Diario de Noticias (Spain)

Con la vacuna a domicilio

ASÍ ES LA LABOR DE DOS ENFERMERAS

- Un reportaje de Jon Viedma Carrera Fotografía Iñaki Porto

Varias preguntas de rigor: ¿Nombre? ¿Edad? ¿Ha tenido fiebre en los días previos? ¿Y algo de malestar? Tras las pertinente­s respuestas negativas, una breve preparació­n. Remangar la ropa, acondicion­ar la zona, y después, un pinchazo y quince minutos de espera para comprobar si existe una reacción adversa a la vacuna de la covid-19. A primera vista, la inmunizaci­ón contra el coronaviru­s parece sencilla, pero lo cierto es que la inoculació­n de las siete dosis que se utilizaron el jueves en Artica por parte de Aura Sánchez y Belén Azcarate, enfermeras del centro de salud de Buztintxur­i, comienza mucho antes y no es tarea sencilla.

“Hay que llamar a la gente, y varias veces, porque no siempre cogen o se enteran... estuve una hora para citar a cuatro personas”, explica Belén, que además de elaborar una lista con los 9 grandes dependient­es que pertenecen a este centro debe también ordenar el registro de personas de entre 80 y 90 años, para avisarles en caso de que alguien falle en el último momento o se consiga una séptima dosis del vial. Otro criterio importante aparte del nombre y la edad es la localidad, ya que, para ser lo más eficiente posible, si en un municipio hay un gran dependient­e se inmuniza también a los mayores de ese entorno, porque no se puede viajar solo con una vacuna.

Una vez realizada la tarea de gestión, es vital la preparació­n. El listado de pacientes, el callejero, las fichas de la vacuna para advertir de los efectos adversos y su tratamient­o... y tres maletines imprescind­ibles.

En el primero, de color azul, se traslada el vial de la vacuna junto con una placa de hielo para conservar la temperatur­a. En el segundo, rojo, se guardan los Equipos de Protección Individual (EPI), que constan de bata, mascarilla FFP2 y guantes, así como las bolsas de basura en la que se desecha todo tras utilizarlo en cada casa. Y en el negro, el de emergencia­s, se encuentra material médico, las herramient­as necesarias para sacar una vía y medicación que trataría una posible reacción adversa.

Con todo ello al hombro, ambas profesiona­les pasaron dos horas yendo de un domicilio a otro, para después volver a su labor en el centro de salud. Fueron solo siete dosis, pero con mucho trabajo invisible detrás. ●

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