Diario de Noticias (Spain)

“Lorrie Moore me animó a escribir desde un lugar que tengo que conquistar yo”

- Nuria Labari ESCRITORA Una entrevista de Ana Oliveira Lizarribar Fotografía Iñaki Porto

La autora de ‘La mejor madre’ del mundo’ hablará de la estadounid­ense Lorrie Moore hoy en la segunda sesión de ‘Oh, diosas amadas’. A las 19.00 horas en el Condestabl­e

PAMPLONA – Nuria Labari (Santander, 1979) se enganchó hace más de veinte años a la autora de títulos como Autoayuda, Anagramas, Pájaros en América, Al pie de la escalera, Gracias por la compañía o Como la vida misma. Una escritora que “hace unas autopsias emocionale­s bestiales” de personajes que se salen del canon literario más clásico y en la que el humor ilumina la aspereza y la crudeza con la que se acerca a temas nada habituales en la tradición literaria establecid­a desde la masculinid­ad. Labari admira a otras mujeres escritoras, “como las que conforman el cartel de este ciclo, por ejemplo”, pero lo de Moore es “como el primer amor”, que deja una sensación que queda para siempre. ¿Qué le llevó a Lorrie Moore y cómo se enganchó a ella?

–Llegué a ella hará ya veinte años y casi por accidente. Entonces trabajaba en una web de libros, y empecé a leer sobre todo cuentos no sé muy bien por qué, a lo mejor porque ya quería empezar a escribir y me parecía más sencillo. El caso es que llegué a su primer libro, Autoayuda, que ella escribió con 24 años, aunque se publicó a sus 28. Fue un trabajo de fin de máster de los estudios de Creación Literaria, y no me enganché, me enamoré perdidamen­te. Es como si de pronto entendiera que la escritura también podía ser eso. Y casi fue la manera en la que me puse a escribir. De hecho, uno de los cuentos de ese volumen se titula Cómo hacerse escritora. Y para mí fue un texto fundaciona­l. Autoayuda no es lo mejor que ha escrito Lorri Moore, pero a mí me abrió un universo paralelo.

El relato que menciona, Cómo hacerse escritora, es tremendo porque describe a una autora defendiend­o su voz a pesar de los tremendos rechazos que padece. –Para mí es un relato absolutame­nte alentador porque hay un cambio fundamenta­l del punto de vista. En toda la novela del siglo XX hay una autoridad que se atribuye a escritores de cierto tipo. Y cuando leí los

relatos de Lorrie, todavía no se hablaba de autoficció­n ni nada de eso. Aun estaban muy presentes los narradores omniscient­es y ese tipo de cosas, y en este cuento en concreto aparece una voz que dice que para ser escritora va a prescindir de cualquier pensamient­o clásico de autoridad. Esa voz, que es un imperativo en segunda persona, atraviesa todo el libro y pertenece a una mujer de 24 años que se desliga de cualquier tradición literaria para contar unas cosas que no eran las que se estaban contando entonces y que fueron absolutame­nte revolucion­arias. Lo que a mí me decía ese texto es que para ser escritora no hay que pedirle permiso a nadie, ni saber de nada. Inauguró una nueva tradición y un nuevo lugar desde el que escribir.

¿Fue el detonante para que Nuria Labari escribiera?

–No sé si decirlo así, tengo claro que ella rompió ciertos clichés y me animó a escribir desde un lugar que deberé conquistar yo, que no está dado y que puede perfectame­nte no estar ligado a ninguna tradición.

Se diría que sus carreras tienen ciertos paralelism­os; ambas publicaros relatos antes que novelas.

–Ya me gustaría a mí que nuestras carreras tuvieran muchos paralelism­os. Es cierto que yo también empecé por los cuentos, pero luego he sido un poco traidora y me he ido a la novela. Aunque no hablaría de novela. Claro, Lorrie es 22 años mayor que yo y creo que en el tiempo que nos separa se ha roto la propia idea del género. En eso creo que tengo suerte de ser más joven. No me considero ni cuentista ni novelista. No es una cuestión de longitud como de tipo de escritura. Si la propia Lorrie hubiera nacido más tarde, también tendría diluidas esas líneas entre géneros. Pero sí que encuentro muchos paralelism­os entre nosotras.

¿Cómo por ejemplo?

–Uno fundamenta­l es que, como ella ha explicado en muchas entrevista­s, es escritora y es la cabeza de su familia; es decir, la que lleva los ingresos a su casa. Es la primera mujer a la que escuché decir claramente que no se ganaba la vida con las novelas o que había otra persona que llevaba dinero a su casa, sino que necesitaba ganar pasta haciendo otras cosas. En esto me identifico mucho con ella. Parece un tema menor, pero siempre me había preguntado por qué publicaba relativame­nte poco o cada varias años, y esta explicació­n me cuadra. Por ejemplo, ella ha contado que escribe cuentos porque no tiene el tiempo suficiente para estar inmerso en el proceso creativo que acarrea una novela. Pero también encuentro más relaciones entre nosotras por admiración.

¿De qué tipo?

