‘Aita Mari’ desembarca en Augusta: “Good luck!”
MADIA, LA BEBÉ SOMALÍ ENTRE LOS CIEN RESCATADOS, CRUZÓ LA PASARELA EN BRAZOS DE SU PADRE, YOUSSEF, EN BUSCA DE UN FUTURO ALEJADO DE LA POBREZA. PASARÁN LA CUARENTENA EN UN FERRY
rra italiana. Óscar y un médico italiano ayudaron a las dos mujeres. Ali, el joven que anteayer había sido trasladado al hospital con quemaduras en el cuerpo, regresó a bordo de un vehículo con la orden de volver a embarcar. No entendíamos nada. Pulgar en alto nos saludó. En popa, los médicos italianos comenzaron a hacer test a los 38 menores no acompañados. Uno a uno fueron pasando por las manos de los sanitarios. Era la tercera prueba de antígenos a la que fueron sometidos desde el día del rescate.
En un primer cribado realizado tras embarcar en el Aita Mari se detectó un único positivo. Una segunda prueba realizada el sábado a media mañana, había elevado ya los contagios a trece.
Ayer, tras finalizar la pruebas en Augusta, el resultado era de 21 positivos confirmados. La inoperancia demostrada en el desembarco desde que llegamos a Augusta jugó en nuestra contra y a favor de la propagación de la pandemia en un barco con tan reducidas dimensiones.
Alrededor de 15 personas se encontraban junto al barco atracado en el muelle. Una de ellas dio la señal de iniciar el desembarco de los menores no acompañados que hubieran dado negativo en la prueba de antígenos. Los niños comenzaron a desfilar por la pasarela. En tierra, un hombre grueso con una cámara de fotos aguardaba su momento para fotografiar una a una a todas las personas junto al número que se les había asignado. Llegó el turno de nuestra Madia, la bebé de 9 meses que logró conquistar a toda la tripulación. En brazos de su padre, Youseff, cruzó la pasarela en busca de un futuro alejado de la pobreza y hambruna de su país de origen. Le siguió su madre Inda. ¡Buena suerte Madia!
Era el turno de la tripulación del barco, los trece componentes de esta misión. Fueron Ane e Izas las encargadas de realizarnos las pruebas. Todos negativos. El desembarco continuó despacio, de diez en diez. Tras la foto en el exterior, nuestros invitados se colocaron en fila y, escoltados por la policía, fueron conducidos a un barracón cercano al muelle. Los mayores de edad deberán realizar la cuarentena en el Rapshody, un crucero de grandes dimensiones amarrado en el muelle. Los menores fueron conducidos a otro lugar. Uno a uno agradecieron a la tripulación el trato recibido, y ¡quién sabe si tal vez haberles salvado la vida al sacarlos de aquel bote madera! Un grupo de cinco egipcios fueron especialmente cariñosos en la despedida. Las emociones estaban a flor de piel. Aita Mari se quedaba vacío, y el silencio regresaba al pequeño atunero vasco.
Eran las 17.50 horas para cuando finalizó la evacuación de todas las personas que habían dado negativo en covid. En el interior, otras 21 positivas con EPI de seguridad aguardaban su turno. Sobre las 18.30 horas un ambulancia especial para el traslado de pacientes covid llegaba al muelle. Era el turno de las personas contagiadas.
Todo fueron palabras de agradecimiento. “Good luck!”, se escuchó desde la tripulación. Eran las nueve de la noche y el último chico a bordo abandonaba el barco. Ya estaban todos en tierra. Finalizaba así un desembarco de diez horas. El desgaste fue tremendo, y lo saben quienes los mantuvieron fondeados durante tanto tiempo. No entienden de humanidad. Son personas como nosotros y no merecen este trato. Aquí termina una de las etapas de su largo viaje, seguramente una de las más peligrosas. Mucha suerte para todos y todas. Zorte on guztioi! ●