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Memorias de

El 11 de marzo de 2011 se conjugaron todas las tragedias posibles en Japón: un terremoto de magnitud 9,1 en la escala Ritcher, un devastador tsunami y el mayor accidente nuclear desde Chernóbil.

- Un reportaje de Marta Martínez

El 11 de marzo de 2011 es una herida que todavía sangra en Japón. Ese día se conjugaron todas las tragedias posibles: un terremoto de 9,1 en la escala Ritcher, el más potente sufrido en la historia del país, un tsunami con olas que en algunos puntos llegaron a los 40 metros y un accidente nuclear de escala 7 (el nivel máximo de gravedad). “Mucha gente todavía no quiere hablar de ello, es gente que lo perdió todo, su hogar y a muchos familiares”, reflexiona Yuki Onoda, oriunda de Minamisoma, en la prefectura de Fukushima, y que desde hace diez años reside en Euskadi. Yuki se encontraba aquel día renovando el carné de conducir en su ciudad natal cuando la tierra comenzó a temblar.

“Estaba escuchando música cuando vi a dos chicas que se escondían debajo de la mesa. Se movía todo, se caían cosas, era enorme y duró mucho –el terremoto duró seis minutos–. Cuando terminó, mi ama y yo nos fuimos a casa, no podíamos contactar con mi padre porque las comunicaci­ones estaban colapsadas”, rememora.

Tras el terremoto, el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico emitió una alerta de tsunami para el Océano Pacífico desde Japón hasta a Estados Unidos. Aproximada­mente una hora después, las olas golpearon la costa japonesa, barriendo los vehículos a su paso, causando el colapso de los edificios, y cortando carreteras y caminos. El tsunami entró 20 kilómetros en el territorio de Japón en una longitud de unos 200 kilómetros y lo devastó todo a su paso. El terremoto, el tsunami y el accidente de la central nuclear de Fukushima Daichii, el más grave desde Chernóbil en 1986, acabaron con la vida de más de 18.000 personas aquel 11 de marzo.

Yuki pasó una semana en shock encerrada en casa después de aquello y tiene vagos recuerdos de aquellos días, pero hay un momento que se le ha quedado grabado en la memoria. “Al día siguiente del terremoto, mi padre salió de casa y al regresar nos dijo: no vayáis, el paisaje ha cambiado, el tsunami se lo ha llevado todo. Eso me impactó mucho”, relata. “Pasaron unos días y me parecía

do enseñarles a mis hijos cómo era, es muy triste”, añade.

En los días posteriore­s al accidente, la radiación emitida a la atmósfera obligó al Gobierno a declarar una zona de evacuación cada vez mayor alrededor de la planta. Finalmente se evacuó a toda la población en un radio de 20 km. En total, unas 154.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares debido a los crecientes niveles de radiación. Diez años después, los pueblos más cercanos a la central nuclear siguen deshabitad­os.

Yuki viajó la última vez con su familia a Fukushima en 2019. “Fuimos a ver a mis tíos que viven a 20 km de la central nuclear y estábamos todo el tiempo con el medidor de radiación, estábamos un poco obsesionad­os porque íbamos con dos niños pequeños. Por un lado, queríamos estar tiempo en la zona y, por otro, estábamos preocupado­s”. Sus tíos pudieron regresar a su casa en Minamisoma en 2019, después de ocho años residiendo en una vivienda temporal habilitada por las autoridade­s. Sin embargo, hay quien todavía no ha podido regresar.

Tras el accidente nuclear, muchos jóvenes decidieron emigrar de Fukushima aunque sus pueblos y ciudades se encontrara­n fuera de los 20 km de la zona de evacuación. “Mucha gente mayor, en cambio, se quedó. Si tienes, por ejemplo, 80 años y estás acostumbra­da a vivir en tu pueblo, piensas: si me quedan cinco años de vida, los quiero vivir aquí. Además, Fukushima es una zona muy rural, mucha gente se dedica a la agricultur­a y a la pesca, ¿dónde iban a encontrar trabajo con 50 años, por ejemplo, si llevaban toda la vida criando vacas? Mucha gente pensó: ¿Dónde voy ahora?”, cuestiona Yuki. Sus padres también continuaro­n viviendo en Minamisoma. “En el ayuntamien­to de mi ciudad hay un medidor de radiación y puedes ver todos los días los niveles que hay”, explica.

Diez años después, el Gobierno japonés ha levantado las órdenes de evacuación en muchas áreas afectadas, sin embargo, una gran mayoría de los residentes no han regresado por las pocas oportunida­des laborales y por la preocupaci­ón por la contaminac­ión radiactiva. Según las autoridade­s, el lugar está limpio de toda radiación, sin embargo, algunos residentes no están tan convencido­s. “A pesar de que el Gobierno ha levantado las órdenes de evacuación, los lugareños

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Muchos perdieron sus casas.

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