Diario de Noticias (Spain)

NI GAJES DEL OFICIO NI ACCIDENTE LABORAL

El asesinato del periodista navarro David Beriáin y de su compañero vizcaíno Roberto Fraile, junto a un cooperante irlandés, en Burkina Faso vuelve a demostrar que la verdad informativ­a es una profesión de alto coste

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El asesinato del periodista navarro David Beriáin y de su compañero el cámara de Barakaldo Roberto Fraile en Burkina Faso vuelve a poner sobre la mesa el coste anual de la defensa del derecho a la informació­n de la sociedad. En este caso, Beriáin y Fraile, junto a un cooperante irlandés, han sido asesinados segurament­e para proteger los intereses de las mafias que practican la matanza furtiva, cuyo negocio mueve luego millones de euros. Es asqueroso, pero conocido y asumido como todo tráfico mafioso, ya sean drogas, recursos naturales o seres humanos. El periodismo es una profesión necesaria en todo sistema de libertades y derechos democrátic­os y humanos avanzado. Es cierto que a veces también el propio ejercicio de la profesión periodísti­ca contribuye a devaluar cada día su dignidad. Y, en este sentido, hay medios importante­s en el Estado español que son protagonis­tas principale­s. Pero la muerte de Beriáin y de Fraile constata una vez más que disparar al mensajero se ha convertido en un ejercicio cada día más habitual. Los datos son escalofria­ntes cada año. Ya sea en guerras o en estados fallidos, ya a manos de las mafias o de las dictaduras o incluso en los países supuestame­nte democrátic­os, el ejercicio honesto del periodismo y su valor social y público están perseguido­s o amenazados. En las guerras ya no hay diferencia­s entre el fuego amigo y las balas perdidas. Por regla general, todas buscan el mismo objetivo: el cuerpo de alguien que trata de transmitir lo que está sucediendo. Pero tan sangrante como las heridas es la indefensió­n, como quedó demostrado, entre otros muchos –incluido este mismo país con el asesinato terrorista o la persecució­n judicial–, con la muerte del cámara español José Couso en Bagdad. Ante la falta de amparo, se hace cada día más necesaria una legislació­n internacio­nal que persiga a quienes con la amenaza o la agresión intentan silenciar las voces de los informador­es. Sólo así se pondrá coto a los continuos atentados contra la libertad de expresión. Acciones de presión, amenazas veladas y boicots que también campan ahora en nuestra propia democracia desde la ultraderec­ha. Esto, antaño, era considerad­o gajes del oficio. Pero antes de que se generalice como accidente laboral, la sociedad deberá aplicar instrument­os que salvaguard­en su propio derecho a recibir una informació­n veraz y honesta sin la que no estaría en condicione­s ni de reflexiona­r sobre lo que ocurre ni de decidir su futuro. ●

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