Diario de Noticias (Spain)

“Me considero un poco justiciera”

- Ainara Arizu ACTRIZ

–Entramos tres personas nuevas a la vez y se mantuviero­n Juanjo Artero y Ania Hernández. Los ensayos fueron muy cortitos, pero enseguida formamos un grupo que empastó muy bien, y creo que eso se nota en la obra, o eso nos han dicho desde fuera. Desde el principio nos entendimos muy bien, fue como un flechazo, hay mucho compañeris­mo, muy buen rollo y nos lo pasamos genial. Cada vez que hacemos la obra es como una fiesta para nosotros, y a los actores nuevos eso nos ayudó mucho a tener confianza, porque los personajes no son sencillos. Nos hemos ayudado mucho los unos a los otros.

Qué importante es esa complicida­d cuando tienen que salir de gira.

–Totalmente, porque compartimo­s mucho tiempo y está siendo una gozada. Pero ya te digo que desde fuera nos dicen que en la obra se nota que nos llevamos tan bien.

El texto es de Oscar Wilde, lo cual ya nos asegura un buen montón de frases y giros brillantes.

–Sin duda. Mucha gente igual piensa que se va a encontrar con una comedia, y lo es, solo que esta es la comedia más dramática del autor. Se nota, sobre todo, en la primera parte de mi personaje. Tiene mucho ingenio, pero es un ingenio ácido, aunque en la parte final el humor es más delirante. En general, creo que donde el ingenio de Wilde está más presente es en el personaje de Arthur, el amor platónico de mi personaje. Hacia el final tenemos una escena juntos en la que con dos frases hace reír a todo el patio de butacas y a la vez le deja pensando. Esa es la magia que tiene Oscar Wilde, te hace reír y te hace reflexiona­r. Y para un actor es un lujo decir sus frases.

La historia sucede en el Reino Unido, pero podría estar pasando ahora mismo en cualquier institució­n política española o de cualquier lugar del mundo. El culto a las apariencia­s y la corrupción están a la orden del día.

–(Ríe) Por desgracia, así es. Aquí se ve a un político muy querido por el pueblo porque se presenta como alguien que va a regenerar la democracia. Y juega con la confianza de los ciudadanos. A todos nos gusta que nos digan que las cosas se van a hacer de una forma justa y honrada. Ese es sir Robert Chiltern, el personaje de Juanjo (Artero) en la obra. Y mi personaje lo que hace es decir que él no es así, que no es tan honesto como se vende y que eso debe saberse. Laura me gusta también porque, aunque parece la mala, es la que viene a decir la verdad, aunque duela.

Ahí entra en funcionami­ento la capacidad que tiene el teatro de sacarnos las vergüenzas.

–Y de hacernos reflexiona­r sobre cómo queremos ser. Yo antes de hacer teatro estudié Derecho y en la carrera siempre me decían que el Derecho siempre va por detrás de la sociedad. Es decir, la sociedad es la que se da cuenta de que algo no está bien e impulsa un cambio. Y la ley viene detrás. Esto se puede ver últimament­e de manera muy clara con el feminismo, que ha promovido varios cambios legislativ­os. En cambio, creo que el teatro y el arte van por delante de la gente y pueden cumplir esa misión de hacer de faro, de exponer lo que hay e invitar a hacer una reflexión sobre ello. Es muy bonita la fuerza que tiene el teatro de mostrarnos cómo somos para decidir si queremos seguir así o cambiar.

Estudió Derecho, como Alfredo Sanzol, ¿qué le hizo decidirse por el teatro después de la carrera?

–Como Alfredo y como muchos otros. Es curioso, hay bastante gente que ha estudiado Derecho y luego se ha dedicado al teatro. Parece casi un camino natural. Yo me considero un poco justiciera. Siempre me ha llamado la atención el tema de la justicia social; me metí en Derecho con mucha ilusión y en el último año hice teatro en la universida­d. De ahí pasé a Butaca 78 y después hice un curso intensivo de fin de semana en William Layton, y me enamoró tanto que decidí darle una oportunida­d a este oficio.

¿Cómo reaccionó su entorno?

–Me apoyó desde el principio. Mi madre me dijo que si había encontrado lo que me apasionaba, tenía que probar. Y mis amigas, lo mismo. Por suerte, estoy rodeada de gente no convencion­al, lo que te ayuda a salirte del tiesto sin sentirte mal. Si en tu entorno tienes diversidad, es más fácil ser diversa.

En la escena navarra ha trabajado sobre todo con Ángel Sagüés.

–Sí. Tuve mucha suerte porque empecé a trabajar con él nada más terminar mi formación en Madrid, donde conocí a su hija, Ane, también actriz. Trabajamos la obra La perrera primero en una residencia artística que nos dio la Escuela Navarra de Teatro y luego la hicimos también en Baluarte. El proceso fue genial, Ángel es súper creativo y yo me pegaría la vida ensayando con él. Sales llena de cosas. Ángel, Ane, Asun... Toda la familia es maravillos­a.

En audiovisua­l debutó siendo una niña con No tengas miedo, de Montxo Armendáriz.

–Es lo primero que hice en el mundo de la interpreta­ción. Fui con una amiga al casting y después de varias pruebas me cogieron. Solo tenía una frase con Michelle Jenner, pero pude ver cómo se hacía una película por dentro y me pareció alucinante.

Supongo que es pronto para pedirle que elija entre teatro y audiovisua­l.

–He vivido mi proceso respecto a eso. Mi escuela, la William Layton, es muy teatral y al principio me lancé a lo que conocía, como si el audiovisua­l no tuviera nada que ver conmigo. Pero poco a poco vas probando, un anuncio, un episódico en alguna serie... y vas viendo que, aunque creo que son medios que exigen aprendizaj­es diferentes, la base es la misma. Por eso decidí formarme también para la cámara y cada vez me van saliendo más cositas.

¿Si pudiera elegir, cuáles son los personajes que le seducen?

–A mí siempre me ha gustado Antígona, pero sé que nunca seré Antígona porque no doy físicament­e. En esa obra sería más Ismene. Los que creo que sí podría hacer son Blanche, de Un tranvía llamado deseo, que me encanta; también Amanda, de El zoo de cristal, y, por supuesto, Nora, de Casa de muñecas. Ah, y Hedda Gabler. ●

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