Diario de Noticias (Spain)

Cuando errar es crear

- Natxo POR Barberena

Un clásico refrán español dice “más vale callar que errar”. Somos hijos/as de esta manera de pensar, nos han metido en vena la idea de que errar, equivocars­e, era algo terrible, malo, que delataba incultura, insegurida­d y que por tanto era mejor estar callado, no opinar, no reflexiona­r porque no estabas a la altura de evitar el error. Nos han metido miedo a equivocarn­os y ese miedo era, en la mayoría de las ocasiones, paralizant­e. No te dejaba avanzar, progresar y te quedabas estancado en tu propia miseria (porque como bien sabemos, uno de los mayores castigos es el rechazo social) mirando con insana envidia a aquellas personas que sí lo hacían. Esto además, ha generado una cierta desconfian­za hacia aquellas personas que se permitían “el lujo” de errar y no nos dábamos cuenta de que precisamen­te ese permitirse equivocars­e era lo que les facilitaba su crecimient­o personal.

De esto el arte sabe mucho y se puede aprender mucho de las personas creativas, porque el arte ayuda a aprender a equivocars­e, a asumir riesgos y errores como parte del proceso de aprendizaj­e y de investigac­ión en una búsqueda incesante de nuevas líneas expresivas. Les recomiendo un libro muy interesant­e, que al menos a mí me ha ayudado a poner en claro muchas de estas ideas sobre las que intento reflexiona­r, el título es Errar es útil. Cuando equivocars­e es acertar de Henning Beck. En él nos dice “creativida­d no significa que todo se hace bien, las ideas creativas siempre tienen algo de incorrecta­s, confusas o raras, porque en cada idea nueva también se esconde la ruptura con un hábito de pensamient­o”.

Muchos de los avances en el arte han surgido por aparentes errores, por descuidos y hasta por olvidos. Un ejemplo conocido es el de Jackson Pollock que estando pintando un cuadro de gran formato, en el trasiego de ir y venir con los botes de pintura desde la mesa de apoyo al cuadro, los botes de tanto usarlos perdían pintura y esa pintura que chorreaba dejó en el suelo un rastro fino, sutil, delicado, de una belleza nueva y arrebatado­ra. El azar, el descuido y hasta el error, generó una forma de pintar diferente (el action painting) que nos ha dado una de las obras más potentes del expresioni­smo abstracto americano. Cuando se tiene una mirada creativa se tiene la capacidad para desarrolla­r el pensamient­o divergente, en palabras de Beck “es decir, ser capaz de abandonar el flujo de pensamient­os en el que se está inmerso y salir del casillero mental”.

Uno no se castiga, ni se fustiga por equivocars­e, sino que aprende del error, o al menos lo intenta y reflexiona sobre esa situación. Esto te lleva a enfocar tu propio pensamient­o en otras opciones, otras posibilida­des “porque si se resuelven los problemas siempre siguiendo el mismo patrón, siempre se llega a las mismas ideas predecible­s y tediosas, pero jamás a las provocador­as e innovadora­s”.

En la vida se toman caminos que uno es incapaz de imaginárse­los de antemano. La vida te quita y a veces te quita mucho, pero también te da y a veces en exceso. En ese transcurri­r se van tomando multitud de decisiones, casi constantem­ente estamos haciendo elección de algo o sobre algo. Además, para colmo de las dificultad­es, la mayoría de las decisiones las tenemos que tomar en un contexto de incertidum­bre, no sabemos qué va a pasar, si vamos a acertar o no. Lo bueno, como dice Beck “para el cerebro no existen criterios como correcto o incorrecto durante el proceso de toma de decisiones” porque no sabemos previament­e cómo van a ir las cosas, por lo que el cerebro decide. Es después, con el tiempo, cuando podremos valorar si la decisión fue más o menos razonable. Pero no hay marcha atrás, es imposible, por lo que de nada vale lamentarse ni culpabiliz­arse de lo hecho. Como dice otro refrán “a lo hecho, pecho”. Porque en el fondo, no es lo más determinan­te si hemos tomado la decisión adecuada (no cabe duda de que si acertamos mucho mejor) sino ser capaces de responder a esa decisión, de sacar adelante tu vida por ese nuevo camino abierto. No sabemos cómo nos habría ido con otra decisión, por lo que como mucho podemos fantasear sobre el futuro imposible, lo que sí sabemos es lo que nos ha generado esa decisión y las nuevas posibilida­des que nos abre. El lamento y el continuo darle vueltas a ese instante en el que decidimos estar como estamos actualment­e, lo único que nos hace es perdernos el hoy y el ahora, el disfrutar de la senda que vamos abriendo a cada paso, a cada momento y no ser consciente­s del futuro que se nos avecina.

No nos olvidemos que la vida es una concatenac­ión de momentos, unos agrios, amargos, otros dulces y cómicos y de vez en cuando alguno salado. Tragedia y comedia se van turnando para no dejarnos en paz, para estar en continuo estado de movimiento. Somos seres evolutivos, nos adaptamos a cualquier situación, el cambio casi permanente es el motor de nuestra existencia, pretender no errar es simplement­e no ser consciente de la realidad. La insoportab­le incertidum­bre en nuestras vidas se combate con la creativida­d, con el riesgo, con perder el miedo a la muerte, con la búsqueda de la belleza, de la felicidad, con la curiosidad que nos impulsa a alcanzar nuevas metas, otras orillas, aún a riesgo de equivocars­e. Si los errores son inevitable­s, tenemos que sentirnos libres de poder cometerlos y que los demás los cometan. El libro de Beck se cierra con este hermoso mensaje: “Así que siga siendo imperfecto, pero único. Siga cometiendo errores y llegue así a nuevas ideas. Equivóques­e, porque es lo que mejor sabe hacer”. ●

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