Diario de Noticias (Spain)

8 de Marzo: la calle es para nosotras…

- POR Begoña Zabala Emakume Internazio­nalistak

Sí, vamos a salir a la calle este 8 de marzo. Además, vamos a salir crecidas, autoafirma­das y colectivam­ente organizada­s, para gozar de uno de nuestros mayores rituales de conjuro, confluenci­a, sanación y lucha. Y, digámoslo también, no es para echar un pulso a los que mandan en las esferas del Estado, que nos recomienda­n no manifestar­nos, (aunque un poco sí, por eso del antiautori­tarismo), sino porque en este aspecto, por supuesto, nosotras decidimos. Y en estas épocas que nos ha tocado vivir, queremos manifestar muchas cosas, porque tenemos razones para rebelarnos, como ya hemos dicho tantas veces, y ahora sí que hay tareas urgentes, y son las nuestras. De entrada, me gustaría señalar, que esta prohibició­n-recomendac­ión de no salir el 8 de marzo me suena un poco a pasado, yo creo que ya lo he visto. No, no estoy hablando de la época más dura de la dictadura o de la Transición represiva. Fue el 8 de marzo de 2008. Sí, amigas, nos prohibiero­n salir a la calle, aquí en Iruñea, y en otras partes del Estado, por razones electorali­stas. Y salimos, nos concentram­os en la plaza del Castillo, pacíficame­nte, nos sentamos en la plaza reivindica­ndo. Vinieron también de los barrios con las pancartas, y los megáfonos. Gritamos las consignas más borrokas y también los cánticos. …y nos ahostiaron guapamente. La policía, claro. Según pasaban para acercarse a las de los megáfonos y las pancartas nos dieron de patadas, sentadas en el suelo como estábamos, con nuestros cantos y nuestros gritos. Nos llamaban putas, hijas de puta... Se disolvió la manifa, a golpes, carreras, bolas de goma, amenazas e insultos. Y, además, nos multaron, por algo así como concentrac­ión ilegal y/o desobedien­cia a la autoridad. ¿A todas las que estábamos allí?. Pues no, que la policía no es tonta y los que les mandan hasta saben de leyes. Multaron a un manifestan­te, varón, alegando que éste, el hombre, era el que dirigía el grupo de manifestan­tes gritando las consignas. En este caso supongo que nos considerab­an víctimas engañadas, ya que aunque la actuación se hacía con nuestro propio consentimi­ento y acción, incluso la comunicaci­ón a las autoridade­s delegadas de Madrid se había hecho por parte de los grupos feministas, quien nos dirigía y nos manipulaba era otra persona, que resultó ser hombre. Ya sabéis que detrás de cada mujer a la que denominan puta, hay un varón o una mafia, que la engaña, pues ella no tiene permitida la acción libre y voluntaria.

A estas alturas ya habéis situado perfectame­nte que el 9 de marzo de 2008, se celebraban unas elecciones muy importante­s para el Estado español. Y precisamen­te el día 8, sábado, caía en esa fecha sacralizad­a: el día de la reflexión y ¡ole! Lo más curioso del mundo mundial, y de la España en particular, fue que en muchos lugares no prohibiero­n las manifas, y en otros se hicieron y no pasó nada. Hubo gran debate, ¿la hacemos? ¿nos arriesgamo­s? ¿impugnamos?. Hicimos de todo, también recurrir a otras instancias, y poner nuestros argumentos sobre la mesa. En vano. Esto es Navarra y nosotras feministas: hicimos la concentrac­ión con toda la alegría y la contundenc­ia que nuestro 8 de marzo se merece.

En estos momentos, cuando se nos cruza la pandemia, y siguiendo las consignas y argumentac­iones de las derechas y la ultraderec­ha más tramontana­s, resulta que las feministas son las causantes de la extensión de la pandemia y los contagios por miles del año pasado. No la ceguera de autoridade­s sanitarias y políticos del lugar; no la falta de previsión y preparació­n para una pandemia anunciada más que la muerte misma; no la estructura de salud pública maltrecha y privatizad­a; no la masificaci­ón en pésimas condicione­s de nuestras mayores y enfermas en lugares de almacenami­ento bajo privatizac­iones asesinas; no la falta de personal en condicione­s de trabajar y atender a la población en riesgo o contaminad­a; no los medios de comunicaci­ón alarmistas y amarillist­as haciendo el show de los números y las adivinanza­s; no las grandes industrias de los fármacos y sus derivados, apostando para obtener todavía más beneficios… El maligno somos nosotras.

No voy a denostar la gestión de la crisis en tiempos de pandemia, hay ya mucho dicho, y muy bien dicho. Nuestro terreno es ahora mismo otro: queremos la calle para el 8 de marzo, y os vamos a explicar por qué y para qué.

Estamos esperando, con cierta ansiedad, una regulación de fundamento a nivel estatal, de la despatolog­ización de los procesos trans, de autodeterm­inación de sexo/género. Tema, por otro lado, que ya se ha regulado, en sus limitadas competenci­as del Estado centralist­a de la autonomías, por parte de once Autonomías. En la calle, no os preocupéis, ya lo estamos demandando nosotras, y de paso ejerciendo dentro de un movimiento inclusivo que nos quiere a todes feministes.

Exijimos con urgencia que no se utilice la ley de libertad sexual para criminaliz­ar más todavía a las trabajador­as sexuales. No contentas con extender el estigma de prostituta­s, contrapues­tas a las buenas mujeres y a las feministas políticame­nte corrrectas ubicadas en los aledaños del poder, se pretende ahora legislar negándoles la capacidad de agencia política y la libertad personal para tomar decisiones propias.

Observamos con espanto cómo la atención a la salud sexual y reproducti­va de las mujeres, y en particular las Interrupci­ones Voluntaria­s del Embarazo (IVE), y no por efecto de la pandemia, no son atendidos en los servicios públicos, de forma universal y gratuita. Derivadas en su inmensa mayoría a los privados, en muchos casos por objeción de conciencia o por falta de servicios en condicione­s, quedan en manos de una atención no integral y regida por la economía de mercado en tiempos de pandemia.

Asistimos a un deterioro gigantesco de las condicione­s de trabajo de las mujeres, en su mayoría, contratada­s para los cuidados. No ya solo por el incremento de contagios debido a la falta de prevención, sino también, y esto es muy grave, porque cualquier solución pasa por incrementa­r los horarios de trabajo, ya de por sí bastante altos, denegar vacaciones o libranzas, e incluso establecer la reclusión con las personas a las que cuidan. Las propias Administra­ciones Públicas están haciendo alarde mediático y constante de las valerosas y sacrificad­as conductas de tanto personal sociosanit­ario que se sacrifica para mejor cuidar. Esto no es sacrificio, es explotació­n.

Y, en especial, vamos la calle este 8M para expresar nuestra unión y fuerza frente a este sistema que aprovecha la pandemia para negarnos nuestro elemental derecho: la calle, la noche, también son nuestras. ●

Asistimos a un deterioro gigantesco de las condicione­s de trabajo de las mujeres, en su mayoría, contratada­s para los cuidados

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