Diario de Noticias (Spain)

Cartas al director

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Carta a la hambruna

Nos quejamos de que no nos dejan echar un pote y un pincho en el bar, un vermut o un gintonic; mientras, ella no ha comido desde hace tres días y se le han secado los pechos y no puede dar leche a su bebé, que se está muriendo con los ojos hundidos por falta de leche materna. Y así millones, hoy, ayer y mañana. Y el mundo no se hunde de rabia y asco. La pandemia nos ha enseñado muchas cosas. Sobre todo una: que hay que cambiar de modo de vivir. Que mientras tiramos la casa por la ventana, andamos locos por viajar a todo trapo, muchos no tienen vacunas ni lentejas o garbanzos que echarse al coleto. Que mientras los ricos se hacen ricos y más ricos, y algunos asquerosam­ente ricos porque los que mandan trabajan para ellos, ella y muchas como ella, mueren de hambre de verdad, de la que mata. Hay que presionar sin piedad a los gobiernos, del signo que sean, para que los paraísos fiscales paguen la pandemia, la hambruna y las escuelas y universida­des. Y todavía sobrará para que sufran de gota los que se escapan con el dinero de todos. Están en su derecho. Y los políticos mucho lirili y poco lerele. Son a ellos a los que les hemos otorgado el poder de solucionar­lo. Al tajo.

Daniel Ezpeleta tendrán que acatarla y obedecerla.

Y los únicos que pueden conseguir que se haga bien, completame­nte, de raíz, es el conjunto de los fieles católicos. Excluyo a los jerifaltes de las diócesis, a ese coro de cardenales, arzobispos, obispos, canónigos, curas, arcipreste­s, ecónomos... de sentimient­os hipócritas y farisaicos a los que les atenaza el miedo a que los antiguos templos, hoy cayéndose a pedazos, se conviertan en mezquitas, sinagogas... Y, sobre todo, que se les corten los ingresos que obtienen de su explotació­n como edificios y lugares turísticam­ente visitables pagando la correspond­iente entrada. Lo repito: los únicos que pueden sanar este latrocinio legalizado en España son los cristianos de base y el Papa Francisco. El pueblo de Dios y su pastor único en la Tierra, a los que, desde mi conciencia católica pido ayuda.

Eso es lo que pienso, además de estar de acuerdo con todos los demás argumentos que se están exponiendo.

Álvaro Calderón Fernández Presidente del Concejo de Garísoain políticos”. Ante la originalid­ad de nuestra ministra propia de un genio, se ha provocado en Rusia una profunda crisis que se espera que obligue a Putin a liberar humillado a Navalni. Una vez más, el español Pep Borrell, al frente de la diplomacia europea, evita una crisis en la UE, lo que reafirma nuestro prestigio internacio­nal.

Javier Orcajada del Castillo

Tened cuidado, socios de la SCDR Anaitasuna

Ante la inacción de la SCDR Anaitasuna, como socio con 30 años de antigüedad me veo en el deber de avisar al resto de socios de que está habiendo robos en taquillas de vestuarios. A mí me robaron un smartphone y accesorios, en total 800 euros. La taquilla estaba cerrada con llave y la llave la custodié los 20 minutos que abandoné el vestuario, que estaba vacío. En ese rato dos jóvenes abrieron mi taquilla y robaron, y al menos abrieron otra, sin ver algo apetecible. Después accedieron al vestuario de mujeres y robaron en otra taquilla y, al aparecer socios, huyeron. La descripció­n de testigos concuerda con lo mostrado por las cámaras del exterior de vestuarios, según la Sociedad y la Policía, pero iban muy tapados.

¿Eran socios? A nadie les sonaban y la Sociedad percibió un bloqueo de tornos cuando alguien intentó salir: todo hace indicar que no lo eran. Pero, vaya por Dios, había cámaras por todas partes menos en la entrada principal. Se activaron días después del robo, me dijeron. Ya es mala suerte, eh. Si fueran socios estaría bien advertir a los usuarios de que se puede repetir. Si, como parece, no lo eran, sería un tremendo error en el control de acceso, y más en tiempos de covid, que requieren un registro absoluto de aforos. ¿Cómo entraron y salieron? ¿Se les abrió? Porque me consta que hay socios de toda la vida a los que no se permitió entrar al olvidar el carné de socio. ¿Y cómo abrieron las taquillas? No parecían forzadas. ¿Tienen una llave maestra? No percibí interés por estudiarlo.

Pues bien, la asegurador­a y la Sociedad no se hacen responsabl­es. Tras más de dos meses de denuncias a la Policía, enviar facturas, reclamar grabacione­s, llamadas y visitas porque no respondían, versiones contradict­orias..., Anaitasuna dice que no es su culpa. Pues lo mínimo que podían hacer, lo he insistido desde el primer día, es avisar a los socios. Y el gerente me reconoció que ha habido más robos después... ¿No tienen los socios derecho a saberlo para decidir qué hacen con sus pertenenci­as? ¿O es que eso da mala imagen, y más en pandemia, cuando los controles deben ser estrictos?

Miguel A. Rodríguez Socio de Anaitasuna

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