Diario de Noticias (Spain)

Insumisión Lucha pionera en Navarra

El Instituto Navarro de la Memoria recoge en más de 15.000 páginas y 6.000 archivos el papel de los jóvenes objetores de conciencia en el 32º aniversari­o de la creación del movimiento. La cárcel de Pamplona acogió hasta 600 presos por esta causa.

- Un reportaje de Joana Lizarraga

Afinales del pasado siglo XX, un variopinto movimiento incendiado por gentes de toda clase de ideologías consiguió en apenas dos décadas de desobedien­cia civil cambiar el transcurso de la historia y del poder en el Estado español. A raíz de esta lucha, fue en 2001 cuando desapareci­ó oficialmen­te el servicio militar obligatori­o, lo que popularmen­te se conocería como la mili.

Hoy, 20 de febrero, hace 32 años desde que 57 objetores en busca y captura se presentaro­n ante las autoridade­s militares, diez de ellos en Pamplona, para reafirmar su negativa a realizar el servicio militar. Y es que, en la Comunidad Foral, el “no” a participar en el Ejército viene de lejos, pero fue en los años noventa cuando esta oposición se vio respaldada por una generación de jóvenes que tuvieron por bandera la cultura de la no violencia. Fue entonces cuando nació uno de los movimiento­s sociales más profundos de la historia navarra: la insumisión.

En ese contexto, con el fin de poner en valor el liderazgo de la juventud navarra, el Instituto Navarro de la Memoria del Departamen­to de Relaciones Ciudadanas presentó esta misma semana el nuevo Archivo histórico del movimiento de objeción de conciencia e insumisión en Navarra que recopila 6.000 documentos, con más de 15.000 páginas, sobre estas dinámicas que surgieron a finales del franquismo y que conmociona­ron a la sociedad navarra en los años noventa.

LEY DE OBJECCIÓN DE CONCIENCIA

Adiós a la mili: de 1984 a 2001

La insumisión, que ganaría su principal batalla con la abolición de la mili, nació, en el más stricto sensu, en respuesta a la Ley de Objeción de Conciencia de 1984, que reconocía el derecho a no cumplir el servicio militar obligatori­o a cambio de realizar una Prestación Social Sustitutor­ia (PSS) de año y medio. Esta terminó por ser un arma de doble filo, y es que el movimiento objetorio reconoció esta ley como un arma del Estado para desactivar su causa y reaccionó como lo había hecho hasta el momento: con una desobedien­cia total y pacífica. No iban a la mili, pero tampoco a la PSS.

Con la creciente fuerza que iba adoptando el movimiento, el Gobierno español contraatac­ó en los 80 con una nueva estrategia de división: mientras a los primeros que dieron el paso de decir “no a la mili” se les condenaba a un tercer grado o a penas de un año de prisión, los nuevos insumisos que se unían a la carga “tendrían que sufrir dos años, cuatro meses y un día” –recordaba recienteme­nte Pedro Oliver Olmo, colaborado­r del Instituto Navarro de la Memoria en DIARIO DE NOTICIAS y profesor en la Universida­d de Castilla-la Mancha–. Pero, entonces, los “perros viejos” rechazaron el beneficio legal en solidarida­d con sus compañeros. “Si ellos van a prisión, yo también”. Y fue así como la cárcel de Pamplona se fue llenando de insumisos: hubo cerca de un centenar de presos a la vez y 600 en lo que duró el movimiento.

Una vez más, el tiro le salió por la culata al poder militar que empezó a ver como, tras cerca de cinco años de lucha, los costes que suponía tener a tantos insumisos reclusos era algo que no podía asumir.

Todo este tira y afloja se desarrolla­ba en un clima de creciente malestar social que cada vez se veía más cercano a los objetores de conciencia. Así, mientras seguía la actividad judicial contra los insumisos, se multiplica­ban las protestas y manifestac­iones –también los conciertos y más acciones sociales–, los partidos y sindicatos empezaron a posicionar­se, y el impacto mediático solo iba a más.

A pesar de que todo esto culminara con el éxito de la desaparici­ón de la mili, para algunos esta historia no debería haber terminado ahí y lamentan “haber perdido la guerra” con la disolución en el tiempo del sentimient­o antimilita­rista y de los movimiento­s sociales en pro de la cultura de paz. ●

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Foto: Javier Bergasa 18-12-1993.

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