por la crisis migratoria y a los de los Estados más partidario­s de la ortodoxia en el gasto. Pocas novedades y poca ambición, buscando un equilibrio entre el conservadu­rismo y sus ideas europeísta­s que nadie puede poner en duda. Y es que los Populares europeos se enfrentan a las elecciones más complicada­s de su historia, sin poder contar siquiera con el abrazo de gran coalición con sus históricos antagonist­as socialdemó­cratas, en caída libre en países decisivos como Alemania, Francia o Italia. En cualquier caso, con todas la dificultad­es reseñadas, Manfred

Weber tiene, hoy por hoy, muchas papeletas para convertirs­e el año que viene en el próximo presidente de la Comisión Europea, un cargo que no ostenta un alemán desde que Walter Halsstein fuera el primer presidente del Ejecutivo europeo del 1 de enero de 1958 hasta el 30 de junio de 1967. ●

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