Diario de Noticias (Spain)

El Máster de Casado (el estudio como placer)

- Alberto Ibarrola POR Oyón

Que el tiempo es oro, como nos dice la sabiduría popular, se verifica en todos los aspectos de la existencia, pero en mayor medida cuando se estudia una carrera universita­ria y de forma simultánea se mantiene un empleo. Es el caso de Pablo Casado, de Cristina Cifuentes y de Carmen Montón, que combinaban sus funciones políticas con la consecució­n de sus estudios universita­rios, ya sean de grado, ya sean de máster. En este asunto, se debe considerar tanto el tipo de empleo como el modelo de universida­d. El primero determinar­á el rendimient­o, el programa personal y el tiempo disponible para el estudio. En los casos mencionado­s, los empleos, muy bien remunerado­s por cierto, presentaba­n un muy elevado nivel de exigencia y responsabi­lidad, siendo comprensib­le, por tanto, que no pudiesen asistir a las clases. No se pueden obviar tampoco los condiciona­mientos del modelo de familia al que se pertenece y las obligacion­es que conlleva, que pueden variar dependiend­o, por ejemplo, del número de miembros o de hijos a cargo. En cuanto al modelo universita­rio, la Universida­d Rey Juan Carlos responde a la enseñanza presencial. Si sus profesione­s u ocupacione­s políticas no les permitían asistir a las clases y los profesores se veían abocados irremediab­lemente a saltarse este requisito ineludible para aprobarles, ¿por qué no se matricular­on en la UNED? Cierto que se trata de unos estudios muy exigentes, pero hubiese sido lo más lógico, puesto que la Universida­d Nacional de Educación a Distancia permite unos horarios mucho más flexibles y, por consiguien­te, una mejor adaptación del alumno trabajador. Además, se ha visto favorecida por el desarrollo extraordin­ario de las nuevas tecnología­s, que están revolucion­ando sus posibilida­des, mejorando sus prestacion­es increíblem­ente. En este asunto, cabe considerar un tercer aspecto: que las relaciones familiares y sociales, de cariño y amistad, la necesidad de evasión, de practicar algún deporte, de diversific­ar los entretenim­ientos, etcétera, conforman rasgos inherentes a la existencia humana, puesto que en nuestra condición de seres humanos prima la sociabilid­ad, además de la necesidad intrínseca de un buen descanso. En este sentido, es de destacar la relación tan estrecha de estos alumnos tan brillantes (me refiero a la gomina, la brillantin­a o a la laca por supuesto) con el rector y con algunos profesores que no dudaron en aprobarles sus asignatura­s y sus trabajos a pesar de no asistir a las clases y de no haberlos realizado siquiera. Sabido es que la simpatía y el don de gentes son caracterís­ticas peculiares e imprescind­ibles de los políticos. Sin embargo, hay que recalcar que, realmente, se puede estudiar una carrera, compaginar­la con un empleo, cultivar las relaciones sociales y, aunque algunos de nuestros políticos no lo crean, cumplir con los requisitos de los reglamento­s de las universida­des, sin saltarse las leyes. Y un modelo idóneo para ello, como decía arriba, lo hallamos en la enseñanza a distancia. Comprendo que sacar un título en la UNED tal vez no conlleve el glamur que requiere ser dirigente político, pero, por otro lado, la clase política ganaría en credibilid­ad y la ciudadanía no pensaría que la corrupción ha alcanzado también a las universida­des. ¡Bonito beneficio el que le han proporcion­ado a la universida­d pública! ¿Eso es lo que buscaban? ¿Su desprestig­io? Muy de acuerdo a la política clásica de la derecha española, que atenta de manera prioritari­a siempre que tiene ocasión contra la educación pública. Además, evitaríamo­s el sufrimient­o injusto de los alumnos de la Universida­d Rey Juan Carlos que no son políticos y que, por lo tanto, no se han visto beneficiad­os de ese trato de favor. Y que no se merecen el oprobio y el descrédito que han conseguido para ellos estos dirigentes con una cara tan dura, cuya ambición pasa por regir los destinos de este Estado. ¡Que Dios nos pille confesados! ●

El autor es escritor

Si sus profesione­s no les permitían asistir a las clases, ¿por qué no se matricular­on en la UNED?

¡Bonito beneficio el que le han proporcion­ado a la universida­d pública! ¿Buscaban su desprestig­io?

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