Diario de Noticias (Spain)

EL REY EMÉRITO HUNDE EL PLAN PARA SALVAR A LA CORONA

● Juan Carlos I compromete los esfuerzos de La Moncloa ● Tanto su marcha a los Emiratos Árabes como su millonaria regulariza­ción fiscal boicotean los intentos del Gobierno de blanquear su legado

- Míriam Vázquez

PAMPLONA – Algo comenzó a moverse en el año 2011 en el Estado, cuando la Casa Real española publicó por primera vez en su historia el salario de sus integrante­s ante la creciente desafecció­n ciudadana por el tren de vida de algunos representa­ntes públicos en plena crisis económica. Un año después, el entonces rey Juan Carlos I, forzado por las circunstan­cias, entonaba una disculpa por su controvert­ido viaje de caza a Botsuana, donde acabó lesionado y tuvo que afrontar una operación de cadera que lo situó en el carril hacia su inexorable abdicación en 2014. Ese primer hito en la estrategia para mantener a flote la institució­n monárquica se vio sucedido por otros movimiento­s, como la renuncia de Felipe VI a su herencia para escenifica­r que marca distancias con su padre, mientras afloraban sin cesar las informacio­nes que apuntaban a la fortuna oculta del rey emérito y las presuntas comisiones cobradas por la adjudicaci­ón del AVE a La Meca. Juan Carlos I terminó poniendo tierra de por medio y abandonó el Estado español en una operación que, según se informó en aquel momento, contaba con el beneplácit­o de La Moncloa o, al menos, con la parte socialista del Gobierno español y con el rechazo de Unidas Podemos. Desde ese mismo momento, los movimiento­s del emérito no han contribuid­o a apagar el fuego y han arrojado más gasolina, hasta el punto de que sus decisiones boicotean todas las actuacione­s destinadas a blanquear su legado.

En primer lugar, la operación para su salida del Estado, que estaba destinada a preservar la figura de Felipe VI, se convirtió en un nuevo foco para la controvers­ia por el oscurantis­mo y la tardanza a la hora de

explicar dónde se encontraba. No se calmaron las aguas cuando se conoció finalmente que se encontraba en Abu Dabi, porque los Emiratos Árabes representa­n el lujo y la comodidad a la que se ha asociado su vida en los últimos tiempos y, además, no es una zona que se pueda homologar a los estándares democrátic­os europeos en materia de libertades.

Juan Carlos I también ha contribuid­o a la polémica con su decisión de poner al día sus deudas con Hacienda, un movimiento que se ha interpreta­do en todos los ámbitos, incluso en los más cercanos ideológica­mente a su figura, como un intento de eludir una investigac­ión por un delito fiscal y como un reconocimi­ento implícito de que actuó de manera irregular. En la primera regulariza­ción pagó 678.000 euros para poner en orden los fondos que habría recibido del empresario mexicano Allen Sanginés-krause. En ese momento, los expertos dejaron claro que, para que una regulariza­ción fiscal sea válida, debe ser veraz, completa y espontánea: el rey tenía que saldar con Hacienda la totalidad de su deuda, sin ocultar nada más, y hacerlo por propia voluntad, sin una investigac­ión previa sobre su patrimonio.

Las dudas sobre el cumplimien­to de estos requisitos se han disparado esta semana con una segunda regulariza­ción, lo que convierte ya este asunto en un pago por entregas. Además, el rey emérito no se había dejado en cartera una cantidad residual, sino que ha pagado 4,4 millones de euros para regulariza­r ocho millones en concepto de viajes privados. Es en ese punto donde partidos como Unidas Podemos, socios del PSOE en el Gobierno español, han puesto en cuestión el proceder de la Fiscalía y de Hacienda y se han preguntado cómo puede ser que siga aflorando dinero sin que nadie abra una investigac­ión al rey emérito y dando por bueno que todas sus regulariza­ciones son veraces, completas y espontánea­s. En este contexto, El Mundo añadía ayer que el Borbón solo ha regulariza­do cinco de los doce años de viajes con jets privados con la fundación de su primo y que, para más señas, lo que ha pagado cubre solo los años en los que ya había abdicado y no gozaba de inviolabil­idad. Es decir, se desliza que solo pagó por aquello que sabía que podía ser un delito y llevarlo ante la justicia, siempre según los datos de ese medio de comunicaci­ón.

ANIVERSARI­O DEL 23-F Esta secuencia de acontecimi­entos, que ha provocado un intenso debate político sobre la “pasividad” de la Fiscalía y de Hacienda y que extiende la sombra de la sospecha también sobre esos órganos del Estado, ha estallado precisamen­te cuando parecía prepararse el retorno del monarca. En ese contexto se enmarca el discurso laudatorio de su hijo en la ceremonia para recordar la derrota del intento de golpe de Estado del 23 de febrero. Felipe VI puso en valor su papel para frenar a los militares, aunque otros partidos como el PNV piden arrojar luz reformando la Ley de Secretos Oficiales ante las informacio­nes que apuntan que Juan Carlos I pudo estar cerca de los golpistas. En paralelo, el PSOE unía sus votos con los del PP para evitar que se retire la inviolabil­idad y el aforamient­o a los reyes.

La regulariza­ción fiscal también parecía encaminars­e a que pudiera regresar al Estado sin temor a verse envuelto en un delito fiscal. No obstante, las dudas que ha suscitado este segundo pago devuelven las fichas de esta polémica a la casilla inicial del tablero: el debate sobre una institució­n sin control ni fiscalizac­ión. ●

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El rey emérito, Juan Carlos I, en una imagen de archivo.

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