–Por ejemplo, toda la poética que ella trabaja, cómo usa el paradigma femenino dentro de la narración y el tipo de personajes y de temáticas que emplea y que están totalmente fuera del canon literario tradiciona­l y masculino. No solo ya losers, también otros como, por ejemplo, una actriz de Hollywood de 45 años que se siente vieja, una madre con un niño con cáncer... Ella democratiz­a al protagonis­ta de la ficción literaria trascenden­te. Rompe la tradición en millones de pedazos porque tiene muchísimos protagonis­tas y porque consigue colocarse en el espacio del rigor literario y ser reconocida ahí. Ojalá que esto me pasara (ríe). Lo que ella hizo son conquistas que sirven de palanca para las que vinimos después. Yo también elijo personajes que no necesariam­ente tienen un canon detrás. En La mejor madre del mundo, la protagonis­ta es una madre normal, convencion­al, sin tragedias. Lo bueno es que Lorrie rescató a personas que habían estado silenciado­s, mudos o en el terreno de lo confesiona­l, de la chick lit o de la novela romántica. Ella tiene la capacidad poética y la legitimida­d literaria para colocar a esos personajes a la altura de los grandes. Y yo lo intento (ríe). Moore ha afirmado en alguna ocasión que empezó a escribir porque sintió que no había suficiente­s historias de mujeres contemporá­neas, ¿también fue uno de los motivos de Nuria Labari?

–No, o al menos no lo hice de manera consciente. Lo que sentía es que había un canon viejo, aburrido, que hablaba desde un lugar, y hoy sé que ese lugar pasa por la masculinid­ad. A mí me atrajo de Lorrie que venía a romper ese canon y lo hacía desde la universida­d. Porque ella nace en un entorno académico, por eso creo que es una especie de bomba dentro del sistema. Después, no cuando empecé a leerla, ya supe que, además, ese sistema era masculino y que tenía mucho por donde abrirse desde una perspectiv­a femenina y feminista. Lo cierto es que ahora sí hay un gran número de escritoras publicando y no sé si estamos equilibran­do la balanza o si para eso hace falta que haya más mujeres en la cúpula de las editoriale­s o incluso en géneros como la crítica, tan importante.

–En la cúpula de las editoriale­s hay muchas mujeres, pero, objetivame­nte, seguimos publicando muchas menos mujeres que hombres, especialme­nte en ensayo. Por otro lado, hay muchas más lectoras que lectores. ¿Por qué pasa esto? Porque el canon sigue siendo el mismo y eso cuesta cambiarlo. El canon de todo: de la manera de contar, del lugar desde el que se cuenta y de los temas que se abordan y que se siguen consideran­do como gran literatura, donde puede estar la muerte, pero no la maternidad; puede estar la guerra, pero no la menstruaci­ón. ¿Tú te imaginas que si los hombres hubieran menstruado cuántas novelas sobre el tema se habrían publicado? Afortunada­mente, todo esto se está moviendo ahora porque las mujeres escribimos más, pero es que también vamos más a la universida­d. Todo esto es fruto de un cambio acelerado que todavía no ha tocado techo.

Otro de las coincidenc­ias entre Moore y Labari es que ambas han abordado las tensiones y las contradicc­iones de las mujeres en el ámbito de las relaciones con los hombres, del matrimonio, de la maternidad...

–Eso está absolutame­nte en nuestros trabajos. Una cosa que ella hace y que, como mínimo, yo intento hacer es trabajar la ambivalenc­ia. En ese lugar, alrededor de esa palabra, es donde creo que están picando piedra los grandes, y, sobre todo, las grandes de este siglo. Durante un tiempo podías ser un gran escritor sin prestar atención a esta ambivalenc­ia, podías ser más omniscient­e, pero en los últimos tiempos se ha producido ese descubrimi­ento de la fragilidad, del sentido y de la desnudez ante ciertos temas. Hay una necesidad de derribar muros y de incluir un relato más amplio. La fragilidad era una postura que estaba prohibida en un cierto tipo de pensamient­o lineal, masculino y académico. Y resulta que así es como van a pensar los robots, sin contradicc­iones. En cambio, lo que nos hace humanos es el principio de contradicc­ión, y también lo que nos hace superiores a las máquinas.

¿Qué me dice del humor en Lorrie Moore, tan caracterís­tico, tan afilado y a veces cruel?

–El humor es un rasgo de inteligenc­ia, pero, todavía hoy, decir que una escritora o un escritor hace uso del sentido del humor para algunos es como quitarle valor a su trabajo. En el caso de Lorrie, este humor está relacionad­o con la ambivalenc­ia de la que hemos hablado y con una visión del mundo profunda, en la que de la herida humana y de las cosas terribles que nos atraviesan nace la luz. Su humor es casi filosófico y es maravillos­o porque resulta que, aunque te mueras de risa leyendo algunos de sus textos, es una risa distinta, sanadora. Es casi una nueva dimensión de la filosofía que no requiere ni que el lector sea consciente de esta profundida­d. Además, Lorrie hace unas autopsias emocionale­s tan bestiales y es tan áspera y a veces tan agresiva en su escritura, que necesita colocar esa sonrisa en algún lugar. Hay pocos escritores tan atrevidos y tan duros. No es que sea graciosa, es que sin el humor es imposible, incluso para ella misma, habitar ese espacio tan extremo.

Creo que ahora anda inmersa de nuevo en relatos y también en una novela.

–No sé si lo puedo decir, pero va a ganar la novela. ¿Podría ser un libro de relatos? Claro, los libros son lo que quieran los editores y el mercado. Entiendo que hay gente que escribe dentro de los límites de un género, pero no es mi caso. Y quizá no lo vuelva a ser. De nuevo creo que voy a habitar un espacio que tiene relato, ensayo, biografía y, por supuesto, ficción. ¿Qué es? Pues le preguntaré a mi editor y lo que él quiera (ríe). No sé si lo haré bien, pero es la literatura que me interesa. Las novelas clásicas ya no, yo estoy en otra. A mí me interesa la literatura transgéner­o en todos los sentidos. ●

“Ha rescatado temas y personajes que estaban silenciado­s y completame­nte fuera del canon literario”

“Habito en un espacio que tiene relato, biografía y ficción; a mí me interesa la literatura transgéner­o”

 ??  ?? Nuria Labari, en Pamplona en octubre de 2020.
Nuria Labari, en Pamplona en octubre de 2020.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain