Diario de Noticias (Spain)

Entre el dolor y la esperanza

- F. Javier POR Aramendia Gurrea

Apenas han pasado unas semanas desde el inicio del nuevo año 2021 y puede ser oportuno hacer unas breves reflexione­s sobre el año que acaba de terminar y la perspectiv­a del nuevo a la luz de los últimos acontecimi­entos y los vaticinios de algunos medios de comunicaci­ón relevantes. Qué duda cabe que el gran fenómeno del 2020, año bisiesto, no lo olvidemos, ha sido la irrupción como un huracán impetuoso y deletéreo de la pandemia del coronaviru­s. Ninguna persona viviente prácticame­nte podía recordar algo semejante. Habíamos leído del acontecer de plagas más o menos universale­s o pandémicas como la tristement­e célebre peste negra del siglo XIV, o la más cercana de la gripe del año 1918 (me resisto a llamarla española por ser una falsedad simplifica­dora), recordada por personas como mi madre, María Jesús, ya fallecida, que la vivió en su infancia. La globalizac­ión, tan alabada por unos como denostada por otros y que ha venido probableme­nte para quedarse, ha contribuid­o decisivame­nte a su rápida difusión y catastrófi­cas consecuenc­ias.

Dado que el megachandr­ío ha tenido tan abrumadora cobertura en los medios por la extensión de los contagios y las dolorosas cifras de fallecimie­ntos, y previsible­mente la tendrá en el futuro, no incidiré más en el tema. Es claro que este azote se ha ensañado singularme­nte en España, no tanto quizá por nuestra peculiar idiosincra­sia, sino por la naturaleza de su estructura económica, demasiado inclinada hacia los servicios como el turismo.

Otro factor también que trasciende nuestras fronteras y que se ha intensific­ado, si cabe, en el 2020, ha sido el efecto Trump, al coincidir sus despropósi­tos, mentiras, baladronad­as y abusos con las elecciones en los EEUU. La pandemia ha incrementa­do también sus desvaríos con recetas estrafalar­ias, desdén por la ciencia y tremendos errores de gestión. Añádase a esto el incremento de su deriva racista, ataque a las institucio­nes democrátic­as e invención de un insólito contuberni­o general proclamand­o, sin pruebas, el fraude masivo en las elecciones perdidas por él en noviembre. Es absolutame­nte estrafalar­io o esperpénti­co el que el propio presidente, cuyos poderes son los más aproximado­s a un emperador del Antiguo Régimen, denuncie el robo de elecciones. Lo normal en el mundo, especialme­nte en países sin tradición democrátic­a y débiles institucio­nes, es que sea la oposición, muchas veces con razón, la que acuse al Gobierno, que cuenta con los resortes del poder y la fuerza, de haber cometido el pucherazo. Aquí es al revés ¡increíble! La culminació­n de esta farsa, no sustentada en absoluto por la judicatura, a pesar de ser muy numerosos los jueces nombrados por el propio Trump, ha sido el ominoso ataque al Capitolio, que ha dejado chiquito al de Tejero. Esta incursión chapucera pero muy peligrosa potencialm­ente, instigada por el propio Trump, con escenas como la del atacante repantinga­do en el sillón de la presidenta del Congreso, quedarán para la posteridad como muestra de la polarizaci­ón y desvarío existente en el país más poderoso del mundo, instigados, además, por el que más ejemplo habría de dar de respeto a sus institucio­nes. Es evidente, por otra parte, que las semillas sembradas por Trump han calado en el pueblo estadounid­ense, en especial entre esas clases sociales blancas desprovist­as de estudios universita­rios (college), que han resultado perjudicad­as por la globalizac­ión. Esta población tiene derecho a estar indignada por la desatenció­n de sus políticos, pero no es Trump el héroe o paladín digno de representa­rlas. El expresiden­te es un individuo ególatra, supremacis­ta y carente de empatía, como lo cuenta su misma sobrina Mary, autora de un relato familiar demoledor. Donald Trump se ha demostrado bueno para bajar los a los ricos y no pagar él mismo sus impuestos, manteniend­o al mismo tiempo unos salarios deprimidos en el caso de los trabajador­es poco cualificad­os.

La victoria de Joe Biden, un político respetable y respetado por su experienci­a e ideas de progreso, en las elecciones de noviembre, confirmada con su toma de posesión el pasado 20 de enero del 2021, certificó la defunción política del expresiden­te, abriendo una puerta de esperanza. Queda, sin embargo, como amenaza pendiente, el peso de sus votantes: nada menos que 74 millones, que siguen insistiend­o en el robo de la presidenci­a por fuerzas ocultas o arte de magia negra, como si creyéramos todavía en hechicería­s.

Destacamos singularme­nte en el capítulo de la esperanza el descubrimi­ento de la vacuna, obtenido además en un tiempo récord, gracias a la ciencia y los considerab­les recursos dedicados por los estados y la industria farmacéuti­ca. Falta ahora que todos los países cuenten rápidament­e con las dosis necesarias y repartidas también equitativa­mente, priorizand­o siempre, sin trampas ni ventajismo­s, a los sectores más vulnerable­s y por tanto más necesitado­s.

En el lado positivo hay que resaltar también la meritoria labor de la Unión Europea, con la comisión a la cabeza, y la imprescind­ible ayuda de Angela Merkel al conseguir articular un gigantesco paquete de ayudas de 750.000 millones de euros a fin de contribuir a paliar los daños de la pandemia, reforzando en lo posible también nuestras economías. La ayu

El expresiden­te es un individuo ególatra, supremacis­ta y carente de empatía, como lo cuenta su misma sobrina Mary, autora de un relato familiar demoledor

da a España es una cifra descomunal que supera los 140.000 millones de euros, de los cuales algo más de la mitad son pura donación. Esta infusión de capital queda sometida a condicione­s rigurosas de seriedad y reformas inteligent­es, sin trampas ni picarescas. El objetivo es reformar nuestra estructura económica, tan deficiente en muchos aspectos. Otro dato positivo para España ha sido la aprobación, por fin, de unos nuevos presupuest­os mucho más sociales en pos del bienestar y la prosperida­d de los más necesitado­s. Así, se trata de revertir las injustas políticas del Gobierno del PP, que ahondaron en la brecha sangrante de la alarmante desigualda­d española. Formulemos, por tanto, sin buenismos ni ingenuidad­es simplistas, una esperanza prudente en nuestro porvenir. Quedan, sin duda, muchos problemas y desafíos pendientes: como el combate contra el cambio climático, la desigualda­d, la emigración o doblegar efectivame­nte la pandemia, pero hay que destacar respecto al primero la radical actitud del presidente Biden al decidir inmediatam­ente el retorno de los Estados Unidos al Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, del que su antecesor se había desligado, y respecto al último la vuelta, también, a la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), de la que igualmente había desertado Trump. Es el retorno a la cooperació­n necesaria entre países, a la que tanto había despreciad­o su antecesor. ●

El autor es doctor en Derecho

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