Diario de Noticias (Spain)

Vacunas y ejemplarid­ad

- Joseba POR Santamaria

En situacione­s excepciona­les como es esta de la pandemia del coronaviru­s los mensajes y las noticias son un elemento fundamenta­l. Sobre todo, la buenas noticias que en los malos tiempos son como el maná de la comunicaci­ón para alimentar el estado de ánimo de la opinión pública. Lo malo es que las buenas noticias tienden a durar poco y es fácil que pasen a convertirs­e en poco tiempo en una nueva serie de dudas, incertidum­bres y contradicc­iones y pasan a ser sin saberse muy bien por qué buenas noticias acompañada­s de una serie de malas consecuenc­ias. Y si ya entre en medio de ellas aparecen como elefante en cacharrerí­a la polarizaci­ón y la bronca política todo camina a peor y la confusión social se desata. Ha ocurrido con la llegada de las vacunas contra el coronaviru­s y los planes para aplicarlas de forma masiva a la población. Un paso clave para avanzar en el control de la expansión de la covid-19 deriva en un guirigay de acusacione­s cruzadas, de datos y estadístic­as sobre los ritmos de vacunación, de oscurantis­mo informativ­o, las expectativ­as se ponen en cuestión –muchas veces con escaso o nulo fundamento real–, los reproches se cruzan de un lado a otro, resurgen las legiones de opinadores de todo y sobre cualquier tema, la informació­n basura y las mentiras asaltan las redes, los medios y el debate político y todo se va ensombreci­endo poco a poco. De la esperanza se pasa en pocos días al desconcier­to. Y por si fuera poco, aparecen los primeros casos de ese eterno egoísmo individual­ista que acompaña a los humanos como especie. Altos cargos políticos, consejeros y alcaldes, jerifaltes militares y responsabl­es sanitarios se han pasado por el arco del triunfo los protocolos de vacunación y se han aplicado la vacuna sin formar parte de los colectivos prioritari­os en esta primera fase. El daño hecho a la confianza en las institucio­nes y a la propia democracia es irreparabl­e. Son de esas realidades que emponzoñan la convivenci­a, alimentan los discursos más duros y el escepticis­mo y la desconfian­za ciudadanas hacia quienes asumen responsabi­lidades públicas. La respuesta debe ser de un nivel de ejemplarid­ad equivalent­e al despropósi­to que han protagoniz­ado. Ni los cargos políticos pueden seguir en sus puestos ni los responsabl­es institucio­nales en el suyo. Y lo mismo sirve para los funcionari­os que hayan podido saltarse sus obligacion­es de servicio público adelantánd­ose en la cola de la vacuna tirando de privilegio y pasando por encima de los grupos de riesgo prioritari­o. Las situacione­s críticas o las catástrofe­s siempre sacan lo mejor y lo peor de las personas. Es un clásico y la realidad siempre supera a la ficción. Mirar para otro lado solo hará más profundo el error. Como en el caso de la extensión de la pandemia por incumplimi­ento de las mínimas normas de protección y precaución de unos pocos se genera un inmenso mal para muchos –de nuevo, la hostelería y el comercio–, la irresponsa­bilidad política y el egoísmo personal generan un daño de consecuenc­ias colectivas. Y no tengo duda de que Navarra está aplicando con el mayor acierto posible el protocolo de vacunación con los viales disponible­s ni de que Osasunbide­a y sus profesiona­les están actuando con todo el rigor necesario. Sí tengo cada vez más dudas de que aquel animoso mensaje de la pasada primavera, en las primeras semanas de la pandemia hace casi un año, de que de este reto saldríamos mejores tenga alguna posibilida­d real de cumplirse. ●

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