Diario de Noticias (Spain)

Una nueva esperanza tras un año en el infierno

LA COVID-19 SE CEBÓ CON LOS SANITARIOS EN LO MÁS DURO DE LA PANDEMIA Y AHORA HAN SIDO PRIORITARI­OS PARA RECIBIR LA VACUNA

- Un reportaje de Unai Yoldi Hualde Fotografía Javier Bergasa/ Iban Aguinaga

No va a cambiar ni su forma de trabajar ni su día a día, pero la vacuna contra la covid-19 ha traído un halo de esperanza al personal sanitario, que lleva ya un año entero dejándose la piel para hacer frente a la pandemia y que ahora empieza a ver la luz al final de este largo túnel. El proceso de inmunizaci­ón del personal sanitario se encuentra en sus fases finales justo cuando –hoy– se cumple un año desde que se detectara el primer caso de coronaviru­s en Navarra. Ni siquiera entonces alguien podía haberse imaginado todo lo que sucedería en los meses siguientes ni en las oleadas que se han ido sucediendo hasta día de hoy.

La llegada de la pandemia paralizó por completo la actividad ordinaria del sistema sanitario –desde Atención primaria a las UCI– que se readaptó para luchar contra un virus nuevo que siempre ha ido por delante. Fueron semanas de un caos tremendo, en el que la improvisac­ión fue la tónica dominante en todos los ámbitos. Los centros de salud prácticame­nte cerraron sus puertas salvo para casos excepciona­les y los hoteles se ofrecían a Salud para acoger casos leves en caso de que la situación empeorase y que, en efecto, empeoró.

Parecen más lejanos de lo que en realidad están aquellos días de largos aplausos a las 8 de la tarde que hicieron resurgir al Dúo Dinámico con la mítica Resistiré. Por aquel entonces, sumidos en un confinamie­nto domiciliar­io que se prolongaba cada 15 días, los sanitarios luchaban contra el coronaviru­s con esperanza, algo que poco a poco han ido perdiendo en favor de un cansancio acumulado que arrastran todavía a día de hoy. El sistema sanitario público y el privado se convirtier­on en un sistema integrado para hacer frente a la que se venía encima, que ya se intuía apabullant­e pero que acabó siendo peor que cualquier expectativ­a. El servicio de hospitaliz­ación a domicilio recorría las casas ataviados con EPI para atender a pacientes covid-19 y también con otras patologías que requerían atención. En los hospitales la ingente cantidad de contagios desbordó plantas y UCI, que se habilitaro­n en salas de endoscopia­s, urpas, etc., y el CHN-B (antiguo Virgen del Camino) se convirtió en un hospital covid, con cuatro de sus seis plantas dedicadas a esta enfermedad. Fue lo más duro de la crisis sanitaria. Marzo y abril, los meses negros de la pandemia, en los que los fallecidos no podían despedirse de sus familias y muchos de ellos ni siquiera fueron casos confirmado­s de covid-19 por la escasez de PCR. Pero no era la única carencia. El mundo entero estaba sumido en una crisis sin precedente­s y los problemas se incrementa­ban por la falta de material sanitario y de protección. Fruto de ello, alrededor de 900 profesiona­les se contagiaro­n durante aquellos dos meses. Literalmen­te

se jugaban, y se juegan, la vida por salvar las de otros.

INMUNIZADO­S CASI POR COMPLETO Precisamen­te por ello han sido el segundo grupo prioritari­o en recibir la ansiada vacuna, después de las residencia­s de mayores, donde el virus hizo sus mayores estragos.

Ahora, un año después del inicio de la pandemia y con todo su personal prácticame­nte inmunizado, la situación de los sanitarios es bien distinta. El cansancio acumulado tras doce meses de lucha ininterrum­pida ha hecho mella en los profesiona­les, que si en lo peor de la pandemia se aferraban a la esperanza de salir de aquella situación, ahora un cierto pesimismo se ha apoderado de ellos. Porque tras la relativa calma del verano, los fantasmas de marzo y abril volvieron a los hospitales en otoño, con una segunda ola que fue arrollador­a. Tras ella vino la tercera, como consecuenc­ia de la Navidad, que supuso la puntilla para unos profesiona­les que acumulan jornadas maratonian­as y vacaciones suprimidas. Ahora su esperanza es la vacuna, y la inmunidad de rebaño que traerá consigo, para superar de una vez por todas esta pesadilla. ●

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Trabajador­as sanitarias, en la sexta planta del CHN-B (antiguo Hospital Virgen del Camino).

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