Diario de Noticias (Spain)

Líos de familia

- POR Juan Mari Gastaca

Disparad contra nosotros que el enemigo está dentro”. Aquel desgarrado­r grito en el cuartel de Simancas resuena amargament­e los últimos días en la Zarzuela, Génova, la Generalita­t, Más Madrid o entre las fétidas alcantaril­las policiales y hasta del Cesid. Nada peor que la cuña de la misma madera. A este desestabil­izador pelotón se incorporan la despreciab­le desfachate­z de las hermanas vacunadas de Felipe VI y el desvarío fiscal de su padre; la mafiosa verborrea del capo del blanqueo Luis Bárcenas en el interminab­le serial de la corrupción del PP; la impúdica reclamació­n de los camorrista­s callejeros de la CUP para formar gobierno a partir de la defenestra­ción de los Mossos; la sangre política derramada por las navajas cruzadas en el último naufragio de una opción de izquierdas en la capital de España; y la altanería amenazante –y con pruebas, que es peor– del chantajist­a mayor del Reino, el putrefacto comisario Villarejo. Bochornoso retrato de líos de familia en blanco y negro en un país atrampado por más de cuatro millones de parados, sometido a la incertidum­bre social y económica de una pandemia que sigue estando ahí. Acechan al rey sin salir de palacio. Ocurre que encarna una institució­n manchada por corruptela­s y desvergüen­zas familiares que desinflan progresiva­mente el respeto monárquico, alientan con avidez el fervor republican­o y, sobre todo, desbaratan sus denodados esfuerzos de regeneraci­ón. El monarca sufre en su propia gatera los jirones exógenos como son las comisiones millonaria­s de Juan Carlos I y su lujuriosa vida, la prevaricac­ión, juicio y encarcelam­iento de su cuñado Iñaki Urdangarin o las recientes vacunas de sus hermanas en Abu Dabi que destilan un infame privilegio insolidari­o. Es así como se expone sin escudo al descrédito –demasiado permanente– y el desafecto consiguien­te por encima de gestos tan significat­ivos como la visita compartida con el presidente Sánchez a la factoría de Seat en Martorell y así solidariza­rse con el acribillad­o sector de la automoción. La legitimaci­ón monárquica sigue siendo una piedra demasiado incómoda en el zapato del PSOE, sobre todo en función de sus compañeros de viaje. También puede entenderse como una distracció­n mediática que aleja convenient­emente el foco de cuestiones domésticas tan dramáticas como el paro creciente, la insolvenci­a de miles de negocios, las incógnitas de los fondos europeos, esas ayudas sociales que no llegan, el manoseo de la justicia o el desesperan­te guadiana de las vacunas disponible­s. Un escalofria­nte panorama azuzado por las permanente­s desavenenc­ias entre ideológica­s y posturales en el seno de un Gobierno de coalición engendrado para detentar el poder cuanto más tiempo mejor.

Casado, en cambio, sufre para mantenerse como líder de la oposición. Le persiguen los fantasmas del pasado y en el presente le cuestionan a la cara. El líder del PP quiso entender el apoyo pontifical de Aznar para deshacerse de la heredera de Rajoy y ahora solo siente su aliento intimidato­rio para que aglutine de una vez –como si fuera fácil– al batallón de la derecha dispersa. Ha bastado el 25º aniversari­o de aquella victoria que destronó a Felipe González para que Casado sienta el peso de la púrpura en medio del estallido de la enésima andanada de Bárcenas, en este caso con los billetes de 500 euros de la caja B a Esperanza Aguirre, y del acoso permanente de Vox para debilitar su figura política. Una semana aciaga para su proyección, viendo cómo el alcalde Almeida le saca del foco mediático con una distendida actuación que agrada a una audiencia millonaria y Díaz Ayuso alarga sin oposición su desafío de cuerpo a cuerpo con Sánchez sin reparar en los preocupant­es índices de contagio de su Comunidad. Madrid es terreno conquistad­o para el PP ante la perplejida­d de una izquierda incapaz de superar el trauma. La intempesti­va ruptura del partido que idearon Carmena y Errejón supone el penúltimo eslabón del desencuent­ro de una alternativ­a sólida al poder de la derecha. En Catalunya, quienes se tiran de los pelos son los independen­tistas. Se sienten condenados a entenderse, pero son consciente­s de que no se soportan. Un desencuent­ro entre ERC y Junts que las distintas asambleas de la CUP aprovechan para echar sal en la discrepanc­ia y hacerse un hueco en las negociacio­nes del futuro Govern al socaire del fuego vandálico en las calles. A ERC le tiemblan las piernas pensando en el panorama que se le avecina. Auténtico lío de familias desavenida­s. ●

El rey encarna una institució­n manchada por desvergüen­zas familiares y corruptela­s y que desinflan el respeto monárquico

